viernes, 2 de agosto de 2019

Reseña de Elena Román: ‘¿Qué hacer con Freud además de matar a Freud? Ediciones Liliputienses. 2017.


Resultado de imagen de elena román freud
Elena Román es cordobesa aunque reside en Toledo. Ha recibido tanto premios de poesía como de novela y son destacables sus poemarios  Ocho paradas en la arena (Fundación María del Villar Berruezo, 2006), Dagua (Villa de Pasaia, 2008), A propósito de los cuerpos (Littera Libros, 2008), Hogares de paso (Constantino Félix Maraña Sánchez, 2008), Veintiún bisontes (La Bella Varsovia, 2008), Lo circense (V Universos, 2008), Destrucción de algunos tópicos sobre lo incierto (Olifante, 2011), Esta dichosa ansiedad doméstica (Devenir / Juan Pastor, 2011), Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea (Diputación de Granada, 2011), La bombilla incandescente (Edigol, 2011), I.M.I. (Nausicaa, 2011), el ebook Zaquizamí (Descrito Ediciones, 2011), Autosuficiencia en la (Liliputienses 2012), Hombre desatornillando caminos (Constantino Félix Maraña Sánchez, 2012), Será genealogía (La isla de Siltolá, 2012), Vernier (Ayuntamiento de Losada, 2014), Hay menú económico (La fragua de metáforas, 2015), Ciudad girándose (Baile del Sol, 2016); Pan con pan (La isla de Siltolá, 2016). Suya es una de las voces más personales de la lírica actual, especialmente dotada para el manejo de lo onírico y las técnicas heredadas del surrealismo.
                Concretamente este volumen está totalmente orientado en este sentido: “He aquí una gran parte de los sueños que he tenido desde finales de 2015 hasta finales de 2016”. Puede hacer gala de cierto desaliño en sus versos, como decía la propia autora: “Los versos que más me gustan / son los de medio kilo, / los que parece que no están / hechos del todo pero crujen” (Preferencias por) en Autosuficiencia en la (Liliputienses, 2012).
                Las metáforas y el uso de imágenes son el punto clave para esta poética: “Tiene que haber un sistema para ordenar el neceser / de forma que quede libre un compartimento / para el frasco de la ternura” (El frasco de la ternura); “Lo minúsculo no se puede coser”. El otro punto de apoyo es la estructura, en cierta forma narrativa de los poemas, que, además, se van enlazando en una única historia subyacente: “Iba a amanecer y esperaba / que el hombre a quién amé / durante más de un lustro / llegara para concretar entre los dos / cómo podíamos bailar / y de qué nos disfrazaríamos” (Amanecer como verbo). Narraciones en sentido estricto (Helado sobre helado; “No se ha subido el caballo y me dice / que está cerca el tornado / y que podemos irnos a casa / a caballo los dos” (Futuro inmediato: funeral), escenas (Rock chino)… Y sobre todo viajes (Por lo suelos; “Así, no voy a llegar tarde / porque el tiempo se ha prolongado / para que me vaya / cuando estaba dispuesta a quedarme”, Si me quedara; “Hoy es el último día / y ni siquiera he empezado con el equipaje” (Maleta en la orilla). Un símbolo muy recurrente es la maleta, como elemento básico del viaje, como memoria, como identidad, como pérdida y la angustia.
                Como materia de los sueños están los deseos, recurrencias, miedos, la angustia sobre la pérdida (Del Hotel); “Me preocupa lo que significa / y me emociona lo que predice” (Ser un insecto). Metamorfosis de paisajes, de rostros, de situaciones, metáforas de un mundo líquido e incomprensible que apenas podemos intuir: “Aunque sus intenciones son amorosas, / yo no quiero que me encuentre, / me da miedo” (Tornillo). No podemos evitar sentir cierta claustrofobia al introducirnos en este universo onírico de Elena Román en el que parece que no existe la posibilidad de salir “Me enamoré del hombre y me siguió a la casa, / le dejé pasar y cerró la puerta /… /. A pesar de la confusión y el horror, / continuaba siendo la casa más bonita del mundo” (La casa más bonita del mundo). Lugares que invitan a la claustrofobia, los cuartos, el baño y a la inmensidad amenazante del mar y las orillas.  Escenas de angustia como los exámenes: “Estoy haciendo un examen / y en algún momento advierto / que una mujer me mira desde la puerta /… / y continúo respondiendo / hasta que llego a la pregunta / en la que se me pide que diga / quién es Elena Román” (Nota alta). Figuras amenazantes: “El demonio es pequeño / le muerdo la cara /… / Una anciana da a luz antes de morir / a una niña pequeña / y esa niña tiene / la cara de una anciana / antes de morir: / su voz me revela / que debería morderle la cara” (Morderle la cara).
                El contrapunto también aparece, la posibilidad de la belleza y la felicidad: “Se hace de noche y es hermoso / ver el mar tras las ventana / y absorber la tranquilidad necesaria / para el resto de nuestra vida” (La clave es bajar); “Y cuando levanto la cabeza descubro / que el amanecer es maravilloso” (Vigilia).
                Difícil e inútil pretender encontrar las claves explicativas para unos textos que premeditadamente avisan que son oníricos. En todo caso, disfrutar de las imágenes, de las situaciones, entenderlas a través de la piel en sus contradicciones: “Tengo que reconocer que en el Sáhara se está bien, / en esta casa construida en el fondo del océano, bajo las dunas, / y eso que al principio me agobié un poco / porque para bajar tuve que aguantar la respiración / hasta que se me acostumbraron los pulmones” (La vida en las casas del océano); “Y llegó, por fin, a la plaza cuadrada / y a la parada del autobús, donde no está mi pensamiento. / No me sorprende, / me lo robaron porque lo dejé ahí, solo” (En lo cuadrado se enchufa mi pensamiento).
                Hasta cierto punto puede parecer inevitable la presencia de Kafka (La cucaracha barroca) –aunque no encontremos huella lorquiana en estos versos– cuando lo que se intenta transmitir es el sinsentido: “Se trata de explicar quién soy, / de dónde vengo, / a dónde voy / y contar lo que quiero sobre mí” (Antes/Después). Todo da la sensación de ser un símbolo por el hecho de decir que son sueños. En realidad, la realidad está poblada de símbolos. Se recurre a la escritura automática, no de palabras, sino de acciones y queda un cierto regusto al Bob Dylan más críptico (Media mitad a medias): “Somos muchos esperando / en el Registro Mercantil. / Tengo que escribir un cambio / de una empresa de la que no sé nada / y tengo que inscribir también / aunque no proceda en este organismo, / un nacimiento y la renovación de un DNI” (Aunque no proceda)
                El libro se plantea como un interrogante, como una investigación ontológica, pero lleno de ironía, Invita a interpretar más allá de los tópicos sobre los sueños; como si pidiera ayuda en la interpretación de uno sueños una vez descartado Freud: “Y hablo con él y me enamoro… / como en todos los sueños” (Hacia atrás vuelo y me enamoro). Y, como en los sueños suceden muchas coas: “Visito a la familia del hombre a quien amé / durante más de un lustro / y su casa ha mejorado porque / han arreglado el jardín / y han puesto una piscina donde paseo” (La jirafa loca);
copiar (En la isla)

No hay comentarios:

Publicar un comentario