jueves, 29 de abril de 2021

Reseña de Trinidad Gan: ‘La nave roja’. Fundación Huerta de san Antonio. Juancaballos de poesía. 2020

La nave roja - Fundación Huerta de san Antonio


La colección Juancaballos de poesía sigue ofreciéndonos algunos ejemplos del pulso poético de alguno de los autores más sólidos emparentados con la ciudad de Granada y alrededores. En este caso, acompañan a los versos de Trinidad Gan los dibujos del imprescindible Juan Vida. Según se recuerda en la sinopsis del libro, La nave roja es la culminación de la trilogía que incluye Caja de fotos y Fin de fuga (de la escapan Papel ceniza y El tiempo es un león de montaña) cuyo tema principal es el amor.

La cita de Emily Dickinson avisa que la trayectoria de la nave protagonista del poemario tiene como desenlace un naufragio. Así, comienza con una sección titulada Fragmento de naufragio: “Es hora de partir / y llevar esta herida de equipaje. /…/ Se agolpan contra el muro los recuerdos / como si fueran cajas de mudanza”. Este es un recorrido cuyo fin ya se anuncia, pero que tiene como elemento fundamental la nostalgia de la travesía por el amor y el deseo, relatado desde la añoranza: “Y queda solo un rastro de ceniza / que traza ahora las calles / de una ciudad secreta”.

El cuerpo principal de la sección más extensa de La nave roja se recrea con la descripción minuciosa de los momentos en los que la piel y las manos se recorren con la impaciencia del deseo y los cuerpos se despliegan por los mapas de una ciudad que es a la vez escenario físico y alegoría: “¿No ves, amor, amor, que esta ciudad / parece abrir sus venas hasta dejar que brote / la sangre del deseo?”; “Se vuelve íntima la noche / y yo busco en una boca urgente / la saliva del caos. / En la acera, entre sombras, amor y soledad / van pactando su herida”. Muchas de las imágenes tienen que ver con la escritura, como caricia y como aprehensión de la experiencia del deseo: “Escribiste tus manos, / cartografía del mundo,  como un mapa / de luces sobre aquella piel tan quieta”; “No conocí su nombre entonces. / Sólo dejó, calladas e iniciales, / sus letras en mi pecho, / cuando cambió su ruta / y a este lugar frío que guardan la palabras / le dio nombre de puerto”;  “Recuerda la inestable caligrafía del deseo. /…/ Escribe ahora su cuerpo con detalle / por si, camino a casa, / cuando ya se haya ido, / has de abrazar su imagen solo / en esta oscuridad que queda”. El otro bloque de imágenes, evidentemente, tienen que ver con la travesía y con el mar: “Ser de nuevo, mar”;  “Ya este amor nuestro es una nave roja, / lejana, a la deriva /…/ Solo este desamor. / Solo la vida a solas”.

“Me diste un corazón para habitarlo

y el agua de tus manos que regaba mi herida.

Allí reconocí la vida y el deseo.

Y de tu intimidad hice hoguera en mis versos.

Ya sé que hoy, manchados por el tiempo,

descreemos tú y yo de aquellos mitos.

/…/

Por eso, ahora que me faltas,

pediría a la muerte un deseo sencillo:

ser como cangilones de una noria,

eternamente el uno tras el otro,

pasándome el agua al desbordarnos”

La sensación que predomina es la de la nostalgia (“Al levantar mi mano / veo, encendidas líneas, / las redes del deseo”; “He leído que es memoria el amor. / Que ni el olvido salva de su huella”). La tristeza por el paso del tiempo que desgasta el amor, que lo hunde, que hace desaparecer a quienes lo comenzaron: “¿Desde qué piel / en qué torpes estancias / medirías la ausencia?;“¿A estas alturas de tristeza, / quién vuelve a caer en el amor?”. Solo resta, nos recuerda Trinidad Gan, “Celebrar este mundo y sus heridas / ¿qué más dentro queda?”

Relojes rotos es la última parte compuesta por un único poema, un balance doliente de la travesía y el recuerdo que se desvanece: “Se va quemando el mapa del día y la memoria / en la hoguera tenaz de tiempo en la que ardemos”.

martes, 27 de abril de 2021

Reseña de José Juan Morcillo: ‘Diario de un confinado y otras estampas’. Chamán ediciones. 2020

 DIARIO DE UN CONFINADO Y OTRAS ESTAMPAS | JOSE JUAN MORCILLO | Casa del  Libro

Estudioso y poeta, profesor y columnista albaceteño. Este diario se comenzó a escribir durante el confinamiento. Un ejemplo de “literatura confesional” de descripción de emociones más que de testimonio periodístico. No son pocos los textos que van apareciendo después de un año del primer confinamiento, aquel que nos pilló desprevenidos y asustados, con incertidumbre que no ha cesado y con esperanza, en cambio, que parece que sí terminó. El volumen se completa con otras estampas, otros artículos escritos con la misma voluntad de mostrar la subjetividad de la mirada. Las expresivas ilustraciones son de J. M. Nieto, humorista gráfico del Abc.

Al comienzo de la pandemia no se sabía cuánto iba a durar lo que prometía ser cuestión de una quincena y en los primeros momentos hubo una efervescencia creativa y un interés de compartir la experiencia y la perplejidad. La voluntad que José Juan Morcillo hace explícita es llegar más allá de la simple crónica y la documentación histórica: “Mi anhelo es que su lectura les sea deleitable y provechosa: lograrlo, mi única satisfacción”, dice en el prólogo.

Lo meritorio del intento es ir más allá. No va a contar nada distinto a lo que hemos pasado todos durante el confinamiento y la lectura es mucho más interesante que el mero reflejo de lo que sentimos y vivimos hace un año. Estamos hablando de un texto de lirismo y de lucidez, de fijar la atención en la nueva cotidianeidad y hacer resaltar una nueva mirada personal y poética: “Llevo dos días sin salir de casa. Sigo con disciplina las tareas diarias. No tengo ánimo para vestirme, salir a comprar algo de comida y volverme con el espíritu entristecido después de ver las calles y el paseo huérfanos de vida humana” (Día 5).

Entre estas líneas recuperamos las ruedas de prensa diarias, los miedos, la llamada policía de balcón, la incertidumbre, incluso restos de lo que se ha venido a llamar fatiga pandémica, queda fuera, y se agradece, el guirigay político que atronaba en esos días. Esta es una hibridación muy delicada entre la literatura testimonial y confesional.

El confinamiento dio la oportunidad de repensar el espacio en el que nos desenvolvemos habitualmente: “Hacer del hogar prisión, en cambio, consiste en transformar tu ámbito de libertad, tu patria más íntima, en jaula de hormigón, en pintar de incomodidad la comodidad de tu espacio vital. Por ello, la mente se resiste a aceptar la transgresión” (Día 25). Así mismo tuvimos la ocasión de experimentar una nueva manera de concebir el tiempo: El tiempo, decía Ovidio, es el destructor de las cosas (edax rerum); con la lectura nos burlamos de él y acariciamos la eternidad” (Día 40). Muchos recordamos también la perplejidad que suscitaba la vuelta a cualquier forma de normalidad, la salida del hogar para retomar las actividades, el autor también confiesa: “Me costará volver a la prisión de la cotidianeidad” (Dia 50).

En las Otras estampas percibimos el lirismo de manera más explícita, la reposada mirada y l contemplación gozosa del paisaje: “Hoy la tarde es tranquila y apacible, y el arrebol de las nubes anuncia la llegada de la noche. Los estorninos y las palomas vuelan hacia las ramas yertas de los árboles” (Tiempo); “Los alcorques de mi ciudad son tristes. Son tristes y sucios. Algunos, viudos de árboles” (Alcorques); “A veces, como me ha sucedido esta mañana, me he dado cuenta de que no me fijo en las calles ni siento las impresión diaria porque estoy acostumbrado a ello” (Medio siglo).

Hay también ocasión para un replanteamiento minucioso de lo que vamos haciendo casi sin pensar, cuando la vida pasa por nosotros y no somos nosotros los que pasamos por ella: “Cuando tengo la mente ocupada en asuntos serios y que requieren responsabilidad, objetos cotidianos corren en mis manos el peligro de quedarse expósitos, a merced de quien quiera ampararlos” (El olvido).

Completan las estampas varios recuerdos (Cebra) y bromas (Reservas). Queda sitio para Anécdotas personales (Sfumato, Niños) donde se deja caer la dulzura y la dureza de la vida duro. Varios retratos de personajes (El traje) además de textos basados en la actualidad, como fue la tormenta que ahora se denomina DANA (Gloria).

Las Estampas finales abundan en la línea del lirismo y la imaginación (“El lenguaje literario es artificioso, y la artificiosidad coquetea con la ficción”, De lutos), de conciencia del paso del tiempo y los malos presagios: “Asegura que vienen malos tiempos para todos y que están muy próximos” (Panoli); “Hay muchos difuntos en España. Millones. Yo diría que todos lo somos” (De difuntos). Tras la imagen impresa de un tiempo presente incardinado y concreto, la trascendencia de la obra.

 

 

domingo, 25 de abril de 2021

Mucho más que fútbol

Para muchos el balompié es una metáfora de la vida. Debo reconocer que me dan miedo las metáforas deportivas, las que hacen los comentaristas deportivos porque están llenas de belicismo y las que hacen del deporte una explicación de la vida cotidiana o de la política. Quizás se deba a que no me gusta el deporte como concepto. El ejercicio físico, lo recreativo es lo interesante de estas actividades que se pervierten cuando se convierten en una competición, con sus reglas, sus recompensas y todo se orienta al fin de ganar. Incluso me da un poco de vértigo la necesidad de mejorar continuamente las marcas, como si uno no pudiera vivir confortablemente, feliz y pleno con lo que haya alcanzado en un determinado momento y siempre tuviera que ir más lejos, más fuerte, más alto.

Esta semana ha saltado el revuelo con la propuesta de una Superliga. Los detalles y las implicaciones deportivas seguramente se me escaparán porque no soy aficionado, más bien soy antisistema. Lo que me interesa, por supuesto, son las explicaciones que dan los implicados y cómo son asumidas por la sociedad. Es importante atender a las explicaciones porque los implicados suponen que ofrecen un razonamiento aceptable por la sociedad, dan por sentado un asentimiento compartido. Cuando Florentino Pérez tiene la oportunidad de dar su punto de vista no puede aparecer como un ser despreciable que utiliza su dinero y su influencia para ser un malvado, al menos en su cabeza todo suena muy razonable.

Los motivos de esta propuesta parecen estar en la pérdida económica tan gigantesca que ha causado la covid, cierre de estados, caída en la venta de mercaderías… Como aliado en su argumentación está la falta de eficacia, transparencia e incluso de honestidad de las organizaciones internacionales de fútbol, la UEFA o la FIFA. Se puede conectar con el descontento del aficionado con estas instituciones. Luego llega la gestión de los derechos de retransmisión. Ahí entra la apelación a la justicia. Deben cobrar quienes más generan, nadie ve los partidos de las fases iniciales de la competición, solo tienen interés para el público a partir de un momento en el que copan los grandes clubes. No hay grieta. Es cuestión de justicia.

En el fondo, y en la forma, son los mismos argumentos que se esgrimen en los debates ideológicos. Hay una constante mención de la meritocracia. Lo curioso es que la utilizan unos y otros. Meritocracia la de la Superliga porque están los que más se lo merecen. Meritocracia quienes la combaten porque evita que un equipo modesto que haga una gran temporada pueda estar en competiciones europeas. Suena un poco al debate que hubo cuando se filtró el contrato de Messi. Si vale tantos millones es porque los general. Como si un solo delantero pudiera no ya ganar, jugar siquiera un partido. Si no es por la labor de sus diez compañeros no podría llegar al área. El entrenador es otra figura curiosa en estos debates. Si un equipo no funciona, se reemplaza al líder. Una mentalidad empresarial que concibe el fracaso de una marca como error del gestor y no como un problema que puede ser estructural.

En la perversidad de este razonamiento, los grandes clubes ocuparían todos los espacios rentables de negocio y se concentrarían las ganancias distanciando mucho más a los llamados clubes modestos, que básicamente servirían como cantera para los grandes. Como en la vida misma, los que no tienen posibilidad de triunfar son los que hacen el gasto en preparación para que, si hay suerte, alguno llegue a ingresar en la élite. Si no alcanzan la gloria simplemente es que no tienen lo que hay que tener, el talento en las botas y el espíritu de lucha y sacrificio.

Ahora bien, cuando la discusión se pone agria y se apela al espíritu de competición por encima del negocio, se llega a la épica del David contra Goliath, la Superliga resiste con un golpe de realpolitik, esto es un negocio. Y sanseacabó. Los clubes son empresas y, como tales, miran por sus beneficios. Eso lo entiende todo el mundo y todo el mundo lo aplaude. Efectivamente, claro que son empresas. Empresas transnacionales abiertas al capital de los multimillonarios, independientemente de la procedencia de sus fondos, independientes de cualquier regulación estatal o supranacional, cualquier organismo que se atreva a marcar unas normas. Golpe encima de la mesa y ganador.

Lo que se traduce es el siguiente silogismo. El fútbol es una empresa. Si una empresa toma una decisión concreta lo hace siguiendo sus razones y está en su derecho. Una empresa siempre tiene derecho a llevar a cabo lo que considere oportuno porque es una empresa privada.  Un juez de lo mercantil se apresuró el miércoles a prohibir a las instituciones como la UEFA o la FIFA cualquier tipo de sanción. No sé cómo denominar a este nuevo modus emprendens, si lo hace la empresa, está bien[1]. Ergo, si se quita libertad a la empresa mediante regulaciones, está mal. Aunque las decisiones nos pongan en peligro, o simplemente nos fastidien. La empresa representa el bien, la justicia y la belleza. La belleza de los partidos vibrantes, los regates espectaculares y los goles imposibles.

El fútbol siempre ha ofrecido al imaginario la posibilidad de cambio. Un ejemplo de las bondades del mundo que conocemos. Un equipo modesto puede ganarle al Madrid, un jugador de un barrio de chabolas del Tercer Mundo puede llegar a ganar millones, un Estado se convierte en una nación unida bajo los colores de una selección. Los niños soñaban con ser futbolistas para salir de la pobreza, para llegar a ser respetados, ricos y famosos, para alcanzar la gloria[2]. Las chicas luchan por conseguir que las ligas femeninas tengan la misma categoría que sus homólogos masculinos, aunque el fútbol sea el reducto de la masculinidad, donde hay que echar huevos para remontar un partido y donde uno no se queja de los insultos racistas, que eso es de nenaza. El paraíso donde no hay gais y si muchísimo compañerismo varonil.

El proyecto de Superliga es la confirmación del llamado efecto Mateo: “al que tiene se le dará y al que no tiene, se le quitará”. Es palabra de Dios. O de Florentino, que viene a ser lo mismo. Sin embargo han sido las reacciones de aficionados o de otros clubes en Europa, por ejemplo, la toma de posiciones de Boris Johnson, las que han paralizado en seco la iniciativa. Parece que la sociedad civil, esa que existe al margen del Estado –y la empresa privada– tiene vitalidad y arrastra a otras empresas y a los poderes públicos. Partido a partido.



[1] También en estos días, dirigentes de la derecha y la ultraderecha se congratulaban de que la vacuna más efectiva fuera de una empresa privada, Pfizer. “Qué maravilla” han tuiteado obviando, no solo el valor de la investigación básica que se realiza con fondos públicos, sino el flagrante hecho de que se ha podido fabricar la vacuna con la ayuda de una empresa alemana, BioNTech, que ha recibido una ayuda pública del Gobierno alemán de 375 millones de euros y un préstamo de 100 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones. También se obvia el hecho de que la millonaria inversión privada tenía asegurada su rentabilidad porque serían los gobiernos quienes están pagando los precios que las empresas privadas estipulan. Una inversión que tiene asegurada su demanda y que la demanda va a pagar, no se arriesgan a que sea el consumidor particular quien compre las vacunas, no son las familias, es el Estado.

[2] Pero ni los niños quieren ser futbolistas ni las niñas princesas, ahora toca youtuber, tik-toker, o streamer, en todo caso ser famoso a secas. Es el fin del sueño del talento y el esfuerzo.

jueves, 22 de abril de 2021

Reseña de José María Salazar Núñez: ‘Cántame algo nuevo’. Liliputienses. 2021

Dónde comprar Cántame algo nuevo, de José María Salazar Núñez | Librerantes

III Premio Centrifugrados de Poesía Joven del año pasado cayó.ex aequo entre José María Salazar Núñez y Cristhian Briceño. El primero nació en Lima en 1994 y ha publicado Tartamudo (2018), El fútbol no es una metáfora (2019) y San Francisco (2020). Además forma parte de la editorial independiente peruana Personaje Secundario. Para este proyecto toma una canción que sirve de referencia más o menos cercana, más o menos simbólica para el poema. Hay pop, hay rock, desde Lou Reed, Oasis, Blur, XX, Artic Monkeys, Pearl Jam, Cohen a El último de la fila…, de 2017 hasta 1967. El formato, a veces, es el de un texto enloquecido, con asociaciones oníricas, con reflexiones puntuales que pasan por la cabeza, elementos esenciales de una poesía que pretende cortocicuitar la razón: “Usain Bolt es un psicólogo en Wall Street /…/ De vez en cuando, Usain Bolt se aburre de la rutina. Pero nunca se le ocurriría renunciar” (Ennui).

Eso no significa que esté fuera de los temas clásicos, como el amor, el paso del tiempo, o la naturaleza, lo que implica es una visión de estilo posmoderno, en el que el propio punto de vista es cuestionado y analizado poéticamente: “Para que sea un buen poema sobre el amor fluido en la contemporaneidad y sus efectos en los procesos de individuación en Occidente, he decidido utilizar una metáfora./ Es la siguiente: / Comer un estofado mal cocido todos los días y siempre fingir que es la primera vez que se prueba. / No sé si es una metáfora efectiva” (Villa Rosie).

El pensamiento posmoderno está en cuestión en estos tiempos todavía inciertos, pero fue acogido en su vertiente nihilista. Fueron aquellos momentos de fracaso social y de encrucijadas personales, de rechazo al convencionalismo burgués, de su aburrimiento que lleva a la violencia y al autocuestionamiento, no nos debe extrañar que pida “Decir algo absurdo” (Say something loving) o que reflexione en un poema sobre el ruiseñor, “En la primera queremos recordar a los ruiseñores, en la segunda queremos justificar por qué su recuerdo sigue vivo” (Better Man). Consideraron los filósofos que todo es texto, que todo es la narración que se quiera hacer de ello, José María Salazar supone “Si los dos creyeran que la vida es una película dirigida por un director de Hollywood al que Universal Studios controla completamente, sí que se encontrarían todos los días que les quedan en el mundo” (Black Sun). De igual forma,  “El asesinato deja de ser contemplado como un crimen y, de hecho, clavarle a alguien un cuchillo en el corazón es una señal de reverencia” (Something Changed).

Los lenguajes de creación de la realidad no se reducen a la escritura, “La geografía es una manera de dibujar la vida con sus relieves y precipitaciones”, dice en Fuego o, con toda la ironía y crueldad: “Quiero ser fotógrafo de guerra tener de qué hablar en una reunión social” (The Drugs Don’t Work).

La factura del poema, el proceso de creación es uno de los temas básicos que subyacen en el poemari y tiene mucho que ver con la consideración anterior: “Si metes mano en este poema, encontrarás, entre otras cosas, millones de bacterias. Están ahí porque este poema sufrió también de la contaminación del aire de los últimos años. Intentó escaparse en algún momento, pero no pudo” (Depreston). Y va más allá, transpira sus sueños a la realidad: “Demi Lovato ha muerto en mi mente” (Californication). Por esa misma confusión, hibridación de sueños, alucinaciones, textos y realidad, hay un gran escepticismo sobre la manera en la que podemos influir en la realidad circundante, no ya transformarla o hacer una revolución: “Imagina que escribiste un poema que cambié el mundo (…) Y luego anda a bailar o algo así. Se te ocurrirá otro, no puedo evitarlo” (Last Nite). No sólo en este momento, más adelante ironiza:  “Me tragué una moneda para escribir con conocimiento de causa sobre los abusos del neoliberalismo” (Mrs. Brightside); “Ódiame porque soy odioso. Esto está bien. Cumple con mis expectativas. Pero no me odies por el champú que uso. Eso es de capitalistas” (Holy Shit).

“En el siglo XX el mundo estaba obsesionado por encontrar nubes con formas de estrellas de cine (…) Hasta que un día esa tendencia terminó. De pronto la gente veía nubes y sólo pensaba que eran nubes. Se sintió, obviamente, una gran soledad” (In the Aeroplane Over the Sea)

Muchos sociólogos están advirtiendo que la solución a los problemas del mundo del capitalismo tardío no pasan por su deconstrucción, ni siquiera por la medicación ni la famacología y así parece indicarlo José María Salazar: “Creo que mi padre me odia porque hace veintitrés años que sus pastillas para dormir no funcionan. Esa oración no tiene sentido. O lo que es peor: tiene sentido, pero no es lo que yo quería decir” (Little by Little). Desbocado en The Suburbs, surrealista en otros (“Cada día al despertar me pongo a contar los insectos que pasan por aquí”, All I Need).

“Nunca he tocado el sol (…) He tenido una vida buena, mejor que la del promedio. Pero eso no significa que a veces no sienta la necesidad de culpar al sol (y a su falta de iniciativa de acercarse a mí) por todos los malos pensamientos que se me ocurren antes de dormir” (Todas las hojas son del viento)

La conclusión, si es que el poemario promete o siquiera esboza una conclusión, es una actitud de sospecha y prudencia, una vuelta a la religiosidad profana y al misticismo: “Esto empezando a entender: el todo y la nada son la misma cosa” (Nothing’s gonna stop us now)

“Un montón de palabras sobre un río. Esta es una imagen simple pero demasiado abstracta como para poder imaginarla (…) Esas dudas hacen imposible que el verso se pueda adaptar al cine o a la televisión. De todos modos, tú lo lees. Porque nada de lo que se escriba será tan real como un implante de senos” (She moves in her own way)

La propuesta de Cánteme algo nuevo es un desafío que estira cualquier concepto establecido sobre qué es poesía. Abramos nuestra mente y cantemos.