[Aviso: Spoiler] En la saga de
Star Wars uno de las escenas memorables es la del enfrentamiento de Luke
Skywalker (y posteriormente, en el episodio IX, de Rey) con el emperador
Palpatine. Palpatine representa el Lado Oscuro de la Fuerza. El maestro Yoda
había resumido en el episodio I cómo la forma en la que caer en él: “El miedo
es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al
odio, el odio lleva al sufrimiento.” Por eso, el Emperador advierte que siente
cómo el odio crece en el corazón de Luke: “El odio está creciendo en tu
interior. Coge tu arma Jedi, utilízala, yo estoy desarmado, fulmíname con ella,
dale salida a tu furia... a cada momento que pasa te conviertes más en mi
servidor...”[1]. El dilema
es claro y radical. Si utilizas tu rabia y tu ira, entonces gana el Lado Oscuro
porque te habrás pasado al otro bando, no habrá diferencia, la oscuridad habrá
vencido. Pero si no luchas contra el Lado Oscuro, este vencerá y no habrá
piedad ni prisioneros.
En
política funciona igual. Mucho se está discutiendo de cómo la derecha y la
ultraderecha se hacen con los símbolos patrios, la bandera, la identidad…
Pareciera como si la única forma de estar con la mayor parte de la población,
la España que madruga, es identificándose con sus gustos y con sus prejuicios.
Ver programas como Operación Triunfo, aprovechar Gran Hermano, posar para Diez
Minutos… entrar, en suma, en la cultura de masas para llegar a las masas. No
veo por qué no ahondar en esta senda y reivindicar los pinchos de tortilla con
la misma intensidad que los toros o las procesiones de Semana Santa. ¡Cuánto
daño le ha hecho a la izquierda esa actitud condescendiente, mirando por encima
del hombro hacia los catetos de pueblo! Esta es una crítica interna, la de la
lucha cultural, que no ha cesado en las posiciones de izquierdas.
Ahora bien,
este es el dilema que el emperador le planteaba a Luke. Si la izquierda permite
que los instintos y los prejuicios acompañen, como acompañan, a los símbolos,
si empezamos a envolver todo con la bandera y a abusar del discurso de una
nación por encima de las otras naciones, si se toma este camino la izquierda
acabará en el Lado Oscuro. Si quieres hacerte con el símbolo de la bandera y
apropiarte de todos los símbolos que identifican a los fachas, al final, te
conviertes en un facha, ¿de qué sirve entonces? Es el caso del italiano Diego Fusaro.
No rehúye participar en talk shows, y
lleva a gala identificarse con las ideas antieuropeístas, critica la llamada ideología de género y
esparce el miedo a la inmigración masiva. Rojipardos les llaman a estos
personajes que no se distinguen del fascismo tradicional.
En cambio, si
la izquierda rehúsa la identificación con las clases populares y se plantea los
objetivos clásicos de la lucha de clases, añadiendo todo el arsenal
contemporáneo de defensa de las minorías y de la identidad (la famosa trampa de
la identidad), corre entonces el riesgo de desconectar con sus bases. La gran
batería de medios de comunicación, ya sean los tradicionales o las redes
sociales, que defienden los postulados de la derecha no van a permitir una
conciencia obrera más allá de conflictos puntuales, según sean afectados. Será
una mínima clase media con conciencia quien sustente en votos a la izquierda. La
desinformación, los bulos, las manipulaciones, los mensajes machacones
santificando a Amancio Ortega o demonizando a los okupas… todo ello, sabiamente
manejado, lleva al miedo. Y, como Yoda advirtió, el miedo lleva al odio, el
odio al Lado Oscuro.
Y, para colmo,
si te enfrentas a los símbolos con otros, si plantas cara a los intransigentes,
entonces te conviertes en uno de ellos. Si se utilizan los mismos métodos, como
crear prensa de combate (Laúltimahora), no tardaremos en encontrar quienes
echen en cara que no hay diferencias entre una manipulación y otra. También se
habrá llegado al Lado Oscuro. Es la paradoja de Popper con la tolerancia, pero
mucho más cool y moderna.
Quedaría la
opción de la lucha pacífica, sin sectarismos, escuchando a quienes tengan que
aportar, con democracia intachable en los partidos, sin dudas sobre la
financiación. Tampoco cabría el insulto o la descalificación del contrario. No
participar en los debates televisivos de manera combativa y siempre con buen
talante. Recurrir a la guerra sucia
no es forma de hacerse con los votos, porque al Estado no se le combate en las
cloacas, como dijo aquel. Porque, eso sí, si un partido que defienda una
verdadera democracia en la que la mayoría del pueblo pueda hacer políticas que
beneficien a la mayoría, se demuestra que recurre a trampas electorales, a
luchas intestinas, a apropiación de dinero o manejos turbios, entonces sí que
estaremos en el Lado Oscuro. No habrá salvación. Además, porque, sabiendo que
te van a mirar con lupa lo que dices, lo que no dices, lo que aparecen en tus
libros de cuentas y aun así hay irregularidades, o bien no tienes la conciencia
necesaria para tener cuidado o te sobra desvergüenza.
En las
películas de Star Wars siempre se soluciona porque hay quienes se sacrifican para que el héroe pueda
mantenerse inmaculado, sin perder la serenidad y caer en la rabia y el odio y,
a la vez, poder luchar contra la injusticia. En la política española no
sucederá esto. Los bandos no están tan definidos como en el Imperio y la
Alianza Rebelde. El dilema es muy grave porque nos jugamos la posibilidad de
tener representantes que defiendan posiciones progresistas.
[1] Al final
del episodio IX, El Ascenso de Skywalker, vuelve a soltar el mismo discurso a
Ray: “Your hatred, your anger. You
want to kill me. That is what I want. Kill me... and my spirit will pass into
you. As all the Sith live in me... you will be Empress... we will be one.”