miércoles, 25 de marzo de 2020

Reseña de José María Cumbreño: ‘Cuaderno de verano’. Liliputienses. 2019. Los cuadernos ególagtras.


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En la nota biográfica que acompaña al volumen se advierte que José María Cumbreño (Cáceres, España, 1972) “tiene un pasaporte que no ha usado nunca”. Como en otras entregas, estos pequeños artefactos tienen un eje sobre el que giran los materiales, en este caso toma como leit motiv las actividades que se suelen –o se les solían– mandar a los escolares, de las que ciertas editoriales hicieron literalmente su agosto. La socarronería del autor comienza desde la cita inicial de un proverbio “Nunca trates de enseñar a un cerdo a cantar. Perderás tu tiempo y fastidiaras al cerdo”. La ironía del profesor que conecta con los ejercicios de Juan Carlos Mestre. Y, como en la vida real, deberían comenzar con ejercicios de competencia lectora.
                Este es también un ejercicio de poesía visual, de  arte de rotulación y viñetas de ilustración industrial. En realidad dan ganas de aceptar el reto. ¿Y si fuéramos capaces de tomarlo como una tarea? Por ejemplo, contestar al desafío: “¿Qué función desempeña el aparato excretor dentro del mantenimiento de la paz mundial? Razona tu respuesta”.  Podríamos tomarlos por desafíos de escritura creativa.
Con esta estructura el autor se permite hacer una sátira política con el ejercicio de colocar cada animal en la columna correspondiente, desde estrella de mar, político, araña, político moderado, sanguijuela…  Mucho humor y mucha crítica: “En los animales / que se reproducen / sexualmente / hay dos tipos / de /// individuos”, mucha ironía (Los pasos que hay que seguir para la resolución de problemas o Expresa en forma de productos) con collages de elementos diversos, con pequeñas historias (“Antes de que se extendiera el uso / del dinero / las personas practicaban / el trueque, / pero ese sistema era / imperfecto, / ya que frecuentemente / unos necesitaban / cosas / que las otras / no podían / ofrecerles”), o con diseños de señalización. Con la filosofía de la escuela más clásica se mandan problemas de trenes y amores.
No pueden faltar los dardos contra el mundillo: “Busca información e indica el nombre de tres animales que, al igual que las salamandras, ciertas tortugas, y los poetas que consideran que se les hace de menos, segregan sustancias venenosas para defenderse”. Y en general contra el espíritu del triunfador de pose: “Conjuga todos los tiempos de indicativo y subjuntivo del verbo perder”. José María Cumbreño demuestra lucidez en su crítica y toma una postura combativa: “Calcula la superficie y el perímetro del siguiente campo de refugiados. Sabiendo que el metro de alambre sale a 3’50 euros, ¿qué coste tendrá su vallado?”.
Una visión que ofrece cierto desengaño vital: “Marca con una cruz la reacción química que mejor define la vida de una persona: a) combustión / b) descomposición / c) desplazamiento / d) Neutralización / e) Oxidación / f) precipitación”; “Ana ha lanzado el peso a casi ocho metros. Ana ha lanzado el peso a poco menos de ocho metros. A veces, la vida cabe dentro de un problema de matemáticas. La mayor parte del tiempo, las matemáticas se dan tal mal como la vida”. Y definitivamente, una sonrisa maléfica: “En tu libro encontrarás / instrucciones / que le indicarán / cómo debes trabajar”.
Esta entrega del capo de Liliputienses es un cuaderno de ejercicios para la vida. Tendremos nota en septiembre.

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