lunes, 9 de septiembre de 2019

Perdonen las disculpas


Así se llamaba un disco de los Chanclas, aquel grupo de Los Palacios famoso por sus letras cómicas y costumbristas, algo surreales y muy cansinas a veces. Agropop tuvieron la desfachatez de llamarle a su movimiento en pleno auge de presunción. No deja, sin embargo, de tener su gracia. Suena un poco al pequeño lío que se puede hacer uno al hablar y mezclar dos expresiones coloquiales, que si perdonen las molestias a medio camino con pedir disculpas. Un contrasentido al que quizás pueda sacársele algo más de punta.
                Muchas veces me pregunto a mí mismo por qué escribo. No como si fuera una entrevista imaginaria, pero leo de vez en cuando muchas respuestas a cuestiones como esa. Unos dicen que porque no tienen otro remedio. Otras porque así se explican a sí mismas. Algunos para conmover. Pocos para conseguir reconocimiento. Hay, indudablemente, escritores que no pueden parar de soltar frases y encadenar argumentos, verbos y conjunciones como si tuvieran que escribir el universo antes de las diez de la mañana.
Yo escribo para disculparme. La palabra disculpa es interesante. El prefijo dis, según la acepción del diccionario de la Real Academia indica negación o contrariedad, como en discordancia o disconformidad. Así que la disculpa es la negación de la culpa. Habitualmente uno acepta las disculpas de alguien en el sentido que reconoce su error y quiere enmendar el ánimo. Es decir, la disculpa no es na negación de la culpa sino su reconocimiento. No deja de ser curioso cómo se van formando las palabras y cómo se olvidan los presupuestos semánticos en algunas de ellas.
                Cuando me pregunto a menudo qué sentido tiene escribir no alcanzo a darme una respuesta concreta. Sé que me sirve para ordenar las ideas, sobre todo en estos momentos en los que parece que se me escapan los razonamientos y todo queda en una vaga intuición de lo que estoy a punto de decir. Supongo que serán los años arruinando la poca lucidez que nunca he tenido. Sin embargo, procuro dar a conocer lo que escribo, no todo, pero sí que utilizo esta plataforma para poner a disposición de quien quiera mis palabras y mis pensamientos.
                Sé que no trato de convencer a nadie. En parte porque soy muy escéptico en ese sentido. Creo que más que convencernos, normalmente leemos para corroborar nuestros juicios previos, incluso para corroborar nuestros prejuicios (que no es exactamente lo mismo, en el primer caso nos hemos tomado la molestia de analizar algo, en el segundo, nos apuntamos a la corriente). Quizás pueda contribuir a dar argumentos a alguna de mis ideas que coincidan con las de alguien más o a contribuir a despejar la falsa sensación de hegemonía de quienes piensan de otra forma. Ahí lo dejo.
                Me motiva escribir sobre aquello que me indigna. O me sorprende. Un poco la perplejidad a la que aspiraba Maimónides. Una perplejidad de andar por casa descalzo, de poco alcance, de poco mundo. Las palabras, los comunicados, la desigual indignación entre las personas. Este es el tipo de cosas que me motiva sentarme a escribir.
                Se agradecen las palabras, las conversaciones, incluso las críticas. Se siente uno menos solo. Pero estos días que llevo pensando, me han llevado a creer que no es cuestión de conseguir aprobación, ni incluso lectores. Para eso es casi mejor una conversación real con amigos reales. Pero, ¿para qué voy a darles la tabarra con mis preocupaciones sobre la selva del lenguaje? O quizás un confesor o un diván.
                Una forma de conversación sí que parece que son estos escritos. Aunque se desarrollen de manera imprecisa y azarosa. Y normalmente se parezca más a la voz que clama en el desierto. Quizás no necesite nada más. Quizás no esté esperando un asentimiento. Quizás ni siquiera un perdón. Quizás esto no sean sino unas disculpas.
                Perdonen, pues, por mis disculpas.

3 comentarios:

  1. Se escribe para conversar con uno mismo o con ese lector/a imaginario que justifica ese acto mágico e íntimo. Entre otras razones.

    ResponderEliminar
  2. Iba a escribirte lo mismo que he visto que ha escrito Ascen. Para mí es el diálogo consigo o con los demás mismo como fuente de conocimiento. Muy interesante, como siempre, tu blog

    ResponderEliminar
  3. Bueno, escribes porque sirves para ello, y más que bien, tus palabras son brillantes y la temática que abordas en tus diferentes artículos, más que interesante. Y como bien dice Mª Ascensión Marcelino Díaz, en gran medida, una persona escribe, bien o menos bien, lo hace público o no, más en definitiva no es más que una forma de conversar con uno mismo.

    ResponderEliminar