domingo, 4 de agosto de 2019

Maquiavelo revisited


De mis tiempos de estudiante en la universidad de Granada guardo algunos buenos recuerdos y enseñanzas que he agradecido durante el resto de mi vida. La carrera de historia da pocas satisfacciones que puedan ser compartidas por el público aparte de una erudición deslumbrante, habilidad, dicho sea de paso, de la que carezco completamente. Soy un auténtico inútil para recordar fechas, batallas o parentescos de tal forma que no parezco un licenciado en Historia. Siempre preferí una perspectiva social, más global y a largo plazo. Conocer los entresijos de los personajes de los distintos gobiernos me parecía poco interesante por ser el motor de la historia mucho más potente y no sujeto a individualidades. Ahora, sin embargo, cada vez me atraen más las circunstancias de los participantes en las decisiones. En el sentido de que es el azar quien determina los meandros del curso de un río por encontrarse de manera caprichosa ciertos materiales de distinta dureza que hacen que la curvatura del cauce discurra por un ángulo u otro. Así, aunque el río vaya de la montaña a la desembocadura, tenga o no tenga curvas, es cierto que unos gobiernos caen y otros se levantan quizás por circunstancias más pequeñas, por más que los grandes movimientos de los sistemas sociales sean inexorablemente continuados. Que aparezca un carismático líder puede precipitar una guerra que se hubiera evitado, o postergado, o alargado, si otro predicador hubiera llevado la voz de alarma.
                Mi ilusión fue especializarme en la Edad Media, aunque, como maestro liendre, siempre me llamaran la atención otros periodos. El caso es que tomé como asignatura libre de la especialidad el Pensamiento Político de la Edad Moderna, que impartía Francisco Sánchez-Montes, a quien admiraba y admiro, y a quien le debo mucho. Las clases tenían una densidad que me exigía una concentración total. Además, contaba con la desventaja de no estudiar Instituciones de la Edad Moderna, por lo que me perdía en la concreción real de las teorías políticas.
                Muchas cosas aprendí en aquellas clases y en las horas de estudio que dediqué. Me marcó una enormidad acercarme al pensamiento de Althusser y no paraba de ver Aparatos Ideológicos en todos lados. Quizás el primer autor importante en el que nos detuvimos fue en Nicolás Maquiavelo. Fue decisivo descubrir la honestidad de un pensador tan maltratado por la historia y la opinión popular. Recuerdo estudiar El príncipe en la edición de Bruguera y recuerdo muy bien el examen oral en el despacho del profesor. ¿Cuál es el elemento mítico para Maquiavelo? Esa fue la primera pregunta. Lo recuerdo tan bien por lo nervioso que estaba. [1]
                Me he acordado de todo aquello de la Razón de Estado estos días a cuenta de la investidura fallida de Pedro Sánchez. No he querido ser exhaustivo leyendo en prensa todos los análisis y las diferencias a la hora de culpar a unos, a otros o a ambos. Y creo que se han dicho cosas muy interesantes y muy perspicaces. Por mi parte no dejo de asociar los acontecimientos con una perspectiva de Maquiavelo. ¿Qué es lo que tiene que hacer un príncipe para conservar el poder? Ese es el verdadero objetivo, todo lo demás es accesorio, secundario. No es tanto alcanzarlo apresuradamente, sino aprovechar la occasio. La Fortuna es una diosa de cabellos largos, pero a la Ocasión siempre la pintan calva. La virtú para Maquiavelo es, en el fondo, la habilidad para conservar el Estado, más allá de un contenido moral convencional. Y así ha obrado Pedro Sánchez con su Maquiavelo particular, Iván Redondo.
                Encarnamos en el asesor todas las influencias y consejos que ha tenido el presidente en funciones como simplificación, porque parece que el plan tenía varias ramificaciones posibles. Quizás el resultado fallido no fue un error, sino un paso previo en la razón de Estado. Si, por ejemplo, Pedro Sánchez quería evitar por todos los medios a Pablo Iglesias, lo está consiguiendo. Quizás fuera por el rencor de no haber conseguido la primera investidura, quizás fuera por temor a que le eclipsara el gobierno, quizás por las presiones de las que habló en la entrevista con Jordi Évole. De todo han hablado los especialistas.
                Otro escollo es eliminar el peso político de Podemos. Como partido, Unidas Podemos supone un rival frente al electorado que, tradicionalmente, ha castigado al PSOE votando a su izquierda. Ya se recuperó un poco el voto en las europeas y municipales, quitando fuerza a la coalición. Las disensiones internas de Izquierda Unida, Errejón o los Anticapitalistas hablan de lo acertado de plantear la negociación tal como se hizo. Otros pueden pensar que, como Susana Díaz, el apoyo de Unidas Podemos puede alzar al presidente sin tener que hacer concesiones realmente comprometidas con políticas de izquierdas, como derogar la reforma laboral del PP. Susana Díaz, en la Junta de Andalucía, supo utilizar a IU como escudo para unos presupuestos restrictivos y, cuando le convino, los abandonó. Así que, si Pedro Sánchez hubiera conseguido el apoyo para un gobierno de colaboración, saldría ganando. Y si no, pues tiene manos libres para plantear otras propuestas con menos concesiones aún.
                Parte de su electorado no quiere un pacto con Ciudadanos, pero otros muchos ven con inquietud la radicalización de Pedro Sánchez, así que, si Rivera acepta, al menos la abstención, consigue la presidencia y tranquilizar a amplios sectores de su partido y de los apoyos de su partido. En el caso de que el partido naranja se obstine en la negativa, el relato lo situará como irresponsable cómplice de los rojos. Están tocando todas las teclas, la llamada a la abstención del PP viene en la misma dirección. Si, por casualidad, sonara, mejor, pero no contamos con ello.
                El cálculo con los nacionalistas es muy parecido. Con la diferencia de que hay contraprestaciones locales. La buena sintonía mutua se ha aclarado en comunidades autónomas y ayuntamientos. El independentismo catalán está desinflándose y tampoco tienen muy clara la estrategia. Al contrario que en el periodo anterior cuando, frente al PP, parecía que cuanto peor, mejor.
                En unas futuras elecciones parece claro la debacle de Unidas Podemos que, más allá de que sus votantes consideren al PSOE como traidor, no estarán en condiciones de conseguir la presión suficiente para tirar de Pedro Sánchez, que no se fiará de ellos una tercera vez. Así que se cuenta con el trasvase de votos y con la abstención como indefensión aprendida. El miedo al trifachito puede beneficiar al PSOE como movilización útil, y, por otra parte, puede hacer que se pierdan en las divisiones los diputados para la derecha, desperdiciándose los votos que se reparten entre las tres propuestas.
                Quizás, digo, estemos en un proyecto a más largo plazo y Pedro Sánchez con su Maquiavelo particular. Ya sobrevivió a la Junta y consiguió la moción de censura. Un príncipe debe pactar si eso le ayuda a conservar el trono. Y debe romper el pacto si eso es necesario para el poder. Puede frustrar una negociación, manipular un documento o filtrarlo a la prensa si eso le permite alcanzar el trono. Pdro Sanchez es un político que ha demostrado su virtú, en el sentido maquiavélico y que cuenta con la Fortuna de su parte, o al menos, eso nos hace creer Tezanos. Todo está por hacer. Por el bien del Estado, por supuesto.


[1] También aprendí lo complicado que es para un alumno enfrentarse a un examen oral, aunque tenga cierta confianza con el profesor.

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