martes, 25 de octubre de 2022

Reseña de Isabel del Río: ‘En la casa de Ícelo’. InLimbo Narrativa. 2022

EN LA CASA DE ÍCELO : Del Río Sanz, Isabel: Amazon.es: Libros

Isabel del Río es licenciada en Filosofía por la UAB y tiene gran experiencia en el mundo editorial desde el 2009. Es autora de Casa de Títeres (2008), La Casa del Torreón (2009), La Vidente de la Luna Llena (2018), Rojo sobre Negro (2018), Las Bocas de la Montaña (2017), El Señor del Viento (2020). Ha publicado relatos en diversas y es autora de poesía y ensayo. La playa subterránea y Manual de Magia Moderna y Magia Lunar (publicado bajo seudónimo), Veinte relatos del fin del mundo (2013), LoveFool (2014), La Galera y Otros Mundos. Tanto en catalán como en castellano.

El punto alrededor del que giran estos relatos es el sueño, Ícelo es su dios, hijo de Hipnos y de la Noche. En todos ellos el elemento onírico está presente, como forma de pesadilla o como canal para el contacto con una realidad más cierta que la de los sentidos. Aprovecha un estado de ánimo que bien supieron retratar en el terror gótico victoriano pero completamente actualizado, es decir, en ocasiones está fuera del tiempo o no nos importa en qué época suceden las pesadillas.

Desde niña, a Teodora la perseguía un sueño recurrente que, sin comprender por qué, la aterrorizaba sobremanera. (Dedos de miel)

Hannah me contó que todo había empezado con un sueño que nadie tomó en serio. (Yo soñé con el fin del mundo)

Los relatos, de diferente signo, protagonistas y duración, mezclan sabiamente el horror de Lovecraft o la intuición del infinito de Poe con ese elemento fantástico que también resultaba inquietante en Cortázar (en el último relato, El perfil de una sombra, es más que evidente la conexión). La inesperada complejidad de un objeto, de una casa, de un olor se muestra como la puerta a lo inquietante y hay que estar muy atento para descubrir cómo se va introduciendo en los personajes y se traspasa de las páginas al lector. Una inquietud que se contagia en cada una de las diez historias  dosificando con maestría las sensaciones. Precisamente Isabel del Río se encuentra cómoda en los distintos formatos. Presenta las situaciones con objetividad y rapidez en los relatos más cortos, y se demora para crear atmósferas cuando lo requiere. Los personajes aparecen en la medida que son requeridos para la acción y permanecen descritos dando paso a la sugestión imprescindible.

Reconocía aquellos muros, quizá de una vida anterior. Me sentía como en casa y atraída por aquel lado oculto de la columna donde la sala se fundía con la negrura, donde la piedra se oscurecía como si antes hubiera albergado un fuego. (La casa verde)

El elemento de terror cobra vida en la acción y la mente de los seres humanos, pero también se esconde en lo más cotidiano, y eso es lo que realmente llena de terror. Un objeto tan simple como una mesa puede convertirse en algo siniestro. No es solo el desenlace, es intuir que detrás de cada esquina, de una persona que saludas, o un caserón se encuentra algo, que no sabemos muy bien qué es, pero que nos va quitar el sueño. Es como si ese estado del sueño en el que se producen las ensoñaciones fuera el estado natural de las personas, nuestro estado natural, entrever las sombras y no querer mirar. Como aprendimos de Henry James, nunca podremos estar seguros de qué lado están los fantasmas, quiénes somos los intrusos. La dama de la luz prendida, primer relato, nos introduce en esta ambigüedad a la postre tan peligrosa.

Las obsesiones, las pesadillas, la relación que queremos ver entre el pasado y el futuro son los escenarios de estos diez relatos. Sin embargo, ya deberemos saber que cuando hacemos un relato de fantasmas, como Última oportunidad, los personajes nos hablan de la realidad que vemos, la fantasía es la forma de decir la verdad más íntima. Igual nos sucede con los cuentos infantiles que recogen las visiones más atávicas, más interiorizadas en cada ser humano, como hace con maestría en La casa verde.

Recomendamos, sobre todo, ese prodigio narrativo que es El perfil de la sombra, donde el pulso narrativo se mantiene a lo largo de las páginas, desbordándose y reconduciéndose, con personajes que se entrelazan, con lo fantástico y lo más sensato, lo que siempre tememos y a menudo comprobamos.

La cuestión es, para delicia de los lectores pero también para su inquietud, es que las pesadillas propias, en este caso de Isabel del Rio, son también nuestras pesadillas. Los mensajes ocultos que se destapan en las casas, las mesas, los ojos que miran, los sueños, los olores, los peligros son también los que nos afectan.

Y así, sin dar pie a más discusión, remontó los pocos pasos que quedaban hasta el mirador y señaló con la mano el pueblo lejano como casas de maqueta; el lago, un mar pequeño enjaulado en una pecera de cimas rocosas; y el bosque infinito, hasta el horizonte, que confundía su calma con la tormenta que se gestaba a horas de nosotras. (La casa verde)

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