sábado, 1 de octubre de 2022

Mala fe

Es muy triste comprobar que en la lucha política se utilicen engaños, tergiversaciones interesadas o directamente falsedades. Y a uno le gustaría pensar que son los adversarios políticos los taimados que recurren a malas artes para desprestigiar a políticos o gobernantes, a grupos sociales o individuos. Y no creo que a nadie se le escape que hay algún partido que se está haciendo famoso por utilizar esos recursos bordeando lo que se conoce como libertad de expresión.

Lo más triste, sin embargo, es cuando constatas que personas en las que confiabas se escudan en declaraciones sacadas de contexto para atacar, erre que erre, a los que consideran sus enemigos. Un poco como en la famosa escena de La vida de Brian, cuando dos comandos intentan secuestrar a la mujer de Pilatos y se enzarzan en una lucha. Brian pregunta ¿quién es el enemigo? y todos contestan un tercer comando a lo que el protagonista se queja, ¡los romanos! y entonces todos asienten cabizbajos.

He comentado en numerosas ocasiones cuánto me entristece ver las descalificaciones, insultos y despropósitos en los que el feminismo se ve envuelto a cuenta de la cuestión trans. Al margen de que no comprenda una de las posturas, es una verdadera vergüenza el tono en la que una postura y la otra arremeten como si el enemigo no fuera el patriarcado. Y, para colmo, amenazan e insultan con fiereza

Cuando la ministra Irene Montero ha sufrido el ataque de los medios y redes desde la derecha más zafia que se dedica a tergiversar palabras, a trocear discursos o elaborar sus mensajes sacando de contexto las declaraciones, extraña sobremanera que se le haga el juego. (Tampoco tanto, que ya vimos cómo el propio presidente Sánchez dejaba a los caballos al ministro Garzón y las consecuencias que arrastraron en las elecciones de Castilla y León.) Nadie en su sano juicio defendería la pederastia y mucho menos en sede parlamentaria. Y nadie lo entendió así durante la comparecencia de la ministra. La jugada ha sido posterior

Para aquellos que atribuyen cualquier barbaridad a los podemitas no supone disonancia cognitiva asumir que una madre y ministra de España defienda la pederastia. Tampoco a todos esos que no pueden diferenciar la homosexualidad de la pedofilia y piensan cerrilmente que una cosa es indisoluble de la otra y que los talleres de educación sexual están orientados a transformar a los tiernos infantes en homosexuales que se dirijan mansamente a los brazos de los gays. Los hay y los he visto, no es una exageración, más de uno lo piensa y así lo suelta por las redes.

El estado de la cuestión ha conseguido que cualquier barbaridad que se diga de Podemos es cierta. O incluso la punta del iceberg de una maquiavélica conjura internacional. Pablo Iglesias tiene el poder en España, la soberanía recae en él, me han comentado los alumnos de bachillerato que el año que viene irán a las universidades.

Lo que me entristece más es ver un tuit –que la autora ha borrado después– en la que una figura referente, como Laura Freixas, asume la barbaridad que lanza la ultraderecha sobre el “consentimiento de los menores” y acusa a la ministra de estar preparando el terreno para que la pederastia sea aceptable. Hay que ser muy ruin para soltar esto. Implica que tu adversario es tan taimado que cualquier bajeza es posible. Muestra a las claras que son capaces de creerse cualquier monstruosidad siempre que sea por parte del ministerio de Igualdad de Irene Montero y su agenda queer.

No digo ya que haya un embrollo conceptual que se discrepe cuando se pone el acento en el “consentimiento” (siento muchísimo no comprender por qué es peor una ley que asegure el consentimiento que la legislación actual), que se discrepe cuando se enfatice el “deseo” (otra cuestión dialógica en la que me pierdo). Estoy seguro que mis cualidades no me dan para más, que soy incapaz de entender cuál es el problema, quizás sea un ingenuo, o un varón inútil en estos menesteres. Pero también estoy seguro de que jugar con las cartas que te sirve la ultraderecha dispuesta a dar la “batalla cultural” hasta para las tetas de Rigoberta Bandini es un error y síntoma de mala fe.

lamujerderojo / YoTambiénSoyAnarquista (@chicapixelada) / Twitter

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