La joven Iria Fariñas ha publicado un libro de relatos, Gritar en voz baja (Entre Ríos, 2021) y cinco poemarios, Ayer ya será tarde (Ed. La poesía mancha, 2019), Antinomia (Postdata ediciones, 2020), Vista aérea (Ed. Entre Ríos, 2020), Las huellas deshabitadas (Talón de Aquiles, 2021), Quién extrajo el hueso (2022). También ha aparecido en diversas revistas y antologías. Ruido de cicatriz son once relatos que bordean lo inquietante y lo terrible. Lo que da más inquietud y horror es que las voces que pueblan en estos relatos son reales, pueden estar ahí fuera, con toda su humanidad y sufrimiento, con el dolor y maldad. El prólogo corre a cargo de Solange Rodríguez Pappe, que describe los relatos como las distintas suturas de una herida, que terminan en cicatrices.
El estilo presume de concisión, de ir a la esencia del conflicto, también de jugar con el lector y despistarlo para enfrentarlo, en el último momento a lo inesperado. Hay que prestar atención a los detalles, a lo que se insinúa. Percibir como quien intuye la personalidad de un desconocido. Aparecen temas como la maternidad, la sexualidad, los abusos y la violencia descarnada. Enfermedades y casi psicosis ocultas, anorexia, muertes, y todo el universo que se postula tan cercano como reconocible.
No puedo entender por qué se me mueren todas las plantas. He comprado ya todas las especies que alguna vez han pasado por delante de mis ojos en esa o en aquella tienda, las he regado poco o casi nada, también he probado con los intermedios y con todas las combinaciones habidas y por haber. Haga lo que haga, no mucho tiempo después de instalar el cactus o el ficus o la peperomia o el potus de turno, todas amanecen mustias e insalvables. (El acto de regar)
En varios relatos, Iria Fariñas juega con la sorpresa –no diremos cuáles–, pero en otros sorprende la agudeza para describir aquellos detalles tan comunes que se escapan al ojo cotidiano y despierta, así, una inquietud y un temor hacia lo que había desaparecido de nuestra mirada por demasiado acostumbrado. En otros, consigue darle la vuelta con un sentido de la oportunidad y de la ironía que realmente turban.
La noche en que Akira nació, ni su padre ni su padrastro estaban presentes. Vamos a arreglar las cosas, le dijeron a Fumiko, la madre de la que ambos estaban enamorados y de cuya hija ninguno quería responsabilizarse. Se fueron al bar a media mañana y, para cuando comenzaron las contracciones a medianoche, aún no habían vuelto. Horas después del parto, aparecerían de nuevo, malolientes y avergonzados. Haru tendría un labio partido y Kaito, un pómulo morado.(Initium est finis)
Distintos ambientes y personajes van alternándose con un tono narrativo que se ajusta al contenido. La coherencia es fundamental en los relatos cortos que deben atender a que cada elemento sirva para apuntalar la trama y ambientar de manera significativa los personajes y el argumento. La galería de protagonistas y antagonistas presenta un elenco variado, sabe bien Iria Fariñas moverse en diferentes ambientes narrativos. Los resultados, las consecuencias que apreciamos son siempre el resultado, a veces irónico o trágico, de un dolor, de un sufrimiento. Incluso el lector puede sentir en propia piel la superficie de la cicatriz, símbolo de quien pudo sobrevivir al horror. Este es un volumen que añade calidad a la ya legendaria y elegante estirpe de InLimbo.
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