El incansable Hilario Barrero
revisa lo acontecido entre 2014 y 2015 mientras sigue la encomiable tarea de ir
sacando a la luz los Cuadernos de Humo
y ejerce de anfitrión de algunos amigos que se aventuran por la Gran Manzana. Prospect Park es la última entrega de
una serie que comenzó con Las estaciones
del día (2003), De amores y temores
(2005), Días de Brooklyn (2009), Dirección Brooklyn (2009), Brooklyn en blanco y negro (2011), Nueva York a diario (2013) y Diarios 2012-2013 (2015). Continúa la
escritura precisa del día a día, de lo maravilloso de la cotidianeidad, de lo
extraordinario que surge en lo cotidiano donde se cruzan historias cazadas al
vuelo, reflexiones sobre el arte, la literatura, la amistad, el amor. Y la
nostalgia.
El sentimiento
que predomina en este nuevo volumen tiene mucho que ver con la sensación de
hogar, alternando la mítica tierra de Toledo de su infancia con la sensación de
encaje perfecto en el paisaje de Brooklyn que muchos definen como felicidad. El
territorio de Prospect Park es el de la melancolía, ya hay en Brooklyn una
melancolía digna de recrearse en ella. Van quedando atrás las obligaciones
laborales y tienen tiempo de aflorar los viejos recuerdos, los recuerdos que se
han hecho viejos entre los edificios de ladrillo rojo de un barrio todavía con
vida propia, con sensación de pertenencia.
Hilario
Barrero mira con un ojo firme y atento, como podemos comprobar y complacernos a
través de las fotografías que se traducen en el texto, y las que vamos
siguiendo en las redes sociales. Una mirada vital, vibrante, y llena de poesía.
Más que profesor, más que editor, más que artista plástico, Hilario Barrero es
poeta, independientemente del lenguaje utilizado para ello. En cierta forma
todo se trata de traducir, decir casi lo mismo, a cuenta de una imagen, de unos
versos, de un trozo de texto elaborado con el mismo mimo con el que se recrea
uno en las sílabas de un verso. Quizás este volumen tenga un mayor grado de
poesía en su escritura:
“La nieve,
como un sastre aplicado, ha trazado con el jaboncillo blanco, en las junturas
de la aceras, delicados pespuntes que la tijera del sol, en su momento,
convertirá en agua” (Jueves, 2)
Hay entre las páginas una voluntad
de reflexión sobre la propia labor del autor, bien como poeta, bien como
traductor. También como paseante en dos planos, el de Zocodover y el de
Manhattan, el joven que descubre el mundo y el adulto que redescubre esos
paisajes. Quizás la exposición del Greco en el Metropolitan pudiera servir de
metáfora adecuada para aquel que sale de su patria, desarrolla su arte en
tierra extraña. Toledo y Nueva York.
“Mirarse uno
en el otro es prescindir del espejo que miente. Una mirada que choca con otra
es como una fotografía detallada de lo que está ocurriendo (…). Amarse uno en
el otro y por el otro y con el otro es saberse de memoria todas las
preposiciones y proposiciones amorosas, todas las posturas variables de
complemento directo, todos los modos verbales, voz pasiva y voz activa,
gloriosos adverbios de lugar y tiempo, de modo y de miedo. Amarse es mirarse
con la desnudez de la vida y el temor de la muerte.”(Sábado 4)
También vemos al autor como
vecino, como amigo, como amante. Da envidia no poder asistir a los conciertos
de Mozart, Wagner, los de Bach…. no disfrutar de las extrañas cúpulas de Guastavino.
Y quizá ya no lo veremos como profesor –aunque sí como maestro– porque este es
uno de los puntos de inflexión vitales que se erige como elemento clave para
entender esta última entrega de los diarios. Retomando el tema de uno de sus
más celebrados poemas, HB no volverá a enseñar el subjuntivo a jóvenes que
están más en la vida que en las letras.
“Vengo como
vacío, como si me hubieran quitado un peso de encima, he cerrado una puerta que
nunca más volveré a abrir porque se han quedado con las llaves, sin
credenciales ni honores porque soy un jubilado, sin identificación porque se
han quedado con mi carné profesional, sin correo electrónico porque me han
borrado del sistema” (Jueves, 27 de agosto)
Abandonar el mundo académico no
significa en modo alguno desertar de la labor de reflexión y análisis de la
poesía o de traducción, ahí están sus palabras sobre Mario López, Gil de
Biedma, Celaya, Cernuda, Joan Margarit, Levine… El amor por el arte y la poesía
se demuestra con una cuidada vocación de estilo, de sobriedad castellana y
expresividad intensa, un tremendo lirismo que envuelve la narración de los
pequeños y grandes quehaceres alrededor del paisaje del enorme parque que
otorga vida y personalidad, ofrece consuelo y cobijo a los habitantes del reino
de Brooklyn.
Prospect Park es en cierta forma un
diario crepuscular. El inevitable paso del tiempo deja sus inevitables huellas,
y deja los inevitables huecos, amigos que se van, anuncio de lo que se seguirá
yendo. No cae, en modo alguno, en el sentimentalismo, la contención emocional
redunda en un estilo literario y en una actitud vital que no se recrea ni busca
la complicidad del lector a partir de remover los sentimientos más vivos. La
emoción llega intensa, sin patetismos, pero certera en sus palabras, reflejo
inmediato de la propia vida que se encuentra detrás. Así nos podemos asomar a
una intimidad casi fuera de foco, sin hacer casi explícito el acontecimiento,
los pequeños detalles que son los que llenan de contenido una vida, que
intuimos mucho más profunda de lo que nos es permitido asomarnos. Primus
vivere deinde scribire.
“Pasa un tren
y emborrona la melodía que el músico estaba interpretando absorto y entregado
en la estación del metro. Resonaban las notas y volaban como pájaros de ruido a
estrellarse en la bóveda gris y accidentada. Un segundo después, por el andén
opuesto, entra otro tren y borra la música totalmente. El intérprete sigue
tocando para el caos que, por un momento, se ha creado en la estación. El ruido
atronador vence, como un arcángel perverso y demoníaco y aplasta la música por
un momento. Se van los trenes y la melodía se eleva como un chorro de agua
luminosa. Como en la vida: nos golpean por un lado y caemos, apenas nos
levantamos llega otro golpe por la dirección opuesta y nos vuelve a derribar.
Algunos seguimos respirando escuchando el ruido de la vida, otros nos dejamos
llevar por el ruido brutal del tren hasta la última estación, fía y oscura, lóbrega
y abandonada. Final del trayecto” (Miércoles, 29)
"Hilario Barrero es poeta, independientemente del lenguaje utilizado para ello." qué acertado me parece esto, Javier. El libro me ha parecido todo poesía, sin serlo como tal. El pensamiento poético de H.B. siempre presente, en cada una de las entradas del diario. Y, cierto también esa envida sana que da no poder asistir a conciertos, exposiciones y demás actos culturale a los que asis Hilario pero qué placer también el poder "vivirlos" a través de su experiencia, siempre emotiva.
ResponderEliminarEs el primer diario que leo suyo (como le he dicho al propio Hilario empiezo a leerte de atrás hacia adelante (o a la inversa no sé bien)) pero, sin duda, siendo el primero no será el último que me lea suyo.
Qué buena reseña, Javier!
Saludos.