domingo, 12 de enero de 2020

El mejor profesor del mundo. Los imaginarios de la enseñanza en el cine (I)

Las aulas son un escenario muy socorrido para el cine. Podríamos hablar de un género en sí mismo, como el western o las películas de artes marciales. Y, como en cualquiera, hay buenas y malas cintas. Indudablemente encontraremos diferentes enfoques y unos serán cómicos, otros más realistas, más documentales. Unos preferirán denunciar los excesos del pasado y otros se posarán en barrios desfavorecidos. Desde Adiós, Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, 1939), pasando por Rebelión en las aulas (To Sir, with love, 1967) hasta Sister Act: una monja de cuidado (Sister Act, 1992), Escuela de Rock (School of Rock, 2003 ), Profesor Holland (Mr. Holland's Opus, 1995) o Mentes Peligrosas (Dangerous Minds, 1995), la figura del profesor comienza el curso con una falta de conexión total con su alumnado, para luego ganarse su respeto gracias a la honestidad en su trabajo y la realización de algún acto heroico, normalmente fuera del ámbito de lo estrictamente académico. Más que el hecho mismo de enseñar –da igual la asignatura– lo que parece importar es la conexión en sí misma, que es la llave mágica para que los alumnos se dejen llevar y, sin que aparezca ningún otro tipo de trastorno del aprendizaje, alcancen los objetivos de convertirse en hombres y mujeres de provecho.
     Películas de denuncia del sistema educativo como El muro (Pink Floyd, The Wall, 1982) siguen teniendo vigencia en el imaginario colectivo, quizás apelando a las más que seguras malas experiencias que todos hemos sufrido entre las paredes del aula. Sin embargo existen también cintas llenas de ternura como Hoy empieza todo (Ça commence aujourd'huI, 1999) y la directamente documental Ser y tener (Être et avoir, 2002). El cine francés ha ofrecido algunos clásicos memorables para la historia del séptimo arte, en especial Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959) donde Truffaut, a través de su alter ego, Antoine Doinel, nos hace partícipes de su rebeldía contra el sistema que se añadirá, sin duda, al imaginario de las revueltas estudiantiles de la década posterior.  En esa misma línea, la descripción de la falta de adaptación de un personaje rebelde sin causa, tenemos El té en el harén de Arquímides (Le thé au harem d'Archimede, 1984). Muestra el fracaso en la integración de los argelinos de segunda generación en las barriadas, banlieue. El instituto es solo una de las instituciones que ha fracasado en esa integración. La clase (Entre les murs, 2008) y Profesor Lazhar (Monsieur Lazhar, 2011) son valiosas películas para acercarse a lo que es la educación multiétnica dentro de los entornos desfavorecidos.
     A menudo las películas sobre educación se confunden con las novelas de aprendizaje o Bildungsroman. Sobre todo porque el periodo básico para el aprendizaje escolar es la infancia y la adolescencia, la primera juventud a lo sumo, que representa, por supuesto, el momento vital de aprendizaje y el paso a la edad adulta. El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985) podría ser un buen ejemplo. La preciosa Cartas a Iris (Stanley & Iris, 1990), se aparta de este marco temporal. Stanley (Robert De Niro) aspira a dejar el analfabetismo con la ayuda de una voluntariosa Iris (Jane Fonda). En la mayoría de las ocasiones, las aulas no son el principal motivo para la maduración personal, sino más bien son el escenario accidental para que se desarrolle la vida de los protagonistas. Una gran película como Elephant (2003) más que sobre educación es una valiosa reflexión sobre la violencia. Un caso similar es La ola (Die Welle, 2008), que alerta de la facilidad con la que el fascismo puede calar en una sociedad.
     No solo dentro de las aulas existe aprendizaje. Podemos recuperar películas de educación fuera del ámbito académico, como La fierecilla domada, obra de Shakespeare con varias adaptaciones, como la de Franco Zeffirelli, La mujer indomable (The Taming of the Shrew, 1967) o la de Carmen Sevilla La fierecilla domada (Antonio Román, 1956). En un tono que sería hoy en día intolerable, un marido “educa” a su mujer reduciendo su voluntad. Ella, reacia a casarse, acaba enamorada totalmente y rendida a los pies de su marido y educador. Incluso la Historia de O (Histoire d’O, 1975) pretende ser un relato de educación. El rey y yo (The King and I, 1956) y la posterior versión Anna y el Rey (Anna and the King, 1999) son dos ejemplos de institutriz que, además de enseñar los contenidos y los modales, transmite una aculturación a los hijos del rey de Siam. Mary Poppins (1964) lo hace a los hijos de un matrimonio británico acomodado con una adaptación incomprendida. La excéntrica institutriz en la obra original es mucho más severa y menos carismática, al menos en un principio. En El hombre sin rostro (The Man Without a Face, 1993), Mel Gibson, apartado de la sociedad por su rostro desfigurado, se hace cargo de la preparación de un chico para West Point. El milagro de Ana Sullivan (The Miracle Worker, 1962) ofrece el relato basado en la terrible historia de Hellen Keller, una niña sordociega. Hijos de un dios menor (Sons of a Lesser God, 1986) sería una versión menos trágica. De nuevo Truffaut es un buen ejemplo con El pequeño salvaje (L'enfant sauvage, 1970) para contar la emocionante historia de un niño feral real y los intentos de un ilustrado por enseñarle el lenguaje. My Fair Lady (1964) aborda el mito de Pigmalión adaptando una obra de George Bernard Shaw. El profesor Higgins (Rex Harrison), especialista en fonética, apuesta que puede convertir a cualquier muchacha de clase baja en una señorita de la alta sociedad porque, a su juicio, es el habla el elemento clave que determina el éxito social. Elza Doolitle (Audrey Hepburn) se expresa en un terrible cockney y terminará por comportarse como una dama distinguida y, de paso, conquistará el corazón de su brutal y misógino mentor. Pretty Woman (1990) podría ser una versión bastarda. 
     Pinocho (Pinocchio, 1940) traduce de manera muy elocuente la necesidad de una educación moral de la conciencia como requisito para asimilar la educación académica. La isla de los juegos es una metáfora maravillosa en la que los chicos disfrutan de todos los placeres, la diversión, el juego y la bebida, convirtiéndose literalmente en burros que luego aprovecharán para hacerlos trabajar sin descanso. La crítica moderna de la alienación de una juventud que no se esfuerza en el trabajo.
     No se puede decir que no haya intentos de llevar a la pantalla los problemas y las dinámicas reales de las aulas. La serie de televisión Compañeros (Antena 3, de 1998 a 2002) lanzaba campañas en los institutos solicitando temas e historias para incorporar a los guiones, aunque optara, como Al salir de clase (Telecinco, 1997-2002), Física y Químca (Antena 3, 2008-2011) por el lado más melodramático, cómico y escandaloso de la vida escolar. Segunda enseñanza (Televisión Española, 1986) fue también una serie que procuraba una visión más realista del entorno de un Instituto. Cientos de series de cualquier nacionalidad explotan el lado más cómico de las relaciones escolares como la serie animada de Disney, La banda del Patio (Recess, 1997-2001).

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