viernes, 14 de abril de 2023

Reseña de la revista Ítaca, nº 8, Invierno, 2023.

 


Isabel Marina está consolidando esta revista con colaboraciones de altura que ofrecen textos de calidad incuestionable. Después de las palabras iniciales de la directora, el psicólogo Andrés Calvo Kalch resume la utilidad terapéutica de la poesía, “la poesía – resalta– favorece la intimidad y la introspección, la pregunta autocrítica, la curiosidad hacia la vida”. Estas consideraciones son una de las marcas más personales de Ítaca.

Uno de los platos fuertes es la entrevista que Isabel Marina hace a Piedad Bonnett, en ella se comprueba una amplia percepción de la poesía, “se escribe poesía desde la oscuridad de la entraña, tratando de llevar a ella un poco de luz”, “la poesía puede ser un instrumento de resistencia personal, el cuarto propio donde nos apertrechamos cuando el mundo nos resulta insoportable. Pero puede ser también una posibilidad de resistencia política”. Para ilustrar esta entrevista se acompaña una selección de poemas: “pido al dolor que persevere. / Que no se rinda al tiempo, que se incruste / como una larva eterna en mi costado // para que de su mano con tus ojos intactos resucites, / con tu luz y tu pena resucites / dentro de mí”.

Otra de las joyas de este número son las notas que Luis Rosales Fouz hace de su padre, con abundantes anécdotas y citas: “siempre dejaba un rastro de admiración y simpatía”. Una visión muy cercana de uno de los grandes poetas del siglo XX en España.

José Cereijo ofrece un breve texto en el que reflexiona sobre “ciertas historias, ciertos poemas, algunas –excepcionales– creaciones artísticas, misteriosamente capaces, ellas también, de ser inagotables, o apuntar al menos en esa dirección”.

La selección de poemas comienza con unos haikus de Miguel Ángel Alonso Treceño (“Noche pausada. / Los álamos del río / filtran la luna”; un poema de Margarita Álvarez  Rodríguez (“La luz se deshila entre nubes fugitivas, se deslíe en un aire de albas arreboladas, / viaja entre las hojas aladas de los árboles”); Luis Bagüé (“Prefiero la energía / dramática de la metamorfosis: / lo que le pasa al poste de la electricidad / cuando le salen ramas”); Ismael Cabezas (“Y nunca nos encontraremos, /nunca besaré tus delgados labios, ni tus pezones delicadamente violetas”); Francisco Díaz de Castro (“He vuelto a la ciudad en que fui joven / hace ya muchos años. Reconozco los sitios”); Teresa Garbí (“El bosque está conmigo. // La lluvia ha cruzado la habitación / y el viento la ha empujado lejos”).

Dionisia García envía un poema sobre el último libro de Isabel Marina. Jacob Lorenzo escribe una elegía (“Ya no me habita nadie, / solo la luz del frío entre los huesos, / solo la lucidez de la inminencia”); José Luna Borge (“No pudo soportar tanto silencio, / como dejara su fiel compañero / y se fue abandonando, poco a poco, / en manos de la noche destemplada”); Lola Mascarell (“crecer para el olvido / con esa dignidad que es ignorancia”); Ana María Reviriego (“Mira cómo su flauta y sus violines, / siguen ahora líneas afinasdas / y simulan no acordarse de la primavera”).

Continúan Marta Pumarega Rubio (“Te escribo para salvarte de la tierra. / Tengo miedo / de dejar de hacerlo y que no vuelvas. / Cuando te escribo aún estás vivo”); Sandra Sánchez (“En la radio, suena el saxo de Charlie Parker / y yo me asomo a tus ojos y diviso a lo lejos / el mar azul de California”); Blanca Sánchez Braza (“lagrimas de lluvia sobre la tierra baldía / petricor te llaman los que buscan definirte”); Elena Román (“Pero esto no ocurre nada más que aquí, / donde las cosas ocurren por primera vez / y nadie puede verlas”); Marcos Tramón (“Tal vez sea, el último de los límites la culpa atormentada, sin justificación. / Hoy cojo el autobús, vuelvo a mis límites / Y no puedo evitarlo. También yo”); Ana Vega (“Nacer, / Deseando / Aprender / A nadar / Antes / De ver / El agua.”).

En el apartado de reseñas, Carlos Alcorta disecciona con su excelencia habitual Indicios racionales (Polibea), aforismos de José Luis García Martín; Jesús Cárdenas da buena cuenta de Un árbol que tiembla (El sastre de Apollinaire), de Isabel Marina; un servidor se recrea en los aforismos de la siempre solvente Carmen Canet, Cípselas (Polibea). Isabel Marina reseña Los daños (Tusquets) de Lorenzo Oliván y Juan Francisco Quevedo termina el volumen con la recopilación Inventario de desperfectos de Nicolás Corraliza (Huerga y Fierro).

Un número extraordinario del que me enorgullece haber formado parte.

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