jueves, 15 de septiembre de 2022

Reseña de José Luis Morante: ‘Planos cortos. Aforismos y el cine’. Trea. 2021

Planos cortos - Ediciones Trea

 

Haríamos poca justicia si a José Luis Morante lo encasilláramos solo dentro de la categoría de poeta, de crítico o de aforista. Es mucho más que eso, en su escritura son todos los elementos los que se entrelazan y se apoyan unos en otros. Su afán por disfrutar de la belleza, por analizarla, por vivirla se traduce en su poesía, en sus estudios, en la manera que tiene de hacer crítica y en estos aforismos que ha dedicado al cine. En el prólogo de Juan Varo Zafra se clasifican de manera ejemplar los tipos de aforismos que encierran estas páginas: los que critican una película o género; los que recuerdan; el cine como metáfora de la vida; las vivencias relacionadas con experiencias personales o ética.

Una de las características esenciales de la labor aforística de José Luis Morante es su carácter poético, que lo emparenta precisamente con Juan Ramón Jiménez del que hizo una notable compilación de ideas aforísticas. Así leemos destellos poéticos concisos: “Cine, oficio de la luz”;  “La intimidad visual despeja incógnitas que no pertenecen a ninguna ecuación”; “Hay muertes que parecen hechas para ser vividas”; “Por las animaciones de Walt Disney sobrevuela, sin juncos ni fango, los élitros transparentes de las libélulas”; “Duele. La marca de cicatriz tiene dentro un parásito: el pasado”; “En la miel de sus ojos, la traición zumba como un enjambre”; “Los reproches tienen las manos frías”; “Sesión continua para morder sustentos de soledad”; “La tristeza desubica los ojos, como un impulsivo golpe de luz”; “Era un espectador fuera de sitio, de verso suelto”; “Cine, poesía en los ojos”; “Sé que donde acaba el mar empieza el cine”; “Cine: claridad que viene de sombra”;  “No sé descorrer el cerrojo de la mirada ausente”…

En estos aforismos hay mucho de autobiografía: “El tren me adiestró como espectador. Fulguración intacta en la profundidad del recorrido, tras la pantalla tonal de los cristales”; “Hábito. Antes de sentarme en la butaca descubro el proyector de luz. Recuerdo a Platón mientras cambia las asimetrías rocosas de la pantalla, esa caverna intuida”; “los días lectivos tienen algo de puesta en escena; un poniente reticular con defectos de forma”; “Matinal: actividad colectiva para solitarios”; “Cerraron aquel cine de mi infancia. Perdido en sus butacas, el niño sigue viendo la vida en blanco y negro”… Pero es una autobiografía con la que nos sentimos identificados.

Disfrutamos con las apreciaciones críticas sobre géneros, autores y películas: “La voluntad de rodar: fértil simbiosis de mirada, pensamientos y poesía”; “El surrealismo pone a casi todo puntos suspensivos”; “Los guiones futuristas copian sus párrafos de algún manual de advertencias”;  “El ojo táctil del cine histórico es un topo que cava dentro el « no fue así »”; “Hay interpretaciones inadvertidas en las que aflora el sujeto real”; “Plano de detalle. Otro milagro de la primavera: el brillo laboral de la lombriz”; “Neorrealismo. Las imágenes en blanco y negro atendían el hedor de la calle. Comida a medio hacer”; “Tecnología, sable del samurái posmoderno”; “Todo guion exige callar algo”; “Cuánta intriga en las películas donde no pasa nada”.

La virtud de un aforista consiste en la identificación con el lector, una identificación que muestre asombro, o esa curiosa cualidad que tiene lo cotidiano de hacerse invisible y que requiere de un observador cuidadoso y lúcido que lo evidencie. “Los sueños accidentales tienen problemas de montaje; son frustradas grafías de humo”; “En las entrañas de cada interpretación existe una epifanía íntima”; “Como películas de estreno, todo asombro es inédito”; “El nihilismo pregona ver cine con los ojos cerrados”; “Una verdad que todos reclamamos como propia: la decepción”; “Lo mejor de los sueños es su incumplimiento arbitrario”; “Hay fotogramas que redactan verdades inadmisibles”; “La vida social no existiría sin el cine. Somos una incontenible avalancha de actores”; “Nunca discuto con la suerte. Es un director de reparto que nos convierte a todos en extras”. Precisamente lo resume en un aforismo: “El ojo, inquieto, sabe que mirar no es suficiente”; “Si las cosas existen a través de mis ojos, alguien mira con atención fingida tras la cuarta pared de otra película”.

Por último, se espigan aforismos que son como dardos: “Tuvo suerte, su larga biografía de mal actor inspiró una enciclopedia del fracaso”;  “Un entusiasta de la interpretación. Aplaude lo mismo el minimalismo gestual que la sobreactuación”; “Desenmascarado por su propensión al pacifismo, perdió todas las guerras”; “Cuando Arthur Schopenhauer definió el mundo como voluntad y representación, ¿qué película veía?”;  “Improvisó en el cásting para interpretarse a sí mismo. Fue rechazado por falta de convicción y autenticidad dudosa en el papel”; “Su anarquismo por fin encontró una causa práctica: la autodestrucción”.  “Aturdimiento. Al salir del cine se apagó la mente”.

Ingenio, sensibilidad, inteligencia y buen ojo para mirar el cine, la literatura y la realidad.

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