sábado, 19 de noviembre de 2022

Reseña de Paula Díaz Altozano: ‘Ríos de carreteras” BajAmar. 2019

Ríos de carretera | Bajamar Editores - Baxamar Editores


Nacida en Madrid, Paula Díaz Altozano es periodista. Ya tiene publicado su primer libro de poemas, A orillas de París (Ediciones en Huida, 2018). Ahora nos trae una visión de la ciudad, un paseo de flanêur sobre lo más inhóspito y, a la vez, vivo del paisaje urbano, bajo la sombra del Lorca de Poeta en Nueva York: “Si pudiera quedarme más tiempo observándolos… ¡Edificios afilados por el cielo!” (Asesinada por el cielo).

En la superficie de asfalto se mueven las personas y van dejando rastros sobre los objetos que van perdiendo el significado: “Gafas, brillos sobre superficies opacas, / un millón de relojes marcan / la pauta del tiempo. / Espero invisible, bloques / vacíos, rellanos de aire: la nada, / botes cerrados /…/ Ropa tendida en una línea de fachada a fachada /…/ Y la cuerda es triste como un aerosol” (I). Cualquier comparación con la naturaleza conduce a una visión trágica de la vida en la ciudad: “Ríos de agua turbia recorren las carreteras, / olas de asfalto: el velero / dirige su camino, / lagartijas: esconden entre / el polvo. El sol calienta balcones” (2); “El edificio hunde sus raíces / en la acequia, las ranas croan, / el mástil apunta al cielo” (4). La sensación de hostilidad y desasosiego se hunde en las entrañas: “He sentido la punta del edificio / en mi garganta” (6); “Un ojo azul recibe la luz de los astros y las lámparas. / Kosmos, reza, la arrolla, / Kosmos, gritan los arquitectos. / La mujer gigante se pasea en la noche / entre el hielo y luces de neón. No pisa / los automóviles de su cuenco desparraman polvo / de estrellas sobre las calles”(7).

Como en los Hijos de la ira de Dámaso Alonso, nos encontramos lanzados a lo inconexo, absurdo, para lo inhumano de la ciudad de Le Corbusier, donde lo humano es solo la excusa para el hormigón y el acero: “El niño de ojos verdes mira / hacia arriba, las vigas tratan de alcanzarlo /…/ Su manita blanca lanza planetas en forma de canicas: / dejan regueros de azúcar / en la autovía” (8). Un maremágnum de vidas y de materia inerte se entrelaza y no se acierta bien a distinguir qué se mueve por motores y qué por corazones: “El tren sopla por la vereda. / ¡Ya viene! Ya llega con los muchachos. / Trabajadores, vuestra saliva fue derramada en montañas de arena y polvo. / Chimeneas, ruedas, ferrocarriles, / cien brazos excavan el pozo / de hojas secas /…/ Ángeles quebrados lloran en la cantera, / por el recuerdo, / por el peso de sus alas mojadas “(9); “Llegan las sombras, / el mar de automóviles escapa atemorizado. /…/ A lo lejos, / un becerro mira la luna /…/ El becerro muge desconsolado. Sorbe la Vía Láctea / olvidada hace años por las estructuras que beben del metal” (10).

Atraviesa entonces una necesidad de huir: “Es hora de echarse al mar, / en la hora de borrar hierbajos de óxido” (12); “Abracé figuras relumbrantes / de fuego y cantos de extrarradio” (13). Y de sentir lo más humano del paisaje: “Había una mujer gruesa / que lloraba, en el marfil y los pozos donde / nadan empresarios / pero nadie paraba a su lado /…/ No era contra los fuertes de hierro, / no era contra los faros de / luces rojas, / ni contra los carruajes blancos / cargados de turistas, / tampoco contra las mujeres / desnudas en escaparates / Maldecía las altas esferas / de canto, agua y / oxígeno por haberla puesto en / ese lago / en la hora en punto” (14).

La dicotomía entre lo construido y lo vivido es uno de los ejes de Ríos de carretera: “Los edificios duermen. / Mantienen el equilibrio, / la brisa fría recorre meridianos. / Resuenan ecos de cisne. /…/ El cielo / helado / pesa sobre los edificios” (16).  El grupo norteamericano de rock con raíces Richmond Fontaine tituló uno de sus álbumes We Used to Think The Freeway Sounded Like A River: “El mar se ha rendido a las / estructuras; acaricia el puente, los muros // Una mano golpea la campana // en la inmensidad” (18).

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario