Dentro de la colección que Carmen Canet cuida con esmero, nos encontramos este volumen de “582 sentencias y reflexiones que han sido escritas en retazos temporalmente desde marzo de 1999 hasta noviembre 2018” (p. 7). Acompaña un collage de Carlos Alcorta para mostrar cómo “Dionisia pasea la sabiduría de Delfos” (p. 9), nos advierte el prólogo de Consuelo Ruiz Montero.
La labor aforística de Dionisia García tiene que ver con ese codiciado lugar donde se conecta a poesía y la contemplación casi mística, donde la poética se torna sabiduría. Numerosos aforismos son perlas sapienciales; “Desatendidos de nosotros podríamos ver con más claridad”; “si es para bien, habla, de lo contrario, calla”; “Pasa por este mundo es tan natural que no se nota”; “Nuestro camino, de un solo recorrido, es cerrando por banalidades, controversias, espacios perdidos. ¿Qué nos queda?”; “Quien atesora pierde por ganar”…
Sin embargo, el tono no es en absoluto solemne, puede ser muy cercano, casi rozando la ironía: “Vivimos de milagro y nos parece poco”. Conecta, sin duda, con la labor de los tiempos de Montaigne, con la dosis justa de esperanza y suspicacia: “La valentía está en apostar sin certezas”; “Las normas nos hacen más habituales, y amortiguan aquello que pueden hacer patente nuestra animalidad”; “A veces no sabemos si fuimos o somos”; “Las dudas no resuelven nada pero acompañan bien”. Precisamente a él le dedica una de las frases: “Montaigne ha pasado todas las revisiones con excelencia. En estos años ha quedado para las citas”.
Una labor que se mueve con libertad entre los libros sapienciales de la biblia y el sano escepticismo: “Si un poeta se envanece pierde la inocencia”; “Vivir es rozarte con el otro”; “En su sentido más esencial, la libertad no existe”; “Hemos nacido a la luz, ciegos en el comienzo”; “El mundo es hermoso. Temor, porque a veces, se tambalea”; “La muerte nos unifica”; “La vida no nos pregunta, hemos de dejarla hacer”; “Dios nos necesita como nosotros lo necesitamos”; “La búsqueda es un resplandor esperado”.
La distancia es uno de los temas que aborda, casi con la perspectiva de un Lévinas: “Los extraños se sienten, no se conocen”; “Emigrantes somos todos, el planeta Tierra lo expresa”; “Tan cerca y tan lejos de nosotros mismos”. Aunque se dé lugar a aforismos cuya verdad puede darse la vuelta: “Al acercarnos a otros, las diferencias se mitigan” o viceversa.
Sin perder un ápice de belleza lírica (“Se abrió la ventana y las lilas entraron en el cuento”; “Los ‘atardeceres’ y las ‘albas’ has pactado las horas ‘intermedias’ para no agotar su prestigio”; “Los espejos nos alientan; están cansados de tanto apostar”) hay también un ramillete de sentencias que muestran el cariz más político, aunque no sea política la palabra: “Si en este milenio naciera un líder…”; “La infamia no tiene leyes, se cuela por cualquier rendija”; “¿Tan ingobernables somos que nos espera un gendarme en cada esquina?”; “El radicalismo es fuerza mayor que nos asemeje a las bestias”; “Hay un ingrediente implícito en nuestra condición humana, junto a otros bienes: la crueldad. Conviene que esté bridada para que no salga del escondite”; “No se trata de ganar batallas, sino de no dar lugar a ellas”; “Asistimos a la muerte de las utopías, y nadie dice nada…”; “En la Grecia Antigua, la democracia no dio los resultados esperados, tampoco ahora”; “El aborto es quitar la vida a sangre fría”.
No pueden faltar reflexiones sobre la propia labor de escritura y la literatura en general: “Al volver, después de algún tiempo, a la escritura de aforismos, los encuentro vagos”; “La realidad nos consuela y la ficción nos desvela”; “Las uvas de ira, de John Steinbeck merece una relectura. Los movimientos de los hombres se repiten, con pocas variaciones”; “Escribir es, entre otras cosas, encontrar el otro yo”; “El poema se alberga en lo secreto antes de salir a la luz”; “Los poetas no mueren, se revelan”.
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