“El poeta quiere
recordarnos una caja de galletas rojas que no podemos alcanzar”
Chamán nos da la oportunidad de
disfrutar de este poeta danés del que desconocía su existencia y que me ha
dejado completamente deslumbrado. Pejk Malinovski (Dinamarca, 1976), poeta y
documentalista, traductor. Este es su tercer libro de poemas. La traducción corre
a cargo de Daniel Sancosmed (Madrid, 1982). Ha publicado en Nórdica una
antología de poesía danesa contemporánea, Copenhague
huele a Paris. La poesía que viene del norte nos ofrece maneras de entender
el hecho poético que entran como aire fresco. Y más en este caso donde se trata
prácticamente de una larga lista de aforismos poéticos que retratan diferentes
tipos de poetas, recogen pensamientos o también ofrecen viñetas poéticas,
incluso microrrelatos. A pesar, o más bien, gracias, a la heterogeneidad de los
compuestos, el resultado resulta casi abrumador. Hay algo de imágenes surrealistas,
flashes de intensidad, de intuición.
Pequeños detalles que sugieren toda una historia detrás. Poesía, dicen a
menudo, consiste en contar lo más con menos.
La larga lista
incluye desde genéricos, “Poetas que aman”, a específicos, “Poetas que aman
Grecia”, sin ser excluyentes. Más con la intención de que nos fijemos de dónde
son los poetas, hacia dónde miran, desde donde escriben: “Poetas que quieren
ser amados y que cuando lo sean, enseguida dejarán la poesía, aliviados”.
Malinovski golpea en la
sugerencia inesperada, “Poetas que cortan limones en la oscuridad”, y en el
imperio de los sentidos, “Las lágrimas
del poeta cuando se lleva el sexo de ella a la boca”. A veces, el poeta
es una poeta, lo que nos lleva a preguntarnos por qué a veces Digteren es un poeta masculino y otras
femenino: “La poeta que quiere ser una tía dura, y se compra una chupa de cuero
y se sube a una moto y se folla a una chica que viene de un pueblecito y luego
escribe poemas sobre ello y siente la fuerza zumbando a la yema de los dedos
como pequeños relámpagos”.
En muchos
sentidos esta es una indagación sobre la materia sobre la que se construye la
poesía, por tal razón se incluyen propuestas poco convencionales (“Poeta
investiga la poética de los hoteles”) junto a otras que reflejan un lugar
común, una tradición en las atribuciones del origen del poema, “La noble
melancolía del poeta, último resto del Imperio austrohúngaro”. Se puede
entender, pues, una voluntad casi de manifiesto plural y poliédrico: “Los
poetas que prefieren textos en los que el yo, si lo hay, es fluido. Un yo que
puede ocupar todas las posiciones, masculino, femenino, joven, viejo, persona,
animal, brizna de hierba, placa tectónica (a turnos o al mismo tiempo). Un yo
que duda, busca, aspira. Un yo furioso, tranquilo, expectante)”.
A la vez, es
una descripción del yo poético personal, de sus aspiraciones y su biografía –ya
sea real o fingida, en el fondo es lo mismo–: “La poeta por la mañana estudia
el paisaje del edredón”; “Poetas que escriben poemas con ayuda de la búsqueda
en google”. Más claramente, con detalles concretos: “El poeta con 43 años,
casado, con hijos y casa propia, echan pestes de la burguesía, se ve a sí mismo
como anarquista revolucionario y critica a otros poetas por su apatía”. Y, a
continuación, “El cómodo autoengaño del poeta”.
Pejk
Malinovski dispara en muchas direcciones:“El poeta disuelve el idioma hasta
convertirlo en pequeñas onomatopeyas ilegibles”; “El poeta blanco heterosexual
desea que todo fuera como en los viejos tiempos”; “La pobreza autoimpuesta del
poeta sufí le acerca más a lo divino que cualquier imán”; “El poeta persigue al
fantasma de Bolaño dentro del café”. Y no deja sin aprovechar cualquier atisbo
de ironía y de hiel: “Los poetas son los monjes del sistema del bienestar, dice
riendo el artista” y al mismo tiempo, “El poeta pobre cree que todos se ríen de
él” o “El poeta joven no encuentra la poesía que quiere, así que la hace él”.
Como sospechamos de los grandes adalides de las vanguardias y la precocidad, “El
entusiasmo del poeta joven le hace parecer talentoso”.
En ocasiones,
el autor se extiende en pequeños relatos: “El poeta menor acaba en la cama con
el gran poeta y una chica con la que han tonteado una noche muy húmeda en un
bar del East Village”, llenos de sarcasmo y de humor vitriólico, “La poeta que
escribe discursos políticos (trabajo estable)”; “La poeta de clase media
romantiza al proletariado”. Quizás es así porque “El poeta se imagina que
podría haber sido directos de cine”.
La distancia
irónica también la toma contra sí mismo, “El poeta aspira a lo insignificante”;
“El poeta vive sus mentiras, factualmente”; “A la poeta se le da bien escuchar. Tranquila,
atenta y constructiva, ayuda a los que vienen con problemas más que a sí misma”;
“La poeta mira más allá del mar. Ahí está. El mar. Es casi como en el Louvre”;
o más contundentemente: “La poeta ha echado a perder sus hijos con libros”; “La
poeta cojea un poco para parecer heroica”; “El poeta arrastra su yo como si
fuera un saco de ropa sucia”.
De la misma
forma que puede mostrarnos la emoción más intensa, “La elegía del poeta a su
padre fallecido es lo más cerca que han estado el uno del otro”, puede recurrir
una cita pop, el Pharrel Williams, “El poeta se siente como un piso sin techo”.
Y, a la vez, puede ser tremendamente
humano, “La poeta guapísima se pone furiosa cuando él no consigue que se
le levante”.
Situación
aparte es la de la historia del documental del pueblecito de Texas llamado
Poetry o el relato de “una vaca, un día” o la ciencia ficción con la factoría
de Mark Twain. De esta forma se denuncian los
hipócritas con los que se relacionan los poetas, el trasfondo hueco del mundo
del arte, la fotografía, la performance, las instalaciones. Igual que la
solidaridad con lo exótico, Honduras, África…
Tampoco está
ausente cierta conciencia social, cierta denuncia: “El poeta opina que hay que
oír la verdad no de los niños y los borrachos, sino de las camioneras y los
camioneros”; “El poeta inhala coca tirado en la calle de la soledad”, sin
perder de vista la alta cultura, los elementos definitorios de tener esa
distinción: “El poeta habla despacio y con solemnidad, como Johannes en ‘La
palabra’ de Dreyer. No ve personas ante sí, ve bacterias, luz e intenciones.”
Dentro de su
poética, Pejk Malinovski, advierte que “El silencio es el martirio del poeta”; El poeta y su diccionario incompleto de lo
innombrable”. O nos muestra algunas
técnicas poéticas más vanguardistas: “El poeta encuentra un texto sobre la
prostitución en Dinamarca y cambia la palabra «prostitución»
por «poesía» y
prostituta por «poeta»”.
Incluye homenajes a poetas
suicidas y parricidas: “El poeta que se quita la vida poco después de su último
libro”, “Argumentos a favor de la vida” como la Violeta Parra que cantaba Gracias a la vida. Y es que “El poeta se
levanta el ánimo a sí mismo porque nadie más lo hace”. Están presentes los
momentos más desesperantes de la hoja en blanco, “Poetas que se enfadan consigo
mismos cuando se atascan escribiendo”; “La adicción del poeta al tedio, a los
deseos sin rumbo”. Y están presentes también los avatares en los que “El poeta
se abruma enseguida por miedo a ser inscrito en una tradición detestable de
poemas pegadizos y lacrimógenos de nobles solitarios en afectuosa gratitud a
las jóvenes que sus poderosos y ausentes padres pusieron para criarlos”. Pueden
ser tiernos “El poeta escribe con el mismo cariño que un padre que viste a su
hijo el primer día de colegio” y pueden ser fríos: “El cariño del poeta está en
una memoria usb”.
El
poeta busca la poesía en distintas estancias, “El dinero es una especie de
poesía”; “El poeta se identifica con la vida interior de las cosas”; “La poeta
saca enemigos imaginarios de los cisnes”, en distintos continentes: “El poeta
emigrante ha comenzado a ver Nueva York como a su profesor budista. Siempre en
transformación”.
“El paraíso del poeta, las pocas palabras,
versos, páginas, libros que atravesamos el estrecho ojo de aguja del poeta y
salieron al mundo, donde pudieron llegar a otro. El otro yo, en el paraíso del
poeta”
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