Clarificadora introducción del panorama poético de la lengua neerlandesa desde 1880: Ochentistas posrománticos para luego evolucionar con el grupo del 55 vanguardista y experimental. Tuvieron su respuesta en los 70 con los poetas tradicionalistas y, por último, los poetas alrededor de El funeral Solitario con Startik o Menno Wigman a la cabeza: “todo como si estuviese escrito para un guion de David Lynch”. No tienen coherencia formal ni estilo homogéneo, “una generación instruida en las nuevas tecnologías (…) se sumergen escasamente en los referentes poéticos clásicos, (…) usan una lengua común: el neerlandés”, aunque sean de los Países Bajos, Bélgica o nacidos fuera de Europa.
Dada la naturaleza dispar de este conjunto de poetas, pasamos a espigar los versos de cada uno de los seleccionados. Comenzamos con MARÍA BARNAS (1973, Países Bajos): “Escucho a mi cuerpo / pero no lo entiendo. // Quizás esté demasiado pálido. / Fluye la cabeza con demasiada fuerza” (Muevo); “Es la guerra en mi cabeza y es la guerra / en la cocina donde a mis hijos no les gusta // lo que cocino para ellos /…/ Dicen que la destrucción algo puede hacer / por custodiar. Observando que algo salga de aquí” (Es la guerra). Continúa, por orden de edad ANNEMARIE ESTOR (1973, Países Bajos): “Estoy en mi habitación / y llevo el abrigo de la muerte /…/ Estoy atrapada entre paredes de hormigón / que se ríen del ser humano / por su búsqueda del sentido” (El abrigo); “¿Qué tipo de esmog cuelga en mi cabeza? / Ahí estoy entonces, concebida de conocimiento. // Todo este tiempo la ilusión / se encontraba riendo en mi bolso. / La echo en el cráter / del volcán sobre la luna” (Cráter); “El teléfono me dijo: / Borra uno de estos sueños. / Uno de estos sueños es demasiado”.
También de los Países Bajos, encontramos a TSEAD BRUINJA (1974, Países Bajos): “mano que haces demasiado poco / esto lo sabe el fuego que espera / esto lo sabe el trabajo que queda” (Cita 1); “en algún lugar debe haber un cementerio / para el orgullo –de nuestras mujeres–” (Peregrinación). UROUWJE TUINMAN (1974, Países Bajos): “Todo está dispuesto para la llegada del hombre” (Casa Piloto); “Para empezar: aquel viernes llegué a tu muerte unas cinco horas tarde /…/ Me pasa algo. Que estás muerto, lo puedo soportar, pero no que el desagüe de la ducha esté atascado, que haya perdido mi billete de tren, y que todos lleguen siempre tarde a todas partes”. MUSTAFA STITON (1974, Países Bajos): “A veces llega un viajero a una ciudad / que por una u otra razón la desconcierta”; “Es la expresión de un deseo / pero mientras siga repitiendo / con regularidad este acto / también lo es la satisfacción” (Cartón).
De Bélgica, en cambio son TOM VAN DE VOORDE (1974, Bélgica): “En el nombre del ser humano / que creo que me ha quedado y / que espero que todos sigamos / intento no quedarme quieto” (El ojo del mundo). ELS MOORS (1976, Bélgica): “ven, tengo que entrar descalzo / en el jardín de los cerezos / que es este mundo / y te permite compartir la cosecha”. Son poetas que abarcan una generación en el sentido más orteguiano del término.
Entre medio, JOOST BAARS (1975, Países Bajos): “donde Tú naciste es el susurro / del susurro del rumor”; “una palabra extranjera / con un deseo por Tu boca”; “de miedos, yo rezo / a wikipedia, // sentado durante horas en el patio” (El crecer del espacio). THOMAS MÖHLMANN (1975, Países Bajos): “Tengo un cuerpo agradecido / tengo labios que esperan su beso /…/ quiero ser el campo donde ella pueda echarse / la hierba que ni hoja de trébol su puntal cecea / para que descanse, tengo un cuerpo agradecido, labios / que esperan el golpe de la herradura de su beso” (La novia y el novio); “No tengo nada que ofrecerte además de mí mismo, no puedo / prometerme nada más de lo que ya pasaba” (Bajo el manzano).
El caso de MAX TEMMERMAN (1975, Bélgica) es más conocido en nuestro país gracias precisamente a la labor de Antonio Cruz: “Tras una temporada o lo que fuese volviste. / La puerta se abrió y de repente estabas frente a mí mientras yo leía un libro. // Te pregunté cómo te había ido. / Tú preguntaste el título” (El factor de lo incómodo); “Los diseñadores tuvieron arrendada la venda durante los años / que viví en una arteria. Creían que todo / se podía agilizar, las sillas en las que nos sentamos, el mikado / de calles y los árboles que bordea la plaza sin consuelo” (Poema antuerpienses).
Uno de los rasgos que más llaman la atención es cierto grado de extrañeza, en parte por estar ajenos a una tradición poética poco conocida aún en nuestro país, pero en parte también por la propia voluntad de desconcertar de los poetas antologados, que mezclan universos propios de la tradición con referencias actuales y complejas, propias de la experimentación y las vanguardias. ANDY FIERENS (1976, Bélgica): “sepultado bajo polvo y libros / me pongo contento como un caballo / en la pradera” (La naturaleza); “el poema da comienzo con una explosión / que mata a todos los lectores // la única superviviente en una mujer joven / que se salva solo / porque no entiende el primer verso // (es un poema posmoderno)” (¡Los poemas son peligrosos!). Son una especie de desafío. DELPHNE LECOMPTE (1978, Bélgica): “Prefiero quedarme en Brujas, con mi chulo y mis perras” (El Blues de la ausencia de éxito); “Y fantaseo gratificante sobre sexo sadomasoquista con el tímido jabonero. / Naturalmente soy la esclava, la palabra clave es “perestroika”. / No uso la palabra clave” (Opio y perestroika).
No quiere decir que se menosprecien los momentos de lirismo o más íntimos. Al contrario. Así tenemos a KIRA WUCK (1978, Países Bajos): “No sabemos qué hacer con la cantidad de luz / que pica bajo nuestra piel” (Insomnio); “si llueve en domingo / llueve sobre nosotros diferente que con los demás / el aire es más seco y el gato no se deja acariciar”. O a la gran ANNE BÜDGEN (1979, Países Bajos): “Se desabrocha el abrigo / se desabotonan también la altura de los pechos” (Muchacha en la persiana); “vi la orilla / compré helado y le robé / a los niños segundos divididos / de su piel y / los descambié”; “mira mira la palabra palabra / está sobre patas cojas / que se vende a sí misma” (¿Qué pías?). RUTH LASTERS (1979, Bélgica): “¿No crees que es extraordinariamente hermoso / cómo las cabinas compensaban / la escasez de auténticos árboles huecos / por número de habitantes?” (Madrigueras).
En esta antología hay variedad de temas, desde los dolorosos, las ausencias, la muerte y la angustia, a la celebración y el amor. LIES VAN GASSE (1983, Bélgica): “Si todo está bien, el mundo se ha / argumentado contra ese tiempo”; “Junto al agua crece un pueblo de esferas reprimidas. / Desde la corriente se eleva un mar de gente oscura, casi negra”. MAUD VANHAUWAERT (1984, Bélgica): “Para describir tal vacío / no encontraría las palabras”; “Cántame desde tus idiomas / que no conozco pero comprendo / háblame sobre la tristeza / que siempre viaja contigo. // Déjame ser tú, quien lleva el mando / por la ciudad llevado / estoy aquí, encantada / y quién eres tú” (Atlas). YANNICK DANGRE (1987, Bélgica): “Así muere la cena cada día / nuestra muerte silenciosa y transforman / paulatinamente esta mesa, las cabezas / de madera de la felicidad, ciegas por nuestras / manchas y astillas, porque llevan años que / ya no nos tapamos el uno al otro” (Receta antigua); “Cada vez borra la melancolía de mi frente, / pones de nuevo en circulación mi futuro, / colocas en mi piel tus hechos más desnudos” (Museística).
Hay poemas que reflexionan sobre la escritura, la poesía como también de la identidad personal. FRANK KEIZER (1987, Países Bajos): “Suspiramos. Si seguimos diciéndonos unos a otros / que hemos fallado, que no había experiencia / colectiva, entonces también te cansas”; “luego qué quieres realmente, quieres política o quieres policía, / tienes que elegir”. MAARTEN INGHELS (1988, Bélgica): “¿El peso del mundo? Poesía”; “No esto: todavía desdentado y ya perdido hijo de Europa, / con tu pasaporte desconocido y tu brújula rota, / con dos padres su ausencia sin dirección” (Viaje alrededor del mundo en cuarenta y cuatro días de El Funeral Solitario).
(Otra vez es ayer)
Entre los poetas vemos un consistente nivel medio de calidad, fruto de la concienzuda búsqueda del antólogo que de todas las miradas, existencialistas, experimentales o irónicas, sabe entresacar la poesía con mayúsculas. Están completados con las imágenes de Eva Gómez que pertenecen a la serie fotográfica Gatos, tumbas y escaparates cárnicos, tomadas en los Países Bajos a lo largo del año 2022. Un estuche a la altura del contenido.
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