Boria nos ofrece con la segunda entrega de Óscar Navarro para la editorial, el notable Carta astral. También aparecen algunos poemas en antologías como Poetas en el Puente de los Espejos (Eléctrico Romance, 2021, preparada por Esther Abellán Rodes); Escribo porque eso… porque no puedo hablar (2016, antología de poesía LGTBI. ) o la Antología de poesía Viejoven (Versátiles, 2020, coordinada por Ana Patricia Moya Rodríguez y Manuel Guerrero Cabrera). Según el prólogo de Ramón Bascuñana, es una “declaración de amor a la poesía”. Imago hace referencia a una etapa de la evolución de los insectos, este es un canto a la transformación: “En la sombra, / plegada sobre sí misma, / crisálida siquiera, / una luz en promesa”.
Los primeros poemas se centran en el proceso de creación de la “verdad” que, como decía el maestro Machado, también la verdad se inventa. Óscar Navarro lo describe como un proceso de narración: “Después de la verdad / no se encuentra la mentira. // Después de la verdad / comienza el regateo”; “Escribir - decir / es hacer una elección. // Tampoco hay inocencia / en la mirada”. Tienen que ver estos poemas, por otra parte, con la metafísica propia de muchos poemas de Juan Ramón Jiménez y la metafísica: “silencio, / que no quiero derramarme / y no queda”. También en el cuestionamiento del yo: “Donde yo falto / hay un exceso de yo / que nunca es suficiente”.
El universo poético de Imago está poblado de sensaciones, de sonidos (“Por qué no era cada día / música de Boccherini”), de ruidos y sospechas (“un enemigo que acecha / agazapado / al pasar una hoja ya usada / del almanaque”), del tacto (“Como toco la tierra / tomo partido / enemigo del viento”), del sabor y las texturas (“Transitar la garganta / oscura / que va / de tu centro / como un caracol en la e–/pidermis / de un espejo”). Pueblan referencias para que afecten de modo directo a los sentidos, a que nos sumerjamos en esta transformación poética que fija su atención en el propio proceso de escritura: “Flores tumbadas – heridas / del jacarandá, del calor / con que escribo estos versos”. Un cuestionamiento perpetuo para depurar las palabras que aparecen y desaparecen en el verso: “sea lo que sea, a veces / carece de sentido / una bala perdida, / un insulto, / un beso a destiempo / carece de sentido”. Óscar Navarro llega a cuestionarse, como los poetas del silencio, la propia necesidad que el mundo tenga de la escritura, la imperiosa obligación del verso: “Hay días que fuera / mejor un día pasado / cualquiera, / un día a elegir / entre el sumario / de los que huelen / a sábanas limpias”. Entrelaza, precisamente el sonido con la quietud de la palabra escrita: “Callar, / que en las palabras / se está gestando / ya el silencio”.
Hablábamos de la mística oculta de los poetas del silencio, aquí se apela directamente: “Perdí a Dios despierto / y puedo abrir los ojos / Perdí a Dios / pero tengo las manos / para cubrir mi boca, / para reanimar los labios / proponiendo silencio”. Se percibe una sensación de inquietud, de peligro que acecha, de intuición extraña y terrible: “Pues todos los hombres / sostienen el pánico / en la proa de sus labios / y en las uñas / convocadas”; “Me encontrará a solas / entre multitudes – / el miedo es privado”. El aprendizaje del miedo, que diría Paco Ramos, se construye de multitud de pequeñas punzadas: “Del fondo / de esa garganta / donde anidan escorpiones, / del fondo / donde la luz no llega / y no hay luz, / de ahí al fondo / surge una rabia / que busca pájaros / muertos, una rabia / que no entiende que / del fondo de la garganta / debe rugir / el canto solamente”. Es una lucha para desembarazarse, para desentrañarse: “Cuando duerme la libertad, / el miedo / pretende su corona”.
Imago es una preciosa radiografía de las sensaciones que acompañan y traspasan la piel. Una descripción lírica de cómo el mundo exterior nos penetra y cómo, a veces, somos nuestro propio mundo exterior, pues, en ocasiones, somos nuestro más terrible peligro: “Esconderé mis manos / engarfiada, / bajo la camisa / pues no acuna”. Progresa con destellos de ironía, pero también de esperanza: “Todos los domingos llora / vaciando–/te de los restos / de los días. Al siguiente / empezarás de nuevo / y dispondrás el llanto / que te dejará el lunes / renovada”. Óscar Navarro sabe muy bien cómo el paso del tiempo evidencia lo que ya deberíamos saber, que la amenaza está siempre presente:
“Hay piedras
emplumadas.
Hay hombres
con dientes
en los párpados
–en los páramos.
Hay carne
transparente
de decirse
y re–
petirse
y sabes
que yo soy otro”