domingo, 17 de noviembre de 2019

Las máscaras de Eva


La Asociación de Mujeres Feministas de Rota me han pedido que contribuya a la presentación del libro que recoge las conferencias agrupadas en el ciclo Las máscaras de Eva de las ponentes Mª Regla Prieto, Gema Otero, Rosa San Segundo y Antonia Corona Aguilar.

Quizás pueda chocar un poco que un varón cishetero hable a propósito del feminismo, y no sea para dar explicaciones condescendientes, sino como parte de un movimiento que reivindica, busca y lucha por la igualdad de la mujer. No quiero recordar el nombre de cierto político que daba por supuesto que no podía ser feminista porque él era un hombre. Esta es una de las primeras excusas que se vienen utilizando para escabullirse del compromiso por la igualdad. El desentenderse. Así, de paso, se perpetúan los estereotipos y el desequilibrio de poderes.
Otras de las excusas muy socorridas, pero no por ello menos irritantes, es la de quienes –varones y mujeres– reniegan del propio término “feminismo” proponiendo, por ejemplo, “humanismo”, que hace referencia, por otra parte, a una corriente filosófica que nada tiene que ver con la igualdad de género. Estos y estas que se muestran tan reacios a aceptar el feminismo como bandera suelen quejarse de la inutilidad del cuidado en el lenguaje inclusivo, e insisten e insisten en la economía del lenguaje y en que el masculino es genérico y no hace falta tanta precisión tiquismiquis y vacía. Precisamente el nombre del movimiento, feminismo, pone el acento en la mujer –aunque sea un nombre de género gramatical masculino–. Y es precisamente esa la razón para no adherirse a la causa. No se han parado a pensar que es este fenómeno precisamente el que se denuncia con el lenguaje inclusivo. Cientos de años, miles de términos, decenas de leyes que hacen uso del masculino genérico y la mitad de la población debe sentirse incluida sin reservas y un solo término “femenino” y ya saltan las alarmas. Es un botón de muestra de lo importantísimo que es el lenguaje en la lucha por la igualdad.
El lenguaje tiene una capacidad evocadora que sobrepasa lo meramente informativo. Las palabras, las imágenes hacen resonar en nuestras entrañas mitos ancestrales, miedos antiguos, prejuicios enterrados. Todo tiene que salir a la luz, debemos hacerlos conscientes, analizarlos, cuestionarlos, darles un nuevo significado, añadir nuevas lecturas. Acercarnos a esta valoración y re-contextualizarla es la tarea de María Regla Prieto. En el volumen hace una visión de los roles generales en los que se presenta a la mujer en la mitología clásica
Una de las características más interesantes del feminismo como movimiento es su carácter multifacético. Hay un feminismo sufragista, un feminismo que busca la igualdad, como si entre hombres y mujeres no debiera existir mayor discriminación que entre rubios y morenos; otros se plantean la especificidad bio-socio-histórica de los géneros, hay un feminismo ecologista y un feminismo queer, provocador. El mismo debate es enriquecedor en esta lucha que tiene como objetivo la liberación de la persona, porque a través de la igualdad entre los géneros, a través de la lucha contra la discriminación de la mujer y el fin del patriarcado, no solo ganan las sometidas.
También los varones hemos sufrido en esta situación injusta, incluso dentro de una posición de privilegio también se imponen cadenas y estereotipos, aspiraciones prefijadas, imaginarios perversos de una masculinidad tóxica.
El feminismo no va de la lucha de la mujer contra el hombre. La culpabilidad, más que de los hombres, en genérico, es de la estructura patriarcal, las prácticas de convivencia, la estructura de poder contra la que hay que luchar. Un hombre puede sentirse hombre siendo feminista, por supuesto. Esto no va de amaneramiento de los hombres, sino de romper las barreras de los estereotipos, sabiendo, sobre todo, la enorme losa que atrapa a cada mujer en su ambiente y en sus aspiraciones. Gema Otero, que tiene un amplio historial de trabajo en temas de igualdad y coeducación hace hincapié en la construcción del amor y los afectos en los contextos escolares. La coeducación no se reduce a la coexistencia, sino a replantearnos los papeles tradicionales asignados a cada género. Para ello hay que ser conscientes de que existen y se perpetúan y que, independientemente del género en el que nos movamos, hay roles que debemos rechazar y otros que debemos asumir.
Antonia Corona Aguilar también aborda los mitos de la femineidad, aquellos que aprisionan a las mujeres a través de los afectos, que el amor todo lo puede, que el amor es sacrificio y despersonalización. También nos habla de las resistencias, que son poderosas y tienen muchísimos recursos, controlan las creencias y la religión a través de las instituciones eclesiásticas; controlan la difusión de las ideas en los medios de comunicación, en los roles de las películas, en la divulgación del pensamiento feminista. Atacan sistemáticamente y desde varios frentes a lo que llaman “ideología de género”, como si fuera una aberración intelectual constatar que una cosa es el sexo biológico (que ni siquiera él es dicotómico en la naturaleza), y otra, relacionada pero muy distinta, el género, es decir, la manera normativa de comportarse hombres y mujeres, y otra, completamente independiente, los deseos y los afectos. Para la mentalidad conservadora –más allá de partidos o de ideologías– todo debe estar muy simplificado, lo blanco es blanco, el hombre es hombre, y lo que no es blanco es negro, y lo que no es hombre, es mujer. Y ya, de paso, dejamos también cuál es el lugar de cada uno en la sociedad.
Esta es una inercia poderosísima y muy peligrosa porque cuestionar los avances no hace sino justificar ideológicamente la violencia contra las mujeres. Poniendo el acento en las supuestas exageraciones de feministas radicales se apoya implícita, incluso explícitamente a los que ejercen la violencia y a quienes mantienen los marcos legales y mentales imprescindibles para que se produzca. El repaso a la historia de Rosa San Segundo abunda en estos temas y sus diferentes contextos histórico-sociales, así como en la descripción de su evolución y su posible solución a través de la ayuda a las víctimas y la prevención con base en la educación de la sociedad en su conjunto. Antonia Corona termina el volumen proponiendo algunas de las características de los nuevos liderazgos y las nuevas estrategias de empoderamiento feminista. Esperemos que no se necesiten más mártires, ni que tengamos que recurrir al heroísmo para conseguir este mundo más justo, que lo normal sea participar de la vida sin sacrificios excepcionales, que lo cotidiano se abra a lo que, sin duda, es una ventana a la esperanza de que hombres y mujeres puedan vivir en igualdad de derechos y responsabilidades, de hábitos y prácticas, de conocimiento y afectos.

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