En la televisión nos llegan imágenes de Ucrania, una
revuelta extremadamente violenta en la que la oposición pide la dimisión de
Yanukóvich. En Youtube circula una
pieza de una ucraniana que pide que su vídeo sea visto por el mundo. ¿Qué piden
los opositores? ¿Es Yanukóvich un malvado? ¿Qué intereses ocultos manejan esta
violencia? Lo confieso, no lo sé. Y lo que es más, me siento incapaz de
asimilar tantísima información.
Los acontecimientos se suceden y las noticias de los medios
tradicionales son parcas en explicaciones. Este fin de semana las cabeceras de
los periódicos también hacen referencia al sellado de ETA de parte de su
arsenal ante la mirada de una comisión de observadores. Los “verificadores” son
puestos en entredicho por los medios escritos. En televisión española los
entrecomillan. ¿No da la impresión de haber detrás un intento de manipulación a
la opinión pública? ¿Quiénes son? ¿Quién los ha llamado? ¿No deberíamos
prestarles más atención, o es todo un simple teatro de la banda terrorista? En
otras ocasiones, para casos como este, siempre echo un vistazo a Gara. Y aunque siempre me lleve la
impresión de estar en un planeta distinto, al menos es otra visión. Y al final
me hago mi propia composición de lugar. No pretendo ser distinto, ni original,
ni siquiera independiente. Sólo quiero reflexionar sobre elementos de juicio.
Las luchas cainitas dentro de la izquierda. Las críticas
feroces a las candidaturas. Por poner un simple ejemplo, la iniciativa
“Podemos”, con Pablo Iglesias ha recibido palizas desde la izquierda y desde la
derecha. Lo más triste del caso es que el análisis más lúcido sigue siendo el
que los Monty Python hicieron en La vida de Brian con las luchas entre el
Frente Popular de Judea y el Frente Judaico de Liberación, olvidando que el
enemigo eran los romanos.
Podemos investigar en los medios no tradicionales, las redes
sociales, medios alternativos. Pero eso no nos elimina la desazón de ser
manipulados. Demasiadas fotografías con frases impactantes, demasiadas
consignas repetidas y compartidas como para confiar en ellas. La información
está ahí, nos dicen, al alcance de cualquiera. Pero atomizadas,
desestructuradas, aisladas, sin forma de comprobar y contrastar. En el momento
que salta un personaje “anónimo” en la red, inmediatamente aparece un pasado y
una crítica. Y puestos a desconfiar, ¿quién nos asegura que estas redes no
están vigiladas o intervenidas? Hay demasiado en juego para dejar en manos de
los usuarios la capacidad libre de expresión.
WhatsApp ha sido
comprado por Facebook. Un escalofrío
me recorre la espalda. ¿Por qué? ¿Qué pretenderán saber de nosotros? Pues
encima en toda la tarde del sábado se ha caído WhatsApp. Desde México viene la noticia de la captura de uno de los
capos más importantes de la droga, el “Chapo Guzmán”. Y en el mismo Facebook ya
aparecen chistes sobre el caso. Mezclando ambos acontecimientos. Por lo visto
pillaron al capo porque no recibió los mensajes que le mandaban para que
huyera…Así no hay manera.
La democracia, estoy convencido, se basa en una opinión
pública fuerte. Pero no quiero decir con esto que sólo se trate de una prensa
libre. Es importante que la haya, pero lo es aún más que los ciudadanos nos
comportemos de manera activa y no nos traguemos de manera sistemática todo lo
que nos envían.
Zizek recogía con mucho acierto un término acuñado por Robert
Pfaller, “interpasividad”. Si la interactividad hace referencia a la actitud
activa del espectador que influye en el emisor, la interpasividad es la
suplantación del emisor de la actividad propia del espectador. El ejemplo
paradigmático es la risa enlatada en las comedias. Ríen por nosotros. Piensan
por nosotros en los debates. Averiguan por nosotros en los programas de
investigación.
Debemos luchar contra estas imposiciones. Hay que evitarlo a
toda costa. No dejar de pensar, de considerar otras perspectivas, de sospechar
de la información. Buscar las noticias crudas y hacer la digestión en
solitario.
Como historiador y sociólogo debería estar más preparado
para intentar evitar los intentos de manipulación. Y es cierto, sospecho siempre.
Cuanto más unanimidad en algo, más sospecho de ese consenso. Y, realmente, no
me suelo equivocar. Siempre hay gato encerrado.
Más aún, sospecho que tantísimas noticias son una estrategia
más de desinformación. Es imposible estar al tanto de tantas cosas, como se
supone que hacen los tertulianos en sus numerosas citas mediáticas. ¿Cómo
pueden saber tanto de cada suceso que acontece cada día? ¿Cómo pueden tener una
opinión y una solución tan rápido? Imagino a los pensadores de los think tanks, a toda prisa buscando
excusas a la actuación de los responsables después de la muerte de los
inmigrantes en la frontera de Ceuta. ¡Venga! Que no podemos permitir que entren
todos, que hay 30.000 esperando a cruzar, que la crítica a la actuación de
responsables políticos es una crítica a la sacrosanta Guardia Civil…
Pero reconozco que ya no doy más de mí. No puedo hacerme una
opinión de todo lo que está pasando a mi alrededor. No puedo contrastar las
noticias. Imposible. En estos momentos me acuerdo de la abdicación de uno de
nuestros mejores reyes, Amadeo (lo digo por lo breve: el rey, si breve, bueno):
“todos invocan el dulce nombre de
la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate,
entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre
tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible
atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para
tamaños males.”