viernes, 28 de agosto de 2020

Reseña de Tamara Domenech: ‘La escuela, el castillo’. Ediciones Liliputienses. 2020


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Bajo este título kafkiano se encuentra un proyecto peculiar. Tamara Domenech nació en La Plata (Buenos Aires, 1976) y tiene ya una sólida trayectoria literaria: Una burbuja en el pico de una botella (2020), En tu día (2019), Posibilidad (2019), Ilusión 82016), Recolección (2018), Poemas en el jardín (2010), Las elegidas y Ropero (2009), Familiares (2009) y ¡Yapa! Antología de pesadillas con finales felices (2008). Trabaja como docente universitaria en la Universidad Nacional de Tres de Febrero y es directora de Ediciones Presente. Según su prólogo, “estos poemas fueron escritos durante el año 2015 a partir de conversaciones que tuve con mamás en la puerta de la escuela donde van sus hijos”. Lo que encontramos es una especie de transcripción poética de un focus group, o grupo de discusión. Esta es una técnica sociológica y de investigación de mercado que consiste, más o menos, en una entrevista grupal, en la que el investigador procura dejar hablar de manera no directiva para que afloren los discursos establecidos para un tema. Tamara Domenech agrupa los testimonios de esas madres sobre diversos temas en días concretos. Por eso, cada uno de los bloques engloba poemas fechados el mismo día.
El primer bloque, Nombrar (Martes 7 de julio de 2015), describe una serie de retratos de vida: “Yo trabajo para ellos. / Para comprar las cosas que piden. / No quiero decir que soy pobre. / Ellos no entiende. / Son chicos”; “Tengo una madre demandante. / Ella espera que mi casa sea un castillo. / No se da cuenta que vivo en un departamento”; “Las maestras me retan. / Soy una niña. / Tengo que cambiar. / Por eso escribo. / A ver si me doy ánimo y tengo voluntad”. Algunas esconden historias terribles, zonas de miseria y de superación: “Yo trabajo porque quiero. / No me hace falta nada. / Quiero ser la mejor cocinera de un restaurant de Colegide. / Y lo voy a lograr por mis tres chicos. / Es una promesa. / Que me hice. / Porque la última vez que juré por otra persona me falló”. / Yo no quiero fallarme”. El siguiente aborda el espinoso tema del Amor (Lunes 13 de julio de 2015). Unas vivencias que incluyen desde los detalles más pequeños (“Mi marido dice que se enamoró de mi nombre. / Jazmín es su flor favorita”) hasta los enfrentamientos encarnizados: “Para mí el amor es una cama. / En la que dejo entrar a nuestros hijos. / Mi marido me reta y yo a él”; “Ya descubrí una mentira. / Me dolió.  /…./ Ya no creo más. / Reacciono por dolor”. En estas vidas condensadas hay un trasfondo terrible que aflora en expresiones que dicen mucho más de lo que parece: “Yo creo que el amor es que nadie te juzgue” o “El amor es dejarse estar”. La conformidad de la derrota.
Las contradicciones y el desafío del cuidado de los hijos es la siguiente sección (Martes 14 de julio de 2015): “La tristeza se me va cuando veo el cuchillo. / Corto la torta para mi hijo y reparto. /…/ Son doce porciones de amor. / Mi hijo me regala la oportunidad de quererme”. También aflora mucho sufrimiento cotidiano: “No me gusta sonreír. / No sé por qué hay personas que se toman a mal mi cara” y mucho miedo a las expectativas sociales: “Hay personas que se sienten importantes por la cantidad de cosas que hacen. / Yo le tengo miedo a la cantidad”.  Fértil (Martes 8 de septiembre de 2015), vuelve al tema: “De los treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad. / Suman un total de doscientas cuarenta óvulos. / Menos tres hijos” ; “Yo siento que mis óvulos son flechas que clavan mi nombre en el mundo”; “Soy un árbol que deja traslucir sus ramas. / Yo quiero mis hojas. / Verdes. / Rojas. / Naranjas. / Amarillas. / El viento me mueve y caen”. Mucho orgullo y mucha desolación en estas historias: “Yo me enamoré de mi mejor amigo porque no se da vergüenza mi cuerpo”; “Me robé. /…/ Me angustiaba pensar en tener un bebé que no quería”.
El sentido de la vida es el tema del Jueves 16 de julio de 2015: “Para mí todo tiene sentido. / Hasta la obligación de levantarme para peinar a mis hijos”. Estas mujeres demuestran un autocuestionamiento constante, una presión social con la que tienen que lidiar de manera cotidiana: “Si llevo puesto un anillo después de haberme separado y conozco a otro hombre y no me lo saco, / ¿es un engaño?”. Repetimos, muchos miedos (“Un cumpleaños es la felicidad. / De ahí viene mi miedo. / Mirá si no viene nadie, me pregunto. / No por mí. / Mis hijos.”), pero también el coraje de enfrentarse a la vida: “Para mí una caja de herramientas simboliza la vida. / La que tuve. / La que tengo”;  “La vida es una traducción /… / El aire no tartamudea. / Son las palabras que atraviesan la respiración”; “Yo sé cómo quise y eso me basta”; “Manejarme con el viento en contra”. Agrupados bajo el epígrafe Espejo (Lunes 14 de septiembre de 2015) están los poemas en los que se reflexiona sobre la propia imagen y en los que se demuestra la altísima presión sobre ésta:
 “Si me veo en el espejo veo un bidón de agua.
Transparente.
Pesado.
Liviana.
Lágrimas.
Mi cara no es buena.
Pero sé que lo soy.
Ando dormida.
Lombrices saludan desde el borde de mis ojos a quienes me ven.
Ellas me peinan.
Me corren el flequillo cuando crece.
Son las crecidas de los crecidos.
Yo desconfío de los aspectos.
Soy buena, te lo juro.
Repito en silencio a mi exmarido.
Yo amigos no tengo.
No sé lo que es tener amistad.
Amé a un solo hombre en mi vida.
Amo a un solo hombre.
Él no sabe la forma de las lágrimas que me transportan”
En las prácticas sociales que se explicitan en estos poemas se demuestra cómo a pesar de las presiones, hay siempre unas grietas donde se escapan las identidades y las libertades: “Yo aprendí a ponerme linda sin necesidad de un espejo. / Las manos guían mejor que ningún objeto”; “Si me miro en el espejo veo un orangután con ojos claros. / Mi cuerpo no se relaciona con lo que intento expresar”; “Cuando me ve el espejo en este mundo soy una bandera”. Es el espejo el instrumento más cruel y lo saben: “Si quieren ser felices, les digo, no se vean”;  “Si me miro en el espejo veo un par de pantuflas./ Cuánto llevaría una recuperación si usara tacos. / La paciencia se perdería con ruidos de madera y plástico. / Por ahí cambia algún detalle para que la gente no se aburra de verte. / Pero para qué, si están casi siempre con los ojos cerrados”; “Cuando me veo en el espejo veo una parrilla /…/ Y pongo la carne como un trofeo del trabajo de la semana / para compartir con la gente que me hace sentir viva / con un cuchillo en la mano y un tenedor en la otra”.
Otra manera efectiva de autorretrato son la explicitación de los llamados vicios (Martes 25 de septiembre de 2015), pequeñísimos espacios de libertad y de identidad: “Yo no puedo salir de mi casa sin antes sacarme los pelitos que crecieron de las cejas”; “Cuando la tele se apaga. / Cuando mi marida es uno oso que ronca. / Cuando sé que estoy sola. / y la luna me mira por la ventana del balcón. / Se produce una charla íntima en la que no entra nada más que un ensueño”. Son chocolate, vino, depilarse, pintarse los labios, fumar, patatas fritas, máquinas tragaperras: “Yo nunca vi tele desde que mi mamá murió pero la llevo adentro adonde vaya”.
Las labores cotidianas están localizadas en un espacio concreto, la Casa (Miércoles 16 de septiembre de 2015), sección donde se abordan los problemas de vivienda, la distancia o la escasez de espacio como esclavitud, las herencias físicas y psicológicas… Vemos cómo se desenvuelve la reflexión sobre lo cotidiano: “Entre ayer y hoy dormí una hora. / Entré a trabajar a las diez de la noche y salí a las diez de la mañana. / Fui a casa y me acosté una hora. /…/ Para mí que fallo. / No soy organizada. / Porque si lo fuera tendría, aunque sea por un minuto, quedar tranquila. / Estar en calma”. En la casa se explicitan las aspiraciones, como en el poema construido a partir del discurso cada vez más ampliado de lo que el hijo sueña: “Mi hijo anda diciendo que tiene una casa con escalera, dos hamacas, un perro, un gatito que se llama Atún, un hermano que tiene un mazo de cartas que a él le gusta, guardado en una caja en un cuarto que no comparte con nadie y tiene una mesita de luz, un ropero y una cama en la que imagina, cuando los otros le preguntan dónde vive”. En la casa se hacen concretos los problemas: “Yo no quiero que mi hijo diga tengo una casa. Y quiero que diga que tiene dos. / Un padre y una madre. /…/ Yo hablo para no sufrir. / Pero sufro igual cuando escucho lo que no quiero escuchar”.
Otro lugar donde se hacen muy concretos las aspiraciones y los cuidados es en el Pelo (Jueves 17 de septiembre de 2015), largo, con trenza, cola de caballo… Siempre ha sido un símbolo poderoso: “No me gustan para nada las mujeres dejadas. / Las que andan por la vida como si estuvieran durmiendo. / Si tienen cuarenta años. / Pensá. / Tu pelo ya no es el mismo”; “Yo no sé por qué los fines de semana me hago el mismo rodete. /…/ Un rodete es cómodo. / Evitás que los pelos se te metan en los ojos. /…/ No quiero que nada ni nadie interfiera en mi camino”; “Peinarse como a una muñeca”.
Formas de querer (Viernes 18 de septiembre de 1025) es el epígrafe concreto donde se vuelven a poner de manifiesto las vivencias concretas de estas mujeres y sus relaciones: “Las variaciones, lenta como hacer una tarta,  cómoda como una zapatilla / ¿Gritar es quererse? / Para mí los límites funcionan de ese modo. /…/ No sos policía. / Soy una persona mimosa”. No son simplemente las relacionadas con el amor romántico, aquí se habla del amor, de los afectos y los cuidados: “Yo tengo un cuerpo. / Que cuido porque cuida”; “Quiero si me quieren. /…/ No siento lástima por alguien que lastima”. Y se ponen de manifiesto las carencias ajenas y propias: “Querer me marea”; “Yo quiero de manera incapacitada”; “No me caen bien. / Pero me las ingenio para que me extrañen”.
Por último se abordan las aspiraciones, los Sueños (Lunes 21 de septiembre de 2015): “Mi sueño no es convertirme en una hormiga. / Yo no quiero ser la pobrecita / De nadie”; “Mi sueño es ser la mujer del medio de lo que pase. /…/ Yo no concibo el amor fechado”; “Mi sueño es no ser una careta. / Que alguien se puso para divertirse”; “Mi sueño es creer que las cosas fluyen. / Las malas se van por la rejilla de la pileta de la cocina. / Los buenos llegan con solo abrir una canilla”; “Mi sueño es estar atenta. / Una postura en la espalda / ni erguida / ni muy gacha /…/ mi sueño es atender y entender”. Los sueños, como las utopías son un reflejo bastante lúcido del presente, en ellos se manifiestan las carencias con más claridad que en las descripciones objetivas: “Y las palabras no son necesarias / el amor es silencio / el que necesitan los enfermos para curarse”; “Mi sueño es no arrastrar el peso de un hombre”.
“Mi sueño es no quedarme dormida.
Nunca.
/…/
Cómoda no es conformista
 ni incondicional
es entrar en el asiento de una silla y disfrutar”
Comprobamos que no solo se trata de una recopilación de discursos, hay una poesía de hondura lírica y trágica, una emoción apenas contenida, sin artificios, sin figuras de repetición, apenas las imágenes que brotan de las palabras de las madres.

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