El ecuatoriano Miguel Antonio Chávez regresa al territorio de la novela después de La maniobra de Heimlich (2010) y Conejo ciego en Surinam (2013). Ha sido finalista del premio Juan Rulfo en 2007. Además ha publicado relatos y teatro y ha aparecido en diversas recopilaciones. Del prólogo de Andrés Neuman se destaca la libertad formal, un “delirio libérrimo” y la facultad notable para entreverar finísimo humor dentro de una visión posapocalíptica. Efectivamente, Yo, Beato, se puede entender como una sátira política disfrazada de distopía donde el humor hace de gozne para la terrible situación que se antoja irremediable.
El lector se enfrenta a una narración poco convencional, en la que se pueden apreciar algunos recursos, no digamos experimentales, pero sí que los alejan de la linealidad simplista de la literatura de consumo masivo. A diferencia de las vanguardias, cuyo propósito tenía más que ver con épater le bourgeois y con la vana ilusión de ser los primeros en algo, la prosa de Miguel Antonio Chávez es ágil y los mecanismos estilísticos están siempre al servicio del argumento, evitando cualquier atisbo de preciosismo o de pose literaria.
Podríamos considerar que las novelas que tratan de dictadores iberoamericanos son un género en sí mismo, con notables hitos en la tradición que emparenta a Miguel Ángel Asturias con Vargas Llosa o Valle Inclán. Sin embargo, Yo, Beato, es algo más. Al situar la acción en un futuro que tanto se parece a nuestro presente, logra el distanciamiento irónico necesario para volcar los asuntos que en la actualidad apenas aparecen, en su máxima dimensión, llevando al absurdo las luchas por controlar los discursos, los pensamientos y las acciones de los ciudadanos, que no son más que meros consumidores. El recurso a la utopía, desde las más lejanas expresiones literarias, ofrece un lugar privilegiado para observar la sociedad presente. Un lugar, irónicamente, situado fuera de cualquier mapa, entendido este tanto en la vertiente geográfica como temporal. Solo saliéndose del plano puede uno juzgar desde una perspectiva y esa atalaya puede ser precisamente una isla o un lugar en el futuro de Ecuador. Llamamos distopía cuando ese sueño de la razón se dispone a producir monstruos, cuando el inexorable paso del tiempo alcance su plenitud en el desastre autoritario.
“–– Usted ha sido entrevistado por la Deutsche Welle, BBC, la CNN-Telesur. ¿Qué se siente se hoy el personaje más buscado por el Gobierno de Sagrado Corazón y que, al mismo tiempo, genere tanta curiosidad en el extranjero? El Gobierno de su país ha mantenido durante dos décadas un aislacionismo inédito para una nación sudamericana, al menos para las de habla hispana. Eso no había ocurrido ni con los gobiernos de izquierda. Si hablamos de una incidencia real dentro del tablero histórico de la geopolítica internacional, su país apenas empezó a ser visible desde la primera década del siglo XXI. Y encima, cuando cambió de nombre, resultó bastante inusual para la región asumir ese cambio y acostumbrarse a él. A lo que voy es que mucha gente apenas conoce de Sagrado Corazón, lo asocia inmediatamente con usted, con su imagen.
–– Es mejor no invocar la vanagloria, hermano. El Maligno es muy astuto y se cuela por nuestro costado más débil”
Como en el Ensayo sobre la lucidez de Saramago, el punto de partida es una crisis política y social, pero Miguel Antonio Chávez imagina un Estado casi teocrático, una especie de Savonarola posmoderno dominado por el culto a reliquias como el Santo Prepucio de Cristo. La situación de control autoritario alcanza, como en 1984, a las acciones y también a los pensamientos, es casi psicológica, como comprobamos en algunos de los interrogatorios.
Con la inicial referencia de García Márquez al tirano Gabriel García Moreno, del siglo XIX, somos arrojados a una sociedad dirigida por Moreno-Lange, como si fuéramos historiadores del futro y no necesitáramos mayor presentación. Entramos en la novela con la acción, directamente al argumento, sin casi presentación. El autor recurre a la complicidad con el lector, “como no soy historiador ni político”, dice, se decantó por “simplemente dejarme llevar por el ímpetu de la ficción”. La sorna comienza con las menciones a Jair Bolsonaro, o la Instituto de Estudios Políticos Donald J. Trump y la Residencia de Escritores Kim Jong-Un. Y es que la utopía, por muy malvado que pretenda ser el futuro, siempre tiene sus pies bien asentados al presente.
No tendría sentido, literalmente, perdería el sentido de la crítica, si el lector no pudiera apreciar las continuidades, lo que no cambia cuando todo cambia. El Ecuador que es descrito como un futurible intransigente, tiene que tener rasgos muy reconocibles del Ecuador actual. Y por extensión, de la sociedad de este capitalismo de la información y los afectos que sufrimos en el inicio del Milenio.
Personajes bien definidos, como del Dr. Vela o la Madre Brígida acompañan la misión del líder supremo Graciano Moreno-Lange y ofrecen puntos de vista que se intercalan con la narración, con la persecución del disidente Miratis Purislinga. El desorden dogmático se va completando entre las referencias a los evangelios y a las páginas web. Una narración menos fragmentada de lo que podría parecer y con una asombrosa capacidad para llevarnos de la mano por este loco futuro que tanto se parece al nuestro.
Un libro irreverente, salvaje, divertido, que puede acercarse a lo más atroz y revolverse en la sonrisa:
“¡Qué jodido nos la pones, Graciano! Hay que admitir que sigues siendo un estupendo orador y anfitrión. ¿Cuántas Johnnie Azul cosecha 1981 pagó anoche el erario nacional? ¡Qué hembras, qué culos, por Cristo Jesús! Aquí entre nos, eran mayores de edad, ¿no? Esas que están ahí son las mejores aureolas jamás vistas en palacio. Ni a Santa Teresa de Ávila en el culmen de su éxtasis le brillaban las aureolas como a los melones redentores que tienes a tu lado” (…) Así, Oh, Su Excelencia, usted folla como los dioses. Usted porta en sus gónadas el poder de Zeus aún a su edad. Por supuesto, aún culea como los patriarcas del Pueblo Elegido, a quienes el Señor les prometió una descendencia tan numerosa como las estrellas del firmamento. Oh, sí; ¡y los patriarcas sí que cogían! Usted la clava como animal feroz. Usted es un animal feroz”
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