lunes, 5 de febrero de 2024

Reseña de José María Cumbreño: ‘Hablar solo’. Calambur. 2018

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La poesía de José María Cumbreño tiende a ensanchar los límites que tradicionalmente se asocian al verso y en Hablar solo no deja de reflexionar sobre ello. Su poesía está incardinada en lo más actual, y como experiencia sensorial y reflexiva, usa motivos para dar un eje a los poemarios. A partir de una imagen, una vivencia, una intuición va explorando las capacidades expresivas literal y metafóricamente. En este caso lo tenemos al principio del volumen: “me gusta ir solo en el coche porque, así, puedo poner la música que yo quiero” (Hablar solo). Pero es mucho más que la situación literal, como advierte la siguiente sentencia: “Sin testigos, mentir vale tanto como decir la verdad”. Como en un viaje, en este caso en automóvil, José María Cumbreño va desgranando los pensamientos que van surgiendo, las reflexiones casi como en una corriente de conciencia.

Quizás sea en este fragmento en el que se explicite la intención expresiva de Hablar solo: “Antes creía que escribir era algo importante. / Que había que ser original. / Que había que esforzarse por conseguir una voz propia. / Que había que cuidar la estructura del libro. / Que había que llegar a los quinientos versos que exigían los concursos. / Había que. / Había que. / Había que. / Odio las perífrasis de obligación”.

Se muestra evocador cuando se lamenta que “Algunos lugares no están hechos / de distancias en los mapas, / sino  de todo lo que en esos lugares / fuimos, / tuvimos / y perdimos”. Cumbreño emplea el lirismo que despertar emociones y reflexiones en el lector. Pero también la ironía y un cuidado prosaísmo para ser tan profundo como lleno de matices. Tan honesto como lúcido. Y si mira hacia sí mismo confiesa que “Ahora sé con qué engañarme”. Si mira hacia afuera conecta la posibilidad metafórica de elementos no convencionalmente poéticos: “Los discos de vinilo suenan gracias a una estría. / A un surco. / A una herida”.

La segunda persona que sirve de antagonista “En octubre cumplirá dieciséis. Y para él el mundo tiene su edad”. Y esa es la figura que sirve de contrapunto sobre la que hablar solo: “Las latas de Manuel, los cromos fuera del álbum, los lugares a los que no hemos vuelto y las palabras que tenía que haber dicho giran cada vez más deprisa, se levantan del suelo, como en un remolino de verano, hasta mezclarse en un punto que, unas veces, se parece a la nostalgia. / Otras, al remordimiento. / Y la mayoría, a la culpa”.

Los elementos reflexivos podrían catalogarse como aforismos: “La vida y la muerte se van enrareciendo con el paso del tiempo”; “Estar seguros de algo implica no haber perdido todavía lo suficiente”. Llenos de sabiduría de la vida vista desde una madurez, que quizás solo consista en tener “Una familia incompleta. / Un libro incompleto / El álbum incompleto de la temporada 81/82”.

 El proceso creativo ocupa gran parte de las páginas puesto que es una manera pura de hablar solo: “Para eso creo que escribo. / Para intentar filtrar mi vida. / Y quedarme al menos con las impurezas”; “En realidad, conecto el manos libres para contar con una coartada y, así, poder hablar solo”; “No apunto nada en el cuaderno. Quiero que se me olvide”. Recoge también algunos apuntes sobre el tema, como la anécdota de Cicerón: “Para no olvidar ninguna de las partes en que dividía sus discursos, Cicerón asociaba cada una de esas partes con una habitación de su casa. De manera que el plano de su casa se convertía en una especie de mapa de la memoria”. Sin embargo, tiende Cumbreño a dudar de la propia capacidad del lenguaje para explicar el mundo: “Para entender qué es una rosa, quizás lo mejor no sea dedicarle versos, sino podar rosales”; “Arreglar un enchufe me hace sentir mucho mejor que escribir un poema”; “A estas alturas, ya me he resignado a que esto no sea un libro de poesía”.

A pesar de la sencillez aparente en su estilo, sus palabras tienen una profundidad que invita a la interpretación personal, llenos de fuerza poética. “A menudo, cada vez más a menudo, / tengo la sensación / de que todas esas personas / son como migas de pan / que indican el camino de regreso / y que se han comido los pájaros”; “La memoria es un remolino de verano”.  Marca de la casa es la versatilidad formal, que a veces incluye imagen y texto. En este caso experimenta con distintas formas poéticas y no poéticas, lo que le permite jugar con el ritmo y la trascendencia de sus composiciones.

Retomando el inicio del poemario, sentencia “Hablar solo. / Mentirse sin testigos”. Y recopilar la memoria en la escritura, dice, “Mi vida colada a través de esta página, / como si fuera un filtro de café / que no dejara pasar / algunas palabras, / no todas por los mismo motivos, / no todas con las mismas consecuencias”. Este Hablar solo es uno de los libros más intensamente personales y consigue definir en gran medida el temperamento poético de José María Cumbreño que, en su pureza lírica, desea a modo de conclusión “Que no sea más que una masa de aire caliente que se eleva. / Un simple poso de granos molidos”.

 

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