martes, 25 de octubre de 2022

Reseña de Ramón Eder: ‘Aforismos del Faro de la Plata’. Selección y prólogo de Carmen Canet. Libros del Aire. Alto Aire. 2022

AFORISMOS DEL FARO DE LA PLATA de RAMON EDER | Casa del Libro

Ramón Eder es uno de los aforistas más reconocidos y esta recopilación pretende reunir “que me han parecido más memorables”. Como se señala en el prólogo, “sus aforismos se mueven entre lo acertado, lo convincente y lo extraordinario”. La gama de recursos es amplia, desde los más cercanos a la sentencia a los juegos de palabras o a retorcer las expresiones más comunes. El volumen está organizado siguiendo un criterio cronológico, por libros publicados.

Comienzan con los procedentes de La vida ondulante (Renacimiento, 2011): “El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va”. Estudió filosofía y es fácil asumir algunos de estos pensamientos como parte de una doctrina filosófica crítica e irónica: “Contradecir es la única manera de no tener ideas fijas”; “Todo está dicho, pero hay que volver a decirlo en jerga de nuestra época”. Sin embargo, no se trata de una obra dogmática, al contrario, demasiado hay de cotidiano (“El carácter se forma los domingos por la tarde”) y de sentido del humor: “El fin justifica los miedos”;  “¡Y pensar que cuando compramos un cuaderno ahí podrías escribir una obra maestra!”. En El cuaderno francés (Huacanamo, 2012) están un par de sus aforismos más recordados: “La vida es una ficción basada en hechos reales” y “Cometemos siempre los mismos errores, lo cual nos da una especie de extraña coherencia”.

Relámpagos (Cuadernos del Vigía, 2013) incluye perlas entre las que podemos seleccionar algunas más descreídas, “Los errores no se suelen pagar cuando se cometen sino cuando ya habíamos olvidado de que los habíamos cometido”; “De poco sirve la inteligencia cuando uno está triste” o “Si lees biografías de personas admirables te acabas enterando de que no eran tan admirables”. ¡Cuánta razón tiene al afirmar que “Cuesta mucho perdonar al que hemos ofendido”! Sin embargo, siempre queda lugar para el juego, “J’aime Gil de Biedma”. Su siguiente título da el contrapunto, literalmente son Aire de comedia (Renacimiento, 2015), y el fuerte es la ironía: “Los que se creen afortunados de alguna forma lo son”; “Procurar no hacer daño a los demás no te hace bueno, pero impide que seas un miserable”; “No sabes con exactitud qué piensan los demás de nosotros hace la vida vivible”; “Hacer de una desdicha personal una frase feliz es el privilegio de los aforistas”. Precisamente ese es título de su siguiente volumen, Ironías (Renacimiento, 2016):“Nada de lo que nos ocurre en insignificante y eso lleva la vida de misterio”; “La intuición nos evita muchos razonamientos errores”. Todo ello no menoscaba su capacidad poética, “Todos leemos en Braille el cuerpo de la persona amada”. Precisamente aquí se encuentra el aforismo que preside este blog.

Palmeras solitarias (Renacimiento, 2016) sigue haciendo gala de esa inteligencia llena de bondad y brillantez: “Lo que nos gusta mucho nos acaba complicando la vida”; “En ciertas conversaciones lo que no se dice es precisamente lo único que oímos” o el gracianesco “El que te revela un gran secreto te complica la vida”. Son verdades lúcidas, pero dotadas de un mood amable, con la distancia justa para no estar despegado de la vida y tener la objetividad necesaria: “Hay que llevarse bien con los espejos porque es la única manera de no llevarse mal con uno mismo”. En Pequeña galaxia (Libros al Albur, 2018) se encuentran más ejemplos de inteligente laconismo: “Un aforismo es una jaula de la que se escapa un pájaro”; “Los aforismos excelentes están condenados a ser citados sin citar al autor” y en El oráculo irónico no pierde músculo, “Quizás nuestra vida ya sea una segunda oportunidad”; “Lo bueno de las pesadillas es que uno despierta y entonces descubre el discreto encanto de  la normalidad”; “Madurar es alegrarse de no ser joven”. Son ejemplos de que saber mirar es un arte que debe ser completado con la exquisitez en la palabra y que se puede asumir una filosofía que mire de frente a la realidad y que no lleve a la desesperación.

En la mecánica poética de Ramón Eder se distingue que “No es lo mismo hacer buenas frases como Churchill que hacer buenos aforismos como Oscar Wilde”. Y así, continuamos el recorrido en Cafés de techos altos (Renacimiento, 2020), aprovechando la observación de lo que pasa en la calle para aprender a vivir: “Todo está en los libros excepto los cuerpos que amamos”. En el fondo, “Mientras haga café de techos altos la cultura estará a salvo”.

Ramón Eder tiene, sin duda, el ingenio de Oscar Wilde, pero, en lugar de pretender deslumbrar y alardear de él, lo pone al servicio de la sabiduría. Nos alegramos de ello. Y como se encarga de condensar en el Epílogo, “El aforismo, cuando es bueno, es el erotismo de la inteligencia”.

 

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