viernes, 4 de junio de 2021

Reseña de Crishtian Briceño: ‘La única cosa que es probable que rompas es todo’. Liliputienses. 2021

LA ÚNICA COSA QUE ES PROBABLE QUE ROMPAS ES TODO - la Vorágine


Este limeño consiguió ex aequo el III Premio Centrifugados de Poesía Joven. Entre sus obras podemos contar Breve historia de la lírica inglesa (2012), La trama invisible (2013); relatos como La literatura en Alaska (2017), Todo es demasiado (2019). Fue coordinador de la Antología de poetas de Alaska… Todo recuerda a Bolaño en La literatura nazi en América o las Vidas improbables de Felipe Benítez Reyes. Y por supuesto a un Pessoa que se hubiera dedicado a antologar a sus heterónimos.

El mayor desafío consiste en armar de manera diferenciada las personalidades poéticas de cada uno de los antologados, construirles una biografía entre lo fantástico y lo creíble, que responde a la verdadera narración de cualquier biografía. Y consigue, en parte gracias a recurso incluso tipográficos, hacer diferenciables a los integrados en este volumen que comienza don Solomon Mab, poeta suicida. Los tonos de la paleta de Salomon deben ser grises, agoreros (“Nada más despreciable que una promesa / incumplida, nada más original / Que la muerte afilando su guadaña”; “¿Lo llamo poeta porque está muerto?”, Hablar su jerga), con la blancura aterradora de los paisajes nevados de Alaska: “En el pueblo nadie nos espera, pero seguimos / Descendiendo, tan rápido que sospecho que allá abajo / somos nosotros quienes / Estamos esperándonos” (Horror Vacui). La voz poética tiene que remontar diversos referentes, ya sean espirituales o artísticos para definir un estado de ánimo, una fluidez poética característica y definitoria: “No recuerdo si andábamos en busca del Nirvana / Aquella noche; podríamos, incluso, haber estado / Perdidos en la ciudad, pobretones mal trajeados / Que van de un lado al otro, detrás de las rebajas” (Ideas que suscita un cuadro de Bacon). Pretende llegar al extremo, a la crueldad al horror entre los versos: “En el lecho, es un festín en el que me doy / Con el cuerpo de mi esposa. / Cuando llegue vuestro hijo, / Me habré gastado ya las manos / Cavando nuestras tumbas / Y quitando el polvo de mis zapatos” (Cualquier lugar es un lugar).

 “La incertidumbre evoluciona en evidencia frente a ti:

Es ese momento del que te quiero hablar” (La predicción del tiempo)

Por su parte, Polina Sedakova, supuestamente nacida en Serbia, exiliada en Alaska describe una poesía con hondas raíces en la naturaleza salvaje: “Si existe el amor, existe, por tanto, la serpiente; si existe la serpiente, el árbol no ha caído” (Extinción de los puentes). Aun así es doliente y confesional: “A veces la depresión se manifiesta no en los actos, sino en el deseo que pronto desaparece sin dejar nada, y ni siquiera llega a ser un acto”, “esperabas las palabras lúcidas / de alguien que sabe el nombre de todas las constelaciones / pero esas cosas son irreales como un león bajo el sol del mediodía /…/ El mundo no es la poesía / la poesía no explica na–/da, solo contempla / luego es un punto de vista / de las cosas / solipsismo / nada nuevo” (Puedes guiar a un caballo hasta el arroyo, pero no puedes hacerlo beber). La conclusión es desengañada: “La poesía / y el amor se llevan bien / pues ambos son mierda / mierda”.

A partir de ese momento torna a la influencia bukowskiana que tanto gusta de los perdedores y de las miserias propias: “La  poesía se arrastra / como el polvo / hasta tocarnos / o clavársenos / en los ojos // y arde / ya es difícil que salga // apenas / empezamos a vivir // y estamos fritos”. Y, por supuesto, no exenta de exabruptos: “había abandonado mi coño en sus manos”.

“fuera de la inhibición o del camino

a la luna el amor nos sonríe

con los mismos dientes

de la muerte.

 

Solo quedan tus recuerdos, los que siempre usamos

/…/

la esperanza

es la única divinidad

que habita entre los hombres

más allá toda certeza es vanidad”

La biografía de Al Sobrante nos informa de que fue ayudante del bar de su padre y eso imprime carácter: “A la hora del lobo, avanzamos. / Hasta la orilla del mundo, sacando fuerzas / De los lagos y de  un whisky de tres dólares” (Cómo). Su mirada es mucho más observadora, con mayor gusto por el detalle trascendente: “He visto la piedra donde dejaron tu cuerpo” (La piedra sacrifical); “Si el agua se agita cuando le lanzas / Una piedra / Sólo está demostrando que es más bella. / En el instante en que vacila” (Lo que te atrapa). No nos atreveríamos a calificar de mística su arte poética, pero sí que encuentra algunos nexos de unión en la voluntad de hacer de la palabra un instrumento de conocimiento que se esconde entre los trazos y los sonidos: “Gracias por la palabra que es necesaria / Y aún no ha sido escrita. / Por el hambre del zorzal / Que lo obligó a comerse el grano de mis trampas /…/ Aún no ha sido dicha. / Y, entretanto, una nube ha pasado” (Mecánica popular).

“Quien va a morir abre un pesado ventanal y comprueba el frío de afuera con la mejor de sus manos” (Enfermo)

Rob ‘Burnt’ Norton, en cambio, prefiere los poemas narrativos, la “épica de lo pirado” describe el autor de la antología. No nos debe extrañar, por lo tanto que aparezca lo onírico: “Uno alzó vuelo; y uno trastabilló. Las paredes se llenaron de otros nombres. Las almohadas recibieron otras cabezas. Las toallas secaron otros cueros. // Todo quedó escrito, naturalmente” (El futuro). Incluye también una suerte de humor negro, de sarcasmo contenido en los versos: “Hay muchas formas de pasar un domingo (…) Me jodería que un amigo muera un día domingo y tenga que ser yo precisamente el encargado de cerrarle la mandíbula (…) Morir para estropear un día que de por sí nació estropeado” (De repente, la luz vino). Llega incluso a ser un poco gore.

“Dana le explica al pequeño Wal que la leche proviene de muy dentro de ella, por donde anidan su miedo y su ángel y el centro mismo del equilibrio, le dice, también, que sus pezones antes fueron mordidos por Seymour y por varios hombres más” (Sobre los usos de la leche)

Woody Hamilton murió joven, sin libros publicados y eso nos hace completar la interpretación de su poesía como una premonición de su trágico final:  “El desvalido dios examinando / a la más perfecta de sus creaciones / Eso era yo. / Éramos, por tanto, dos cosas opuestas,  / Unidas por un océano desconocido / Del que nadie sobreviviría” (Moscas embriagadas por la luz). Consigue un lirismo al estilo del romanticismo más gótico –aunque es tradición en los territorios del Sur de los Estados Unidos–: “Ser algo. / Al menos esa puerta que se abre al fondo  / del pasillo y por la que entran / Mensajeros impacientes” (Golpe de suerte).

Para terminar, Niisa Walace es la firma detrás de Trece maneras de romper el hielo: brevísimos apuntes sobre La única cosa que es probable que rompas es todo. Se ocupa del estudio de los poetas, de sus influencias de Simic a Olson, Auden…

“Más allá de agrupaciones (…) el poeta emprende su búsqueda solitaria por caminos solitarios, lo cual no quiere decir que las huellas grabadas en la tierra, fresca o ya endurecida por el tiempo, no lo oriente y lo eduque”

Esta es una excelente manera de entrar en este universo imaginativo y variado, árido y emocionante que nos propone Crishtian Briceño a través del sello Liliputienses.

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