viernes, 16 de abril de 2021

Reseña de Ramón Bascuñana: ‘Artículos de primera necesidad’. Boria Ediciones. 2020

Artículos de primera necesidad - Boria Ediciones

“En los violines lucha el pájaro

invisible de algún tiempo futuro” (Catástrofe)

Ramón Bascuñana cuenta con una sólida trayectoria poética y estos Artículos de primera necesidad continúan acentuando esta línea. El poemario está dividido en varias secciones con entidad suficiente como para convertirse en pequeños libros de poemas. El primero, Cosas que nunca te dije, remite, al menos en mi propio imaginario personal, a la película de Isabel Coixet. Como en otras ocasiones, la poesía de Ramón Bascuñana se mueve dentro de una reflexión metapoética, o si acaso una reflexión poéticamente poética de la realidad. No se trata de romantizar la realidad, sino de tener conciencia poética a la hora de vivir y reflejarlo: “Acepto la rutina de los días iguales / …/ y retorno cansado al único refugio / que merece la pena; / un refugio de tinta y de palabras / que llamamos poesía” (Refugio). Como se ha repetido en numerosas ocasiones la labor del poeta parte no solo del oficio, sino sobre todo de la capacidad de mirar, de comprender con la mirada el acto mágico –poiesis–, y así selecciona “En la contemplación, el arte del olvido” (Atalaya, I). La dualidad entre la palabra y el silencio, entre lo escrito y lo hablado y lo que no aparece entre las líneas tiene que ver con lo que se dice o no en la vida, en la pareja, en el amor… “El silencio es el eco del silencio, / una prolongación de la mirada. / Como el agua que mana de la frente, / de la herida o la grieta / de la roca del tiempo” (Atalaya II).

El tema del amor se entiende más que como un sentimiento, como una relación. No son las emociones interiores, sino la correlación de emociones y de entendidos y malentendidos: Casi siempre las que tú esperabas que dijera” (Cosas que nunca te dije). Por eso quizás habla de un milagro (“No es un milagro el amor, pues se repite / con singular frecuencia. / Y de tan repetido, malogra su misterio / Un milagro que no puede repetirse” (Todas las cartas de amor). No hay problema en que se muestre bequeriano en Madrigal a la rosa o que remita a Gil de Biedma en Requiem. Tampoco en que se recree en la figura del outsider, con la mitología romántica: “Siempre supo que era diferente /…/ Por sobrevivir a tanto daño / cubrió su corazón de indiferencia / y transformó el dolor de seguir vivo, / sabiéndose distinto y diferente, / en lágrimas de tinta y poesía” (Elogio de la diferencia); “Un hombre en un árbol / atrapado en el bosque” (Léxico familiar); o en el paisaje, no necesariamente sublime: “El paisaje sostiene la mirada tranquila. / Lo nimio me emociona… / …./ Todo me reconcilia con Dios y con la vida, / con la idea de ser una parte de un todo” (Sacra presencia). Consigue, de todas formas, una manera de enfocar los dilemas, las contradicciones muy barroca, muy del gusto de Quevedo: “Es parte del destino inexorable / del hombre insatisfecho / el vivir exilios permanentes / y recordar el tiempo y las ciudades / a través de la falsa nostalgia de su aroma” (El corazón del nómada). Barroco es, desde luego, el homenaje a Bernini:“el milagro del cuerpo sostenido / por su propio deseo, / devastado de amor y de misterio” [El éxtasis de Santa Teresa (1647-1651) Gian Lorenzo Bernini].

El rostro en ruinas de la muerte es el muy quevedesco título para la segunda parte que comienza con una cita de Rosa Martínez Guarinas. La constante amenaza de lo inevitable transporta acciones diferentes y formas de escape: “Cambia de territorio / Para ver si es posible poder cambiar de sueños” (Viaje a la India).

“En la barra de un bar,

en medio del desierto de sus ojos,

en mitad de un poema,

en mitad de un naufragio,

en mitad de la vida o de la muerte,

/…/

o, tal vez, en el fondo

sin fondo del silencio,

plácidamente eres

un hombre condenado que agoniza” (Un hombre)

Escape, en el sentido de solución es la escritura, lo metapoético que citábamos al principio: “Cualquier poema es un exorcismo, / un ritual con su parte de fe / y su parte de magia; / una mezcla de culpa y de misterio” (El exorcista); “Todo poema es una mentira, / un mensaje de auxilio dentro de una botella” (Todo poema es una mentira);  “Porque nada redime de la culpa / escribo estas palabras / un frío talismán contra la muerte. // Mi castigo será que sobrevivan / al paso de los años / Mi redención, que nadie las recuerde” (Redención); “No piensas escribir otro poema / distinto del poema tantas veces escrito” (Cada repetición).

La sección titulada específicamente Artículos de primera necesidad insiste en la poesía como eje central. Su mirada es lúcida y, como no puede ser de otra manera, desencantada: “La poesía es tiempo de consumo / ni es un producto de primera necesidad / ni símbolo del lujo del espíritu” (La poesía es tiempo de consumo). El poeta siente que hay un coste en el oficio que va más allá de lo artesano: “El precio del poema, de escribir el poema, / sobre todo si es un buen poema, / no es otro que la vida” (Escribir un poema tiene un precio). Como en otras ocasiones, Ramón Bascuñana presenta la arista más religiosa de la escritura, lo místico, el contacto con lo sagrado que se da cuando se ponen los pies en la tierra y se arrastran por lo cotidiano, por la vida del día a día: “Más tarde te arrodillas /en un lugar propicio de la casa / –el baño, por ejemplo–, / y con los brazos en cruz / le das las gracias a Dios y a las Musas / por el don del poema / que escribes cada dos o tres días / por su verdad fingida” (El poema es un vividor [Paráfrasis de un poema de Roger Wolfe]). Hay una queja irónica sobre todos esos poetas que hacen gala de la testosterona más que de la pasión: “Yo quise ser poeta de los de pelo en pecho, / de los que escriben versos con las manos, / no con el corazón, que así les salen” (Yo quise ser poeta). No hay malditismo sino lucidez: “Idílico lugar el paraíso. / Sin problemas de espacio, / tiene un nombre perfecto, / como de urbanización de lujo a las afueras” (Adán y Eva). Porque, como confiesa –de nuevo la órbita religiosa–: “Yo escribo este poema / para matar al hombre y la mala conciencia, / por ver si me lo premian / y pudiera salir de la pobreza / durante al menos un par de semanas” (Los pobres).

El arma, cargada o no de futuro, es la siguiente sección de poemas como aggiornamento de Gabriel Celaya, un “enmendarle la plana a Celaya”. Son los poemas más comprometidos, con los pobres, las víctimas del hambre y las guerras; “el buitre es el capitalismo / y el fotógrafo / somos todos nosotros: / los indiferentes, / los que miran, / pero nunca hacen nada” (El buitre [sobre una foto de Kevin Carter]);“No hay nada más terrible / para hablar de futuro y esperanza / que la imagen de un niño / con un fusil / cargado entre las manos” (Imagen).

Para seleccionar la atención el autor recurre a un referente, bien una fotografía, una noticia, una película: “Yo acuso// a los tiranos / que saquean y expolian a sus pueblos, // a los que quieren salvar a los pueblos, / con sus revoluciones” (J’Acusse [Homenaje a la película de Abel Gace]). Contra la guerra, es especialmente directo, con homenajes a la novela de E. María Remarque, la fotografía de la niña del Napalm, Adiós a las armas de Hemingway: “Cualquier objeto puede ser un arma: / una piedra, una soga, un martillo, / un cuchillo afilado. / No hace falta que sea una pistola. / Y claro, las palabras” (Adiós a las armas [Homenaje a Ernst Hemingway]).

“pero no me reservo a mi destino,

a ser un carroñero y a la necrofilia” (Apocalipsis Zombie)

El resto del volumen lo componen Restos de serie, donde retoma la primera persona como sujeto y objeto del poema. Una visión desoladora de la realidad, del día a día, de cómo los recuerdos se van entretejiendo en el continuo del tiempo, cómo el pasado se sumerge pero no desaparece: “Nada en la nevera / en previsión de un tiempo de naufragio” (Adán en la nevera). Elementos como una canción son, efectivamente, mucho más que una sucesión de notas con particular belleza, son parte de nosotros mismos.: “Mientras Miles Davis toca Time after time / la vida se detiene. / Me concede un respiro / … / y escribo este poema / donde arde el fuego del recuerdo / y Miles Davis me salva / de todos los fracasos de la vida” (Miles Davis toca Time after time). A pesar de lo que parezca, escuchar música, como la versión sobrecogedora de Miles Davis de la canción de Cindy Lauper o la voz de los Cramberries, es reconocerte a ti mismo en el momento en que la escuchabas: “Todos somos esclavos / de la infelicidad de los recuerdos” (Dolores O’Riordan llega tarde).

Dedica un poema a José Hierro: “… Y no hay un hombre solo / que comprenda la viva razón del canto nuestro” (El fantasma de José Hierro recorre los pasillos del Hotel del recuerdo). Después se adentra en relexiones, en la conciencia doliente del que vive la vida y pretende plasmarla en un poema, porque precisamente sabe que “Todo está escrito para ser olvidado” (En el fondo del pozo). Se pueden entresacar versos que funcionarían efectivamente como aforismos, con todo lo que de poema tienen los aforismos: “Todo hombre camina a ciegas por el mundo” (La casa de la Misericordia); “Vivir es una excusa como otra cualquiera” (Paradise Now); “y el poema no es más que el espejo / extrañamente infiel a lo que ya no somos” (_l po_ma).

“y esperamos sentados, solitarios,

en un andén desierto

de una estación de paso de una ciudad cualquiera” (Las estaciones)

El ultimísimo bloque, el novísimo que se diría en lenguaje eclesiástico, son los Epitafios: “Todo poeta escribe en la arena del tiempo” (Unas pocas palabras a modo de epitafio); “En mi lápida / mi última pregunta: ¿Esto era todo?” (Epitafio III). De esta forma se cierra de manera rotunda un libro, Artículos de primera necesidad, denso y profundo, donde se encuentran las distintas aristas de la poesía de Ramón Bascuñana.

 

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