domingo, 1 de septiembre de 2019

Miedo me dan


Uno no puede evitar tener las orejas puestas, como decía Mafalda, y así está expuesto a escuchar de todo. Una de las cosas que me dan más miedo son las argumentaciones que se pueden difundir para justificar lo injustificable. Digo difundir porque me da la impresión de que no son conclusiones a las que mucha gente llegue por sí misma, no son inventos que coinciden evolutivamente. La sospecha es que se adhieren a los discursos como virus inoculados desde quienes se dedican a pensar este tipo de argumentarios. Sospechosamente tan iguales que da pie a pensar en un origen común.
                Cualquier cuestión polémica, y más en el mundo incierto de las redes, acaba encastillando los discursos. Cualquier asunto de actualidad que se haya posicionado en la arena política es susceptible de manipulación emocional y ser pasto de los más rastreros argumentos. La Ley de Memoria Histórica prohíbe los homenajes al franquismo y por eso se cambian los nombres a las calles y se eliminan las estatuas y las placas. Entonces saltan muchos a los que el franquismo no les parece tan execrable, con el tiempo que ha pasado, a la vez que suspiran por el Imperio Español y contraatacan con los crímenes de los republicanos durante la guerra. Un argumento miserable es el del presupuesto. Típico de la demagogia más insana. Debemos gastar en banderas españolas gigantescas, pero retirar unas placas o cambiar unos rótulos es despilfarrar. El caso de Córdoba es más que paradigmático, después de efectuar los cambios, el nuevo consistorio ha vuelto a los antiguos. Ahora no importa el dinero, ni mirar hacia adelante olvidando el pasado…
Por ejemplo, todo lo que tenga que ver con el feminismo. Uno de los temas que más rápidamente se sacan de quicio. En parte, pienso, porque dejan en evidencia a quienes pensamos que lo hacemos todo correctamente, que actuamos honestamente y nunca tenemos una mala intención. Que nos digan a la cara que nos queda parte del patriarcado nos revuelca de la silla. No, no puede ser. Deben ser unas histéricas, porque yo en ningún modo…
                Un peligro muy grande proviene del negacionismo implícito en estas quejas y en el victimismo de quienes se quejan de las víctimas. La derecha se ha desgajado para poder así mantener dos discursos paralelos, uno más calculado y dentro de los parámetros de lo políticamente correcto, y otro más feroz, más atávico, más cruel donde se pone al descubierto la verdadera piel. Conjugar ambos es complicado. Muy complicado. Un ejemplo. ¿Qué hacer ante un minuto de silencio que se celebra por una víctima de violencia machista? Si se participa se cede ante el feminismo hegemónico y malvado. Si no se hace queda una como una insensible. La concejala en cuestión se mantuvo al margen del resto de la corporación. Así se puede estar y quejarse a la vez.
                Quienes pretenden acabar con el término de violencia de género para sustituirlo por “intrafamiliar” no sólo dejan desprotegidas a aquellas víctimas con las que el agresor no tiene relación de parentesco, también ocultan una insensibilidad paradójica. Son los mismos que piden aumento en las penas. Ahora bien, quienes piden la cadena perpetua son los mismos que dudan de los testimonios de las víctimas, son los mismos que con toda la desfachatez del universo proponen que la única relación segura sea la prostitución. ¿Para qué sirven entonces las penas si la justicia no aplica la perspectiva de género y no entiende la situación psicológica de las víctimas?
                No es la única coincidencia. En un meme que circula por las redes se insiste en que un hombre que viola y asesina a una mujer, es un asesino. Sin más adjetivos. No es machismo, es un asesino, es un violador. Si cambiamos las víctimas y habláramos de los asesinados por el terrorismo, ¿diríamos también que no son terroristas, que son asesinos sin más? Sabemos y nos parece adecuado que tengamos penas más duras para quienes practican el asesinato dentro del terrorismo que para un asesinato común. ¿No deberíamos tener la misma consideración con las víctimas del machismo?
                Estos juegos malabares se plantean en los despachos y se lanzan las consignas a través de los medios. El juego del despiste, vamos a mezclar los ataques con los prejuicios hacia los emigrantes. Vector manadas-de-menas-violadores. Este es un buen argumento porque mezcla la xenofobia y el racismo con el miedo más cerval. Y si, además, condimentamos con números y porcentajes entonces tenemos a la audiencia convencida reenviando mensajes.
                Es cierto que algunos crímenes de género tienen protagonistas que son extranjeros, comunitarios y extracomunitarios. Pero también es cierto que otros tienen armas por ser cazadores o miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. A nadie se le ocurre pensar que ser miembro de la Guardia Civil da una propensión a la violencia, y mucho menos de género, aunque conozcamos casos de expulsados del Cuerpo por cometer una violación –y estar a la espera de otros juicios–. Inferir el miedo al extranjero para despistar del hecho de que el machismo mata, da igual qué religión o país de origen tengan los agresores. Puestos a sacar conclusiones, el hecho es que todos son varones.
Otra estrategia entra dentro del juego del cinismo: ¿para qué sirven los minutos de silencio?
                Curiosamente es el mismo argumento que han venido utilizando los abertzales para negarse a condenar la violencia de ETA. Ellos decían que las condenas y los minutos de silencio no acaban con la violencia. Pero mientras unos abogan por la negociación –o rendición–, ahora se habla de la cárcel. En el fondo es justificar la violencia terrorista.

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