miércoles, 14 de agosto de 2019

Reseña de Celia Corral Cañas: ‘La voz del animal bajo tu piel’. Bajamar. 2018. 1ª Edición 2017


Resultado de imagen de celia corral cañas
Celia Corral Cañas es licenciada y doctora en Literatura española y actualmente es profesora en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Ha conseguido varios premios en relato breve y poesía y este es su primer poemario que cuenta con el prólogo de Rafa Pontes. Se trata de un libro conceptual alrededor de la animalidad del ser humano, la “máxima expresión del humanismo”, como nos resume el prologuista. La autora va eliminando capas para que se escuche la voz de animal que está oculta entre las capas de artificio y tradición: “¿Por qué los animales? Me preguntas. / ¿Acaso los conoces demasiado? // Y se asoma una ardilla en tu pupila”. Parafraseando a Terencio concluye que “Nada de lo animal me es ajeno” (Animal soy).
Desde el punto de vista formal encontramos poemas cortos, micropoemas, haikus y otros de mayor entidad en los que se da rienda suelta a la musicalidad y a expresar las ideas más desarrolladas. En este volumen podemos apreciar sintonías como con María Sánchez y su Cuaderno de Campo por su cercanía con el mundo natural, pero sobre todo con David G Lago y Animalicémonos (donde precisamente se cita este libro): “El animal herido que hay en ti / presiente en las palabras un consuelo / y lame con cuidado los recuerdos, / la sangre del terror, la cicatriz”.
La animalidad se va mostrando en diferentes hábitats y con diferentes sentidos cubriendo todos estos aspectos que el instinto mantiene: “Como todo es posible en el océano, / en él viven suicidas, maremotos, / naufragios y navíos, sol y luna” (El océano); “Porque aunque se descubre elegante / … / no olvida su pasado de gusano, / recuerda el mal sabor de lo terrestre / y sus alas palpitan cuando sueña / que aún repta su estómago en el suelo” (Trastienda).
El laberinto cuenta con una araña lo que Germán Coppini en aquella locura de Colecciono Moscas. En La lenta crueldad de lo invisible centra su atención sobre la medusa: “Mortales e inmortales las medusas, / temidas y admiradas como diosas /…/ Porque son divinidades marinas / carecen de cerebro y corazón.” No es una metáfora el animal del hombre, además de aprovechar ese recurso, hay también una voluntad de acercarse a la vida animal en sí misma, como un zoólogo. Así como la relación con los humanos. “Primero nos amaron como a santas, / símbolos de la paz, nos definieron. / Ahora, sin embargo, nos detestan, / nos llaman, con desdén, ratas aladas //. Nosotras solo somos las de siempre. / Nosotras siempre les tuvimos miedo” (Hermenéutica).
Uno de los aciertos es superar la alegoría con sentido del humor como en Fratricidio: “Mirar al otro lado del cristal / de la pecera es descubrir el torpe, / absurdo y sinsentido movimiento / de un puñado de extraños animales. /… / No tendrán nunca sus extremidades / la bella agilidad de mis aletas” (Pecera). Y sobre todo quitar cualquier intención moralizante, no son animales de fábulas didácticas.
Apoyándose en citas de Benedetti, Carlos Edmundo de Ory o Miguel Henández, las inmensas posibilidades de comparación con cada uno de los animales permiten a Celia Corral explorar distintos comportamientos humanos y mostrarse a la par intensa y pasional como analítica: “Quizás nosotros solamente somos / dos pájaros volando libres, jóvenes, / dos pájaros nacidos de los ojos / de una persona inmóvil en su jaula” (Quizá nosotros).
“El miedo nos devuelve nuestras garras,
nos recuerda la fuerza de los dientes;
el inmenso poder de nuestra ira
despierta en nuestro cuerpo sus instintos.
Todos seremos bestias en la selva.
Sin párpados, sin labios, sin metáforas.
El mundo será entonces la gran jungla,
un bosque enfurecido, un bestiario.” (Regresión)
La segunda parte, empieza con haikus: “Nuestros fluidos / nos recuerdan que somos / solo animales”; “Nuestra informática / no intuye terremotos / sí las hormigas”; “Es el humano / el peor animal / para el humano”. Son especie de sentencias y máximas para luego recuperar un aliento mayor en la tercera parte: “Del techo de las piedras comprendió / la historia de las flores y las ruedas, / … / la sal de lo terrestre le enseñó / a ver con otros ojos a las nubes / a imaginar el mar como un planeta, / a entender la ilusión como parábola, / a amar la entereza de los árboles”. Esta última parte termina también con poemas de dos versos volviendo al tono de sentencia: “La voz de elefante se parece / a la piel pensativa de esta noche”; “si atiendes a la lluvia escucharás / el lobo enfurecido que custodias”
Con el tema de las edades se pueden hacer comparaciones, desde la fila de patitos símbolo de la primera infancia a las cebras adolescentes y a la figura mítica de Juan Salvador Gaviota. Terminaremos con la madurez de la tortuga. Quien lo probó lo sabe.
“La nube de mi estómago habitan
dos aves con cristales en las alas,
mariposas risueñas pero tímidas,
un erizo de mar junto a un caballo
de tierra con un nido de dragones
recién nacidos bajo la tormenta.
Por eso a veces oyes mil maullidos,
oleajes nocturnos, esperanzas
y la eterna canción de lo imposible”
Y a continuación la autora prueba a mostrar lo que se aprende de los animales:
                                               “El perro me enseñó a ser amada.
El gato me enseñó a ser amante.
El pájaro, a pensar la libertad.
El hámster, a apreciar la inteligencia.
Los peces me enseñaron a temer
el lado más viscoso del suicidio.
Los dragones, por último, a admitir
que nada es imposible en la tormenta”
En el universo de Celia Corral conviven este tipo de imágenes y referencias con otras más contemporáneas como Murakami o los anime: “Tenía un unicornio en la mirada /…/ las sombras de Totoro entre la lluvia /…/ y mando las escamas de las piedras de este terreno de caminos rectos / cosieron mil heridas en sus párpados, / huyó a algún lugar desconocido / más allá de la luna de la luna”. El largo poema La oscura intimidad de la medusa, por su parte tiene un lejano parecido con Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa: “Tu carne sabe a historias y a animal. / eres solo real; solo inventado /…/. A veces quien escribe, otros quien lee / y otros, como ahora, el poema /… / Me preguntas por qué este bestiario, / aquí esta zoología de extravíos. // Y en tu sonrisa se columpia un búho”.
                Démonos un paseo por el lado salvaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario