viernes, 29 de noviembre de 2019

Reseña de Rocío Cerón: ‘Observante’. Ediciones Liliputienses. 2019.


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Nacida en Ciudad de México (1979), Rocío Cerón es una poeta, ensayista, editora y creadora transdisciplinar, actividades todas ellas que se traslucen entre sus versos. Su producción poética incluye: Materia oscura (2018); Borealis (2016); La rebelión. O mirar el mundo hasta pulverizarse los ojos (2016); Anatomía del mudo. Obra reunida (2002-2015); Nudo Vortex (2015); Dioramas (2012); Tiento (2013), Imperio (2009). Fundadora de ENCLAVE, Festival de poesía transdisciplinar podemos, además, seguir su trayectoria en rocieron.com
La primera sección, Arborescencia, supone una acumulación de materiales diversos, verso, prosa, anotaciones. Con formas poéticas complejas que cobran mayor sentido tomándolas en su conjunto. Podemos entresacar aforismos (“Risas, andamiaje: nervaduras de placer”) o consejos casi de psicomagia:“Escuche a Apolo, sus constantes heridas, su voz de manglar de Tumben, de concha negra / Escuche la risa disonante del loco, / su manto tímbrico de crepúsculo náutico”.
En Miiundasikantani (25 nomenclaturas para nombrar un paisaje) la mirada se convierte en escrutadora de pequeñas historias enclavadas en un paisaje mental y físico al que se accede con llaves conceptuales y poéticas muy concretas: “Pulverizados huesos, ahora paso, camino para el andante que recuerda las enseñanzas del habla”. La función hermenéutica de la poesía reside, en parte, en su carácter no obvio, en lo que de secreto se oculta a la vista de todos: “Oscuro o brillante, expansión del lenguaje de las grietas o descomposición de los vínculos entre doseles. Fortuito y mineral, como la génesis del mundo”. Rocío Cerón incluye ese minucioso escrutinio a través de la palabra y el lenguaje como quien busca la salida de un jeroglífico en lengua extraña: “Desde la lengua, desde el cliché (marca el cuadrante, busca el vestigio) un entomólogo diagnostica el mundo, su temida latencia”.
Detrás, “el mundo se revuelve entre nudillos sobresaltados. Acecha, acecha el desfallecimiento del testigo. Se hunde el paseante entre un velo multicolor. Las aves de este bosque, futuro de una fábrica muerta”. Un juego del mirar afuera y del mirar hacia dentro para sospechar de las propias percepciones: “Ante distorsiones, la mirada poliangular para corregir el punto de vista. Bocetos fotográficos o proyecciones de cuerpos opacos sobre muros. Ante el miedo, búsqueda de perspectivas y escorzo, realidades para configurar el ojo del observante”.
“Hacia el interior –no hacia la Historia, la enajenante y ciega– hacia el interior, los parajes familiares, la nostalgia de los hechos, el primer traje de fiesta, el asombro ante el contacto entre miradas, el vuelo de hojarasca, las costumbres y los recién nacidos. En los manteles tendidos al piso, la hoguera, los extramuros, el humo, la salvia, el navío. Muda, a lo lejos, la ciudad se derrumba”
Incisiones casi es el reverso intimista, tratando de “Compartir el nido como moneda de cambio”. La percepción de la realidad exterior se realiza a través de la relación que tienen con lo que el espíritu impregna: “Los objetos, materiales que se desvanecen entre las ramas”. Esta propuesta continúa en Materialidades Subversivas, donde los objetos se humanizan, se dotan de intimidad, la transportan: “La luz no tendrá sombra sobre los cables reflejos. Tal la intensidad de una mirada ante superficie negra. Edificaciones. El ojo ataca la forma, la deglute” (I).
Observante es un estudio de la mirada, como  elección, como lo dado más allá de un contrapunto epistemológico heredero del cuestionamiento posmoderno de las perecepciones y la Razón como soberana absolutista. Rocío Cerón habla de “Estruendos, ráfagas de voces y luz. Lo primero. El contacto en el mundo. Así, desde ese punto, la duda. Habita resplandeciente desde la inicial mirada, ahí el horizonte” (V). El objeto principal de la mirada es siempre el paisaje, elemento clave y marco de referencia vital: “Paisaje; ascenso, descenso, sobre líneas signos, capas traslúcidas, símbolos donde el fuego, el aire, suman una gramática, la del cosmos y sus grafías (VI). La actividad poética y vital consiste en “Mira alrededor, toda construcción alborea ya su destilación de la muerte” (VII). La conciencia de la muerte, esta es la clave. La urgencia de mirar, de comprender, de rebatir la conciencia de inutilidad en el transcurso, en el breve transcurso de la vida.
Con una base en Merleau Ponty y la fenomenología, el poeta se ancla en “El rostro y la conciencia. El reflejo y lo mirado” (IX), y el resto, más que comparsas, son cómplices: “El presente y sus cómplices. El ojo. El oído. El tacto. Unión de estancias por el objeto descubierto”. Observante, tanto la sección como el volumen en su conjunto recuerda a la reflexión de Susan Sontag sobre la fotografía como alegoría de la mirada y la conciencia, de cómo se focaliza y se interpreta, como las partes de la realidad cobran sentido y se almacenan en la memoria: “Lo hecho es lo que está (…). Lo que hay es la forma que fue. Lo que está”. La poeta y la ensayista realizan la misma expedición. Y como expedición física hay que tomarla: “Ensayar límites de esfuerzo y resistencia: Desanudaciones de agua en el estanque; pereza y lucidez enredada; imantadas de fuerzas”.
Y, en el paisaje, distinguir figura y fondo: “Formas sobre otras. Dientes, caderas, frente. El reflejo constituye una caja infinita. Matuska. Destrucción o restablecimiento”. Separar, diferenciar, delimitar el dibujo, “Diques y vetos, volumen. Roca plutónca a pies del acantilado. En ese encuadre, acariciarte el muslo a la mujer de cabello largo”.
“Desde esta orilla, tan secreta e íntima, desde el ínfimo brillo y las resolance de luz, desde el clavo y la úlcera, desde la secreta escucha detrás del muro, desde este lugar no propio pero tomando en dominio por el instante del verbo, se sacude del polvo de la palabra anunciación
Rocío Cerón no habla el idioma del filósofo, ni siquiera del poeta filósofo como María Zambrano, pero comparte su intuición, buscando los claros de bosque, la luz que penetra y, gracias a la sombra, delimita los contornos: “La luz –sus indescifrables hilos– abastecen la salida posible: nomenclatura exacta del paisaje del rosto de la madre”.
El volumen termina tomando aliento y recordando las acciones poéticas del primer libro.

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