La Asociación de Mujeres
Feministas de Rota me han pedido que contribuya a la presentación del libro que
recoge las conferencias agrupadas en el ciclo Las máscaras de Eva de las ponentes Mª Regla Prieto, Gema Otero,
Rosa San Segundo y Antonia Corona Aguilar.
Quizás pueda chocar un poco que
un varón cishetero hable a propósito del feminismo, y no sea para dar
explicaciones condescendientes, sino como parte de un movimiento que
reivindica, busca y lucha por la igualdad de la mujer. No quiero recordar el
nombre de cierto político que daba por supuesto que no podía ser feminista
porque él era un hombre. Esta es una de las primeras excusas que se vienen
utilizando para escabullirse del compromiso por la igualdad. El desentenderse.
Así, de paso, se perpetúan los estereotipos y el desequilibrio de poderes.
Otras de las
excusas muy socorridas, pero no por ello menos irritantes, es la de quienes
–varones y mujeres– reniegan del propio término “feminismo” proponiendo, por
ejemplo, “humanismo”, que hace referencia, por otra parte, a una corriente
filosófica que nada tiene que ver con la igualdad de género. Estos y estas que
se muestran tan reacios a aceptar el feminismo como bandera suelen quejarse de
la inutilidad del cuidado en el lenguaje inclusivo, e insisten e insisten en la
economía del lenguaje y en que el masculino es genérico y no hace falta tanta
precisión tiquismiquis y vacía. Precisamente el nombre del movimiento,
feminismo, pone el acento en la mujer –aunque sea un nombre de género gramatical
masculino–. Y es precisamente esa la razón para no adherirse a la causa. No se
han parado a pensar que es este fenómeno precisamente el que se denuncia con el
lenguaje inclusivo. Cientos de años, miles de términos, decenas de leyes que
hacen uso del masculino genérico y la mitad de la población debe sentirse
incluida sin reservas y un solo término “femenino” y ya saltan las alarmas. Es
un botón de muestra de lo importantísimo que es el lenguaje en la lucha por la
igualdad.
El lenguaje
tiene una capacidad evocadora que sobrepasa lo meramente informativo. Las
palabras, las imágenes hacen resonar en nuestras entrañas mitos ancestrales,
miedos antiguos, prejuicios enterrados. Todo tiene que salir a la luz, debemos
hacerlos conscientes, analizarlos, cuestionarlos, darles un nuevo significado,
añadir nuevas lecturas. Acercarnos a esta valoración y re-contextualizarla es
la tarea de María Regla Prieto. En el volumen hace una visión de los roles
generales en los que se presenta a la mujer en la mitología clásica
Una de las
características más interesantes del feminismo como movimiento es su carácter
multifacético. Hay un feminismo sufragista, un feminismo que busca la igualdad,
como si entre hombres y mujeres no debiera existir mayor discriminación que
entre rubios y morenos; otros se plantean la especificidad bio-socio-histórica
de los géneros, hay un feminismo ecologista y un feminismo queer, provocador. El mismo debate es enriquecedor en esta lucha
que tiene como objetivo la liberación de la persona, porque a través de la
igualdad entre los géneros, a través de la lucha contra la discriminación de la
mujer y el fin del patriarcado, no solo ganan las sometidas.
También los
varones hemos sufrido en esta situación injusta, incluso dentro de una posición
de privilegio también se imponen cadenas y estereotipos, aspiraciones
prefijadas, imaginarios perversos de una masculinidad tóxica.
El feminismo
no va de la lucha de la mujer contra el hombre. La culpabilidad, más que de los
hombres, en genérico, es de la estructura patriarcal, las prácticas de
convivencia, la estructura de poder contra la que hay que luchar. Un hombre
puede sentirse hombre siendo feminista, por supuesto. Esto no va de amaneramiento
de los hombres, sino de romper las barreras de los estereotipos, sabiendo,
sobre todo, la enorme losa que atrapa a cada mujer en su ambiente y en sus
aspiraciones. Gema Otero, que tiene un amplio historial de trabajo en temas de
igualdad y coeducación hace hincapié en la construcción del amor y los afectos
en los contextos escolares. La coeducación no se reduce a la coexistencia, sino
a replantearnos los papeles tradicionales asignados a cada género. Para ello
hay que ser conscientes de que existen y se perpetúan y que, independientemente
del género en el que nos movamos, hay roles que debemos rechazar y otros que
debemos asumir.
Antonia Corona
Aguilar también aborda los mitos de la femineidad, aquellos que aprisionan a
las mujeres a través de los afectos, que el amor todo lo puede, que el amor es
sacrificio y despersonalización. También nos habla de las resistencias, que son
poderosas y tienen muchísimos recursos, controlan las creencias y la religión a
través de las instituciones eclesiásticas; controlan la difusión de las ideas
en los medios de comunicación, en los roles de las películas, en la divulgación
del pensamiento feminista. Atacan sistemáticamente y desde varios frentes a lo
que llaman “ideología de género”, como si fuera una aberración intelectual
constatar que una cosa es el sexo biológico (que ni siquiera él es dicotómico
en la naturaleza), y otra, relacionada pero muy distinta, el género, es decir,
la manera normativa de comportarse hombres y mujeres, y otra, completamente
independiente, los deseos y los afectos. Para la mentalidad conservadora –más
allá de partidos o de ideologías– todo debe estar muy simplificado, lo blanco
es blanco, el hombre es hombre, y lo que no es blanco es negro, y lo que no es
hombre, es mujer. Y ya, de paso, dejamos también cuál es el lugar de cada uno
en la sociedad.
Esta es una
inercia poderosísima y muy peligrosa porque cuestionar los avances no hace sino
justificar ideológicamente la violencia contra las mujeres. Poniendo el acento
en las supuestas exageraciones de feministas radicales se apoya implícita,
incluso explícitamente a los que ejercen la violencia y a quienes mantienen los
marcos legales y mentales imprescindibles para que se produzca. El repaso a la
historia de Rosa San Segundo abunda en estos temas y sus diferentes contextos
histórico-sociales, así como en la descripción de su evolución y su posible
solución a través de la ayuda a las víctimas y la prevención con base en la
educación de la sociedad en su conjunto. Antonia Corona termina el volumen
proponiendo algunas de las características de los nuevos liderazgos y las
nuevas estrategias de empoderamiento feminista. Esperemos que no se necesiten
más mártires, ni que tengamos que recurrir al heroísmo para conseguir este
mundo más justo, que lo normal sea participar de la vida sin sacrificios
excepcionales, que lo cotidiano se abra a lo que, sin duda, es una ventana a la
esperanza de que hombres y mujeres puedan vivir en igualdad de derechos y
responsabilidades, de hábitos y prácticas, de conocimiento y afectos.
¡Excelente presentación!
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