jueves, 17 de noviembre de 2022

Reseña de Álvaro Muñoz Robledano: ‘El experimento de doble rendija’. Liliputienses. 2022

El experimento de la doble rendija

El madrileño Álvaro Muñoz (1965) cuenta en su haber con Fotografía junto al pecio (1991), Hoteles (1996), Cuartel de invierno (2000), Salvoconductos (2016), Cuaderno de falsos viajes, Clus (2015), No en el patio trasero de mi casa que ni siquiera tengo (2019); coautor con el pintor Pedro Díaz del Castillo de los proyectos para la red Notas para un tratado de botánica de la oscuridad, Nostalgia del horizonte y Cabotaje. Responsable de la edición de los Ensayos de Michel de Montaigne y del prólogo, notas y traducción de los sonetos de Etienne de la Boetie). Crítico en las revistas Ariadna-rc.com y La bolsa de pipas. En esta ocasión nos presenta en Liliputienses un libro de poemas con la estructura de un paper científico, abstract incluido: “no leas esas cosas niño me dijo el vecino cuando entró en nuestra casa y me encontró sentado en el suelo del pasillo con una revista de ciencia en las manos si las aprendes / no podrás negar luego que suceden”.

El famoso experimento de la doble rendija pone de manifiesto la doble naturaleza de la luz como onda y como partícula y cómo la observación misma modifica la realidad. En los poemas de Álvaro Muñoz Robledano, el experimento comienza: “en mi niñez hubo un laberinto de cristal estaba en el Parque de Atracciones frente al Tiovivo y junto al Viaje al Espacio / tras la pared transparente solo era posible esconderse de quien ya se había escondido”. O, por ejemplo, cuando confiesa que “en ocasiones leo el verso 677 de la Soledad primera como si fuera ajeno como si algo volviera cuando yo lo creía desaparecido por siempre”. Quizás sea un recurso relacionado con la propia naturaleza paradójica de la física cuántica aplicado al poema, y así, podemos encontrarnos con versos en los que la expresión podría considerarse como casi onírica (“cuando vuelva el problema de la belleza quizás vasos rotos por la mañana o la cencellada sobre los cristales del coche quizás: / una segunda persona que no sea recurso para esconderse de las palabras precisas”); mientras que se recurre a vocabulario no específicamente lírico para aplicarlo a la poesía: “un motor suena mejor que un endecasílabos”.

La propia disposición  que recuerda a las dos rendijas, las líneas completas y las columnas. Múltiples referencias que incluyen fragmentos propios y otros tomados de Goya, David Torres, Angélica Liddell, Paul Celan, José Miguel Ullán y conocidos del autor: “En ese mismo instante Luis Diz afirmaba que no nos reconocemos en una fotografía porque nunca nos hemos visto a nosotros mismos sino a nuestro simétrico en el espejo”.

Más allá del marco científico, Álvaro Muñoz Robledano está describiendo una sensación de desconcierto y de búsqueda de explicación –que coincide con el experimento– allá donde sea: “me resisto a aceptar que los sueños no tienen sentido  mera elaboración donde             automática de  ternura                estímulos incompletos se precisa cartografiar                /             impostura           deshechos en el momento en que comienza la primera clase de cada instituto”. Y, especialmente, en el poema: “mar / sería preciso no / un          poema por cada / puerto sino un / poema         en el que no se           nunca se llega / por cada visita al             escribieran la     a un lugar / puerto designado palabra tiempo por primera vez / de Baal”; “aparecen / no basta con desear / no entender / un prisma”. Al servicio de esta idea de desconcierto está también los propios versos: “pt               rt/des   ie            o/h        lr”.

La extrañeza que se procura al compartir léxico científico para describir sentimientos es más palpable en unos poemas que en otros, a diferencia de otros “experimentos” poéticos: “La acuarela la bestia la afirmación / encerrada no permite falsable que / quiere huir por la ley de la corrección / cada mañana al despertar y volver / a saber”. La mayor parte de estos versos coincide con una voluntad expresiva donde lo confesional ocupa el punto central: “no pronuncies me dijo / ningún hombre el que quieras regresar / ni siquiera mi nombre calendario / de meses arañados”; “jugábamos a la ejecución pero nadie quería ser el reo / preferíamos evitar el labio y besar la encía antes de que dejara / de sangrar”. A su servicio se pone la elección de ritmos, vocabulario y disposición: “curso de agua cada mensaje / ingrávido / presencia // estigma / de llama perdida”; “pero los poemas de aquella carpeta no pedían perdón no presentían la urdimbre       mientras de distintas direcciones aún               la ceguera era creyentes capaces de aceptar     mientras la ceguera”. También la posibilidad de lecturas alternativas y simultáneas por columnas  y líneas:

“cuesta                extirpar

el candil               terrores

la voz de la mulata          el pasado

una deuda pendiente   el aire

esa fue la medida”

Para terminar, en el Anexo, me gusta encontrar una referencia compartida a la gran Rosario Troncoso: “deshacerse del espejo / sin ningún prejuicio”. Este es un volumen duro, difícil, no por los juegos léxicos, sino porque define una situación en la que emocionalmente es difícil no salir indemnes, por mucha ciencia que apliquemos.

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