martes, 21 de febrero de 2023

Reseña de Zel Cabrera: ‘Una jacaranda en medio del patio’. Paserios / Nueva York Poetry Press. 2020

 Una jacaranda en medio del patio: 2 (Colección Memoria de la fiebre) :  Cabrera, Zel: Amazon.es: Libros


Zel Cabrera publicó la primera edición en México 2018. Está dedicado “Para ellas”, un acto de amor a las mujeres de la familia, las que han representado los momentos más heroicos, las renuncias más duras, los enfrentamientos con la vida y, a menudo, han perdido. Es un homenaje a la memoria, aunque ya nos advierte desde el título de su primera sección, esta puede ser falsa: “Decir que algo en falso o verdadero, / no importa –no demasiado– / lo importante es la intención /…/ Ahora la memoria se reconfigura / al intentar ponerle un orden a las fechas, / a las anécdotas, no fallar en esta narración, / en este cúmulo de datos biográficos, / en esta fotografía familiar” (El nombre del pasado).

Zel Cabrera perfila los personajes a través de pequeños detalles, de anécdotas, de sensaciones, de momentos: “Mi abuela era un postre de grosella, / era fácil amar su generosidad / más allá del dolor o la pobreza /…/ La muerte entiende de adioses, / de despedidas, de pérdidas” (Hilo de costura). Y, si es necesario, se ponen encima de la mesa los insultos que reciben las mujeres que no se ajustan al canon: “Y pobre de ti, zorra, / porque alguien va a querer insultarte, / matarte, / solo por ser mujer” (Puta).

La máquina de coser es uno de esos objetos que disparan la memoria, tan significativa para su abuela: “Con una máquina Singer / mi abuela cosía /…/ Con una máquina de coser Singer / y muchas oraciones, / mi abuela alimentó a cinco hijos / así crio también al muchacho viejo que era mi abuelo”.

El amor no crece en tierra muerta es el apartado donde vamos conociendo algunas de las figuras femeninas evocadas a partir de su condición de viudas: “Mi tía Beni se ha vuelto a rapar el cabello, / como una consigna de vida /…/ A los 27 años tres disparos bastaron / para sepultar el amor, / pero no el amor para siempre, / no el amor por sus hijos” (Benigna Martínez, viuda de Damián). Como recordaba Cernuda, no es el amor el que muere: “Para mi tía, el amor está en el azar, / en ese deporte de arrojar dados y / tentar a la suerte /…/ Desde esas certezas, / mi tía es una mujer libre” (Una mujer de palabra). Las mujeres que forman parte de este retrato coral enfrentan con rabia las injusticia, como la tía Elena: “Mi tía Elena también es viuda /…/ La tía Elena ha regañado a todos, / –a la muerte, al tiempo, / a la debilidad, a Dios / por quitarle al hombre de su vida” (Elena Martínez, viuda de Martínez).

Las relaciones entre la madre y la hija son el territorio en el que se asientan las tradiciones y los roles, es el campo de batalla de la rebeldía: “Mi mamá solía decir que como te ven te tratan, / cuando me miraba con los pantalones rotos / y las blusas cubiertas de pelusa /…/ Durante un año / mamá me miró triste, enojada /…/ Quebrada y celosa, / probé con otras rebeldías que no comprometieran / el lazo irrefutable que nos hacían madre e hija /…/ Mamá volvió a ser mamá” (Rebeldía). Hay mucho amor y mocho conocimiento mutuo en estos versos: “Mi madre dice que mujeres como yo / sin traza para labores hogareñas / nunca encontrarán marido” (Instrucciones maternas).

La familia se amplía hacia la siguiente generación, la de las primas: “Se casaron embarazadas / para guardar las apariencias / la tía Becky, / la tía Miriam, / la tía Delia /…/ Mi familia no sabe que se puede pasar por el pantano, / sin pisar al fango, / porque la belleza sí es algo / que no distingue el piso” (Las primas de mi madre). Muchas adversidades, mucha decepción de la vida, mucha injusticia y mucha resistencia en estas mujeres: “Con los ojos cerrados / –muy cerrados– / mi tía Delia ya no sueña, / duerme sabiendo que su marido / así sueña pero sueña con otras” (Cegueras). Como supo pronto el pensamiento feminista, el matrimonio puede ser una cárcel: “Todas mis primos están solteras / todas menos una, / aquella que no aprendió / que el amor no es una moneda de cambio / y se deja presumir por el marido” (Solteras); “Con ella aprendimos a ver películas de terror / sin tener pesadillas, / aprendimos que los prejuicios / o las miradas inquisitorias / no interrumpirías nuestros juegos, / nuestra vida /…/. Ahora es policía, /…/ lo llaman por su apellido: / Oficial Damián” (Oficial Damián). Son las filtraciones del micropoder que supura el patriarcado. Zel Cabrera está contando las luchas titánicas contra este biopoder.

La gran aportación de este volumen no es solo relatar un catálogo de heroínas a ras de suelo, es darse cuenta de que son una ofrenda, un regalo luminoso y fragante, Una jacaranda en medio del patio, que cobija a la poeta y, en general, a las nuevas generaciones:

“Retrata la memoria

 y volverte a nombrar

–¿quiénes somos?

–¿por qué?

 

pero nombrar no basta

/…/

Yo nombro a las mujeres,

a las tías,

a las viudas,

a las primas,

a mi abuela.

Me nombro,

con su apellido,

con sus historias,

con lo que les duele.

Ellas son el árbol

de esta línea,

hasta aquí la jacaranda crece” (Un lugar propio)

Esta es una poesía que tiene intención de sanar, no solo desde lo personal, es una sanación social. Más allá de la incorporación de textos como el clásico de Virginia Woolf o de los debates dentro del feminismo, lo hermoso de este viaje a la memoria es comprobar cómo Zel Cabrera asume la identidad personal: “En el espejo somos la misma, / somos mujeres posibles, / que habitamos la tierra, / ceñidas como una jacaranda / a sus raíces, / a florecer en primavera” (Como en un espejo).

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