lunes, 11 de noviembre de 2019

Recogiendo velas y banderas


Llevaba barruntando todo el fin de semana con tristeza estos resultados. Pensaba, sin embargo, que el batacazo de Rivera se lo iba a llevar Iglesias. Supongo que, como yo, muchos otros tendrán su opinión sobre los resultados de las elecciones. Y habrá analistas que, con mucho más juicio y conocimiento, pongan el acento en los aspectos clave de este proceso. Por mi parte, estoy más cerca de la reflexión personal y visceral que de la aplicación de conceptos políticos como el bonapartismo o la grosse koalition.
                Me resulta muy triste comprobar que el maquiavelismo de los asesores de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias no plantearan la urgencia de un acuerdo en lugar de jugar a la ruleta que siempre son unas elecciones. Siempre podrán decir, como Tezanos, que ha sido culpa de la sentencia del procés. Y, evidentemente, así ha sido. La palabra temeridad es la adecuada para esta jugada. Quizás confiara Pedro Sánchez que la exhumación de Franco serían credenciales suficientes para la etiqueta de progresista. En poco valora a sus votantes. Podríamos hacer responsable del auge de Vox a la repetición de las elecciones a las que ha llevado la obstinación del PSOE.
                Sin embargo hay algo que también influye y ha sido el blanqueamiento del cuasifascismo de Vox. Digo cuasi porque les faltan las políticas populistas hacia las clases pobres. La formación verde lo deja todo en manos de un liberalismo feroz, aderezado con una nostalgia de un régimen que fue cualquier cosa menos liberal. Creo que si PP y Ciudadanos no se hubieran puesto de perfil en la exhumación y hubieran condenado sin paliativos el franquismo como algo antidemocrático, Vox hubieran defendido una postura antipática de nostálgicos del fascismo. Sin embargo, les dieron una coartada respetable para oponerse.
                La indefinición ante el problema catalán ha jugado un papel importantísimo. La violencia del independentismo ha justificado en toda España menos en la propia Cataluña, el vuelco hacia la ultraderecha. Sin matices, sin referencias a la violencia de las fuerzas del orden, que han sido los argumentos para blanquear la posición antidemocrática de un independentismo que poco se diferencia del de Vox. Solo en el número de barras de la bandera.
                Desastrosa ha sido la gestión de Unidas Podemos, con la división de Errejón incluida. No están los tiempos para perder oportunidades y los líderes han ido dividiendo a sus cuadros y así a sus votantes. Demasiado poco ha sido el castigo.
                Sin embargo no hay que perder de vista que los principales responsables del auge del neofascismo de Vox no han sido las elecciones repetidas, ni el independentismo catalán, ni el blanqueamiento que ha tenido que tragar el PP para conseguir sus apoyos. Los principales responsables han sido los más de tres millones seiscientos mil españoles que los han votado
                Tres millones seiscientos mil españoles que, por una razón u otra, deciden otorgar su confianza a quienes enarbolan la bandera para luchar en contra de las leyes de violencia de género, para discriminar a los inmigrantes, más aún si no han cumplido los 18; para rechazar a los homosexuales; retirar subvenciones a organizaciones que no comulguen con sus ideas; controlar lo que deben sus hijos aprender en el colegio; imponer sus ideas sobre la caza o el Imperio. Son los mismos que pretenden aumentar los impuestos a los que cobran el salario mínimo mientras lo bajan a las rentas más altas. Son quienes usan la bandera como el odio al diferente, al que no se siente español.
Con la misma incoherencia que denuncian. Pretenden recuperar el papel del cristianismo más folclórico pero nada de su contenido. Procesiones pero nada de ayuda al necesitado (tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber…). Hablan de chiringuitos que cobran del Estado, que van corriendo por subvenciones cuando ellos burlan la ley constantemente, firman planos sin estar colegiados (¿no era ese el problema de los trabajadores en violencia de género en Andalucía?), hacen reformas en casas sin los certificados… Más de uno y más de dos de sus líderes están bajo sospecha de irregularidades en el manejo de subvenciones. Y la gente les ha votado.
Se jactan de prohibir el acceso de periodistas no afines a sus mítines. Y la Junta Electoral sólo los denuncia cuando la campaña ha terminado. Esta actitud totalitaria debería haberlos inhabilitado directamente como candidatos.
Pretenden destruir todo el tejido social, asociativo, solidario, de protección social y comunitario. Esta destrucción solo tiene una manera de contrarrestarse para mantener la cohesión de la sociedad. Y es la bandera. En ella se envuelven. Su España debe sentirse de manera inmediata, sin razonar, sin crítica, asumiendo las tradiciones sean o no juiciosas o éticas. Son las nuestras, dicen. Las suyas. En un alarde del arte de birlibirloque acusan a los inmigrantes de todo. Tratan a los menas como si fuera el nombre de una banda de mafiosos extranjeros. ¿Quiénes pagarán la factura de atender a los inmigrantes? Preguntan. Luego tienen la osadía de decir que sus señorías no, que las pagarán los trabajadores. Por supuesto, ellos pretenden bajar los impuestos a los más ricos. La hipocresía es mayúscula.
Luego para que no pensemos que, de nuevo, la bandera rojigualda es el símbolo de lo más execrable de España. Para que no dejemos de pensar que nombrar España es sinónimo de intolerancia hacia los regionalistas y nacionalistas, intolerancia hacia la mujer, hacia homosexuales, ateos, animalistas… Mienten descaradamente con los datos y las gentes les votan. Intolerancia hacia la verdad y la justicia. Por mí, que se queden con la bandera.
Pero la culpa no es de quien convoca las elecciones. Los votantes están ahí. Doy gracias de que hayan dado la cara y mostrado de qué pasta están hechos. Suponiéndoles buena intención, por el miedo al independentismo, han tolerado lo intolerable de sus líderes, han comprometido el bienestar de los españoles y más aún de los que han venido huyendo de la miseria y la desesperación. Han tolerado que se discrimine por razón de gustos sexuales, se criminalice a quienes pensamos que es posible un mundo mejor, nos llaman “dictadura progre”. Pronto nos prohibirán dar clase por prevención no vayamos a convertir a sus tiernos infantes la capacidad crítica. Han tolerado que se amenace con prohibir partidos políticos y cerrar medios de comunicación.
Me duele tanto que tres millones seiscientos mil conciudadanos hayan otorgado su voto a estos desaprensivos, con un lenguaje gamberro y una arrogancia que no perdonan a otros cuyas ideas y políticas les podría mejorar la vida… No puedo ponerme en la piel de un votante de Vox. Lo siento, no puedo. Toca arriar velas, porque el mundo que se avecina va a ser terrible.
Gracias, tres millones seiscientos mil compatriotas por facilitar la tarea.

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