viernes, 30 de diciembre de 2022

Reseña de Pedro Luis Menéndez: ‘Cantos (1979-2022)’. BajAmar. 2022

Cantos (1979-2022) - Menéndez, Pedro Luis - 9788412571806


Pedro Luis Menéndez tiene publicados los poemarios: Horas sobre el río (1978), Escritura del sacrificio (1983) hasta La vida menguante (2019), Ciudad varada (2020); relatos cortos: Postales desde el balcón (2018). Tiene una sección de poesía y cuentos en el programa La buena tarde de la Radio del Principado de Asturias. Este volumen recoge con cinco poemas de larga extensión: el Canto de 1973, el Segundo Canto de 1984, Canto tercero (1989), Sarajevo (1994 y 1999) y Ciudad varada (2018).

El primero es el Canto de los sacerdotes de Noega: “Transido por la lluvia / así enredado / es el oro mortal de los amantes, / incienso y perfumes, escaleras / que van a dar al mar, eras / un hombre, / una cúpula sola entre guarismos, / tu corazón bebiose / los tragos de la angustia /…/ eres / un hombre solo mas un hombre, / encendido, la noche te descubre”. Ambientes muy cercanos a la poesía novísima que se dio en llamar, despectivamente, de los venecianos. Pedro Luis Menéndez conjuga con sobriedad las referencias cultistas con el ambiente urbano en el Segundo canto de la ciudad: “junto al jardín de los tigres no besaré / a Teseo ni cantaré / del pámpano su alegría de abril”.

Quizás tiene un aire más elegíaco el Canto tercero: La conciencia del fuego es toda la tristeza /…/ y nada se transforma / al ritmo cansino de esta nostalgia nuestra”; “La conciencia del fuego es toda la tristeza / pero nosotros somos el silencio,/ la palabra / que oculta un insomnio de mares”. Sobre todo en ese largo poema de Canto de los niños de Sarajevo, donde se combina esa maestría lírica con la denuncia de los horrores de la guerra y la civilización actual: “Hoy trece de octubre de este año azul / en Sarajevo ha muerto un niño. / Podría ser el hijo que no tengo / o esa niña que mira y no entiende / y toma nota cuando explico a Manrique /…/ que podría ser aquel al que nadie / escucha, al que todos ponemos los suspensos / y su padre le atiza cuando llegan las notas /…/ o esa niña que espera en la Casa de Campo / a que un hombre cualquiera se detenga / ante ella, la mire con lascivia, la sopese, / la huela y le diga que cuánto por un francés / sin goma, y ella duda y se piensa / que mil duros son muchos por un riesgo / pequeño y se sube con miedo / y se pierde en la noche /…/ ¿Por qué no mueren nunca los generales?”.

Ciudad varada es un canto al paisaje de la ciudad como el ecosistema donde sobreviven multitudes de personajes individuales: “Esta es una ciudad como tantas / que creció hasta que no pudo más / y se quedó varada junto a cualquier orilla, / sin ambición de ser ninguna otra cosa /…/ Alrededor, las almas de los muertos / y los vivos, fundidos, se reparten / por las mesas del local / El hombre de la barba gris se sienta / al fondo, pensando cómo ocultar / a su mujer lo que debe ocultarle, / aunque cada vez le importa menos, / o mejor, casi nada /…/ La hija de la mujer del escote / solloza en l amargura que no quiso, / como hacen aquellos que no tienen / más distancia que esta que la lleva a la nada /…/ No todos lo harán, algunos quedarán en el camino”. Son poemas larguísimos, descriptivos, narrativos de historias cruzadas, donde la tristeza, la desesperación y la voluntad de sobrevivir se van imponiendo a las circunstancias grises y trágicas.

Donde sea que vayas más que un largo poema, son piezas que retoman versos y los reinterpretan, como las variaciones musicales. Se comenzaron a escribir en 2021-2022 y se actualiza con la Guerra de Ucrania. El tono es mucho más intimista: “Y nadie en el después podrá salvarnos / de todo cuanto fuimos”; “¿A qué llorar si no quedan respuestas, / a qué fingir si no tenemos tiempo?”. Continúa Pedro Luis Menéndez el cuestionamiento de la poesía y la escritura, la necesidad de plasmar en palabras, “Sentarse y escribir, tarea frágil / que cincela silencio, devoción / que se deja perder / y que hoy regresan / sin pedir más licencia que abrasarte”.

La mirada se dirige hacia afuera, “Era esto la vida, dice el ángel, / una deuda arrugada, un papel / que grita desde un balcón / y mira / hacia la tierra / mientras tiembla en su miedo”; “Mientras su nombre / viajaba hasta el ahora / guardado en el bolsillo, / cansado y viejo de huir / como los perros que huyen / de los golpes, maltrechos y rotos”; “Porque el ángel no sabe / que has cerrado el cajón de la nostalgia / pillándote los dedos /…/ En el fondo de todo lo que escucho / del presente no viste sino sueños”. Se describen momentos tristes, casi de destrucción: “Todo es silencio ahora / cuando la noche avanza”; “Nada permanece y sin embargo / las cenizas del odio y del amor / confluyen en la noche”. El sufrimiento se percibe en cada pieza: “Los caballos de la noche son espuma / a punto de quebrarse”; “Alguien que sufre / empuja una sirena / a través de la noche”.

Son momentos de claro lirismo y de rabia: “Después de todo, ha llegado el invierno / sin otro interés / que el de seguir el curso de las cosas / e ir entreteniendo los espacios vacíos / como quien lleva un informe innecesario / para alguna gestión que nos obliga / a maldecir”; “No quedan ceremonias, / no hay épica que salve de la muerte”. Quizás ese sea el acierto, el manejar la denuncia obviando la épica y centrándose en un tono intenso, de mirada agria y verso claro: “Lo perdido es un bosque que atraviesa / aquella luna niña, el desamparo / de un viajero hacia el alba, / el tictac de un reloj, la duermevela / de un eco sin retorno”.

Terminamos con los desgarrados versos que culminan este canto:

“¿Dónde te espera la muerte, en los tirabuzones

o en las sombras? ¿En el sueño

pausado de noviembre o en el terrible

junio que ataca como ataca

los miedos más profundos,

sin defensa posible?”

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Reseña de Alicia Choin: ‘Marian, mi pequeño volcán’. Esdrújula Ediciones. Colección Sístole. 2019

MARIAN, MI PEQUEÑO VOLCAN | ALICIA CHOIN | Casa del Libro

 

Alicia Choin tiene la formación en Traducción e Interpretación y cursó su último año en la Universidad de Miami donde participó en talleres literarios. Esa intensa participación ha continuado en granada colaborando en encuentros literarios, tertulias, festivales así como en revistas como Lumbre, Wadi-as, Diario de Medios y razones… En su haber podemos contar Versos desabrochados (Dauro, 2012), La otra casa en la que te espero (Esdrújula, 2018) y lLa luz de las trincheras (Esdrújula, 2022). También tiene el libro de relatos Se hipotecan sueños, Esdrújula, 2016). Está incluida en las antologías Todo es poesía en Granada (Esdrújula, 2015), Granada no se calla (Esdrújula, 2018, que coordinó junto con Javier Gilabert), Versos al amor de la lumbre (Lumbre, 2020) y Dafne (2021, coordinadora). Ha sido finalista del Premio Internacional de Poesía Dama de Baza (2021). Premio 8M por el Ayuntamiento de La Zubia en la Categoría de Cultura (2021).

Marian, Mi pequeño volcán está a medio camino entre una novela y la autobiografía. No es lo que precisamente lo que se llama ahora autoficción, aunque se avise de que algunos de los acontecimientos narrados han sido transformados literariamente. Es un libro de memorias en las que la protagonista es su hermana pequeña, Marian. Una mujer vital y lleno de proyectos a la que diagnostican un cáncer. Esta novela consigue emocionar no solo por la crudeza del sufrimiento que se relata, sino por cómo están intrincados los elementos de la memoria personal. Alicia Choin va desgranando su memoria personal mientras que alterna el pasado y el presente continuo, en el que se va desarrollando la enfermedad, las curas, las treguas…

La fuerza vital de las protagonistas ponen en juego a toda la familia. Van desfilando sigilosamente los vecinos, los tíos, y, sobre todo, la familia más cercana, como un texto en el que es imposible leer si no incorporamos todos los caracteres. La perplejidad de la niña Alicia se complementa con la perplejidad de la adulta que vive con sufrimiento el purgatorio por el que va pasando Marian.

Hacía muchos años que no escuchaba aquella música. Cerré los ojos para poder volver a verlas a las dos en frente del espejo del piso de la Carretera de la Sierra, mientras mi madre cantaba con la voz más dulce y maternal: Marian, mi pequeño volcán.

Este es un libro muy duro, en el que nos topamos de frente con la posibilidad de la muerte, con el dolor físico y emocional, con la manera en la que el pasado nos condiciona y nos ayuda, nos explica a nosotros mismos. No hay sentimentalismo barato, no hay pornografía del dolor, lo que sí encontramos es ternura, incluso sentido del humor, voluntad de superación, valor y rabia.

En seguida empezaron a aparecer ángeles en el camino. En todo prceso doloroso en la vida también hay cabida para la belleza y el amor. Y una de las cosas más bonitas que nos ha traído este tiempo de miedo y de sufrimiento ha sido sentir el apoyo y el cariño de tanta y tanta gente, y que incluso no nos conocían.

Las historias personales se complementan. Asistimos perplejos al paso de la infancia a la adolescencia, la juventud y la madurez. Las pequeñas anécdotas, tan significativas de una época y de una personalidad fascinante se van trufando mientras vamos sabiendo del avance de la enfermedad, de las vicisitudes de la cura, de la vida que transcurre al margen de la enfermedad. Porque alguien que sufre de cáncer es mucho más que el cáncer. Esa es una de las grandes lecciones que vemos en Marian, mi pequeño volcán. No podemos reducir al enfermo a su enfermedad. La vida es mucho más amplia, mucho más rica, puede consistir en el amor de los tuyos, en un viaje estrafalario, en conocer chicos guapos y pasar frío en Moscú.

Lo primero que nos llamó la atención fue la vida nocturna, tan concurrida y lo guapísimos que eran los hombres y las mujeres. Nunca había visto tanta gente guapa junta. (…) A los pocos minutos ya sabíamos que Letonia era el país a donde acudían las agencias de modelos en busca de nuevas promesas.

Alicia Choin ha debido transformar su dolor en una obra literaria. No es un testimonio de un talk show destinado a remover en los asientos del sofá a los televidentes con los detalles más escabrosos del sufrimiento. Esta es una novela y debe ser valorada en los términos de la literatura. Admirando su estilo, comprobando cómo están seleccionadas las anécdotas que definen los personajes, cómo se distribuye el tiempo y cómo consigue emocionar sin recurrir a lo más obvio.

Entrañables recuerdos y esperanza son los elementos que tejen este relato en el que cada personaje tiene nombre propio, cada escenario tiene su dirección concreta, cada anécdota tiene su verdad dentro y fuera de las páginas. Un relato generacional que combina con sabiduría el humor y la descripción detallada. Una experiencia intensa de la que es difícil salir indemne.

 

lunes, 26 de diciembre de 2022

Reseña de María Belén Milla Altabás: ‘Todas las Nancys’. Liliputienses. 2022


Liliputienses nos trae a esta poeta nacida en Lima (1991). Estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es autora de los libros de poesía Archipiélago (Celacanto, 2016) y Amplitud del mito, publicado en Perú (Alastor Editores, 2018) y en España (Liberoamérica, 2019); y Tu querida devastada (2022). Es coautora del libro Había una vez una peruana (Xilófono, 2018). Ha sido editora de la antología de poesía Liberoamericanas: 140 poetas contemporáneas (Liberoamérica, 2018) y ha participado como traductora en la antología bilingüe de José Watanabe Todo cuerpo es tótem (Artepoética Press, 2019). Hay que destacar también su investigación El príncipe travestido. Género, transgresión y violencia en la Tercera Parte del Florisel Niquea de Feliciano de Silva (2022).

La primera característica de la poesía de María Belén Milla Altabás es el juego con la intertextualidad y la amplitud de referencias entre la alta cultura y el pop: “y toda esa gente desnuda abriendo las / cortinas de tu rostro / a los días dorados de la gran vida / con sus rubias mujeres humectadas / este doble deseo nada civil (Petrarca) /…/ entre los gritos de fútbol / y voleibol / declaro mi visión del mundo / como una mujer que se peina” (La querida del club house). Igual hay referencias a Petrarca como a John Ashberry, aparecen con la misma soltura los deportes contemporáneos que títulos en latín recordando a la Dido, reina de Cartago: “epicúrea mujer casi siempre grave / casi siempre esquiva, casta, premiada / casi siempre doméstica en los salones de un / colegio religioso donde se mide la exacta / longitud de las faltas” (Chambermaid); “Puede que también sea / tu abandonada Dido reina / de Cartago cortada a lo largo como una liebre” (Descripto puellae).

Ambientes que combinan con descaro el vocabulario feudal y la más rabiosa rebeldía motorizada: “Purasangre encantadora de moza / de las buenas familias del barrio / los primogénitos) / puntuales en sus obligaciones vasalláticas /…/ hierático te amo / en lo bélico y postbélico te amo / en la lenta reconstrucción de las ciudades te amo / en el momento fértil del amor” (The very boy of all boys); “sentada viéndome a mí misma dentro / del ring” (Apuestos novios fornidos en motos). En la descripción del amor se rastrean metáforas híbridas del Cantar de los Cantares y las ya anticuados videoclubes: “mi amante de la tienda de vídeo / cabalgó como corrigiéndome cada uno de sus errores /…/ fui una jabalina trazando la primera nota / del afecto” (Primer estado del deseo).

Sus declaraciones están hechas de humor seco: “y no esperamos ninguna bienvenida / los conceptos sanos son así de fríos” (Militia amoris). Porque, en el fondo, hay un profundo cuestionamiento de los arquetipos del amor convencional: “no es por maldad: el dolor es / conocimiento /…/ en esencia fuiste un sujeto amado / bienintencionado como las madres / vueltas a casar: / Nancy tu / madre sería decorativamente el ginger / ale /…/ nos sacaban las mejores monedas de los ojos / todas las Nancys” (Todas las Nancys); “nunca tendremos el color / de las mujercitas canónicas casadas” (Mi rabiosa queja). Sentencia: “y supe / la única manera de expresar el amor / es negándolo” (Los bienes deseables).

La naturaleza ambivalente del amor, de la belleza, de los afectos más primarios se va desagarrando en Todas las Nancys: “esto es lo que hacemos viviendo / primero con belleza después con rabia / yo la del sueño americano / yo tu mejor gimnasta” (Danke schön Elke); “Despreciámos la bondad / igual que las pulseras con perlas de fantasía /.../ No nos preocupaban las consecuencias de la guerra / moríamos simplemente” (La edad maravillosa). Aplica esa mirada cáustica y lúcida por los diversos rincones: “secretamente deseando / que dios sea grande / atlético / más precisamente / que pase por alto el holgado corazón / que lleno con cualquier agua” (Mención de honor).

Sin embargo, a pesar del repaso que circundan los versos, es el amor el tema principal. Un amor despojado de los méritos del amor cortés, colindante con la rabia y la decpeción: “tu mueca de villano de cinema / quien para sentirse solo / como un perfil izquierdo / acariciable” (Adiós cariño); “tu rabia / anúnciala como cualquier gran logro / como un golpe en el bajo vientre / sobre esa muy larga / alfombra roja” (Ex primera dama); “serán al fin los tres volúmenes enteros / de tu cariño no correspondido? polvo / enamorado? noli me tangere? / Soy la chica de tu campaña presidencial” (A mi muerte). Se carga de una actitud de rebeldía básica, instintiva: “nadie me cargaría dócilmente / sobre los hombros “(Tres o cuatro cosas); “oh lo demás es / tan solo un juego / en el que cambiamos cualquier sustancia por / su efecto moviéndose a en nosotros” (San Sebastián).

“yo había sido hermosa

como un club campestre

mi belleza periférica y mi amor

se sostuvo con pitos y mala hierba

/…/

yo había sido hermosa

como una relación de penitencia

una mentira

muy tierna

abriéndome el costado”

La conclusión de este poemario intenso tiene que ver con la reflexión consciente de los procesos tanto afectivos como los que tienen que ver con la creación. Entendemos la creación como el proceso de crearse una misma tanto como el de plasmar en palabras los acontecimientos, los sentimientos, las reflexiones. Una mirada profundamente desconfiada, prevenida hacia la resolución de los problemas, de los amores o del propio cambio del mundo:

“si los actos del lenguaje son minimalistas

 si tampoco han de mover ninguna

pequeña mesa

si soy tu adorada, tu ternera, tu

primera bailarina

si defiendo mi risa como una criatura lenta

bienvestida, muriendo

/…/

acepto

acepto ser la debutante en una

fiesta de salón

en la que nadie se mira” (Poema de las emociones comunes)

sábado, 24 de diciembre de 2022

Reseña de Alejandro Pérez Guillén: ‘Arroparte. O el arte de caminar sin ropa’. Alfar. 2020.

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Alejandro Pérez Guillén quiere celebrar el amor en este volumen que cuenta con el prólogo de Ángeles Vélez Melor y las ilustraciones de María del Mare Robert. Arroparte es un libro cargado de romanticismo, híbrido entre el poema y la prosa, entre los afectos paternales y los desenfrenos eróticos: “Es fácil caer rendido al amor entre las sábanas, si es tu piel es el abrazo que me atrapa, como el niño que roza la luna con los pies, cuando se eleva en el columpio del parque” (Es fácil). Una intensa declaración de amor aprovechando la coartada de la escritura, ya que, como el propio autor señala, “manejo las palabras con más soltura que los dedos, con más destreza que los dedos. No tengo miedo al folio en blanco”. Personalmente me resulta incomprensible una revelación situada en la parte final del libro: “Nunca me ha gustado la música”. Extraña confesión por parte de un poeta que conoce bien su oficio.

El estilo tiene como eje las frase simples, sin apenas subordinadas, en las que fluye el romanticismo a borbotones con la espontaneidad diligente de la oración que suena natural: “Acompaño a mi hijo al colegio (…) cuando me pide que lo sostenga de la mano, dejo de pisar el suelo, camino sobra las nubes, es él el que me sujeta al mundo” (El pan recién hecho). Este es una especie de diario poético: “Recoger un beso y la cena en la amapola de tus mejillas” (Círculos); “–«¿Qué haces desnudo?» me preguntas sin entender mi comportamiento. –«Echarte de menos»”. Brotan también las metáforas y las imágenes de una manera directa, contundente, aforísticamente: “A veces llenarnos las manos de nubes es la forma más directa de poner los pies en la tierra” (Nubes).

Se divide el volumen en varias secciones. Mordeduras contiene textos en modo reflexivo: “Contigo vuelvo a sentir el corazón en la palabra”; “El presente es una despedida perpetua que nos impide gozar de la golosina del instante”; “Porque las olas solo se estremecen bajo el mar del silencio, respondió la caricia”; “La soledad camina por la arena sin saludar apenas. Le debe una explicación a la conciencia”. Continúa también en El camino la dulzura y la delicadeza expresiva: “A estas alturas solo pretendo mantener con vida el corazón. Todo lo demás carece de importancia” (La brújula). Estos apartados son una especie de miscelánea amorosa: “Y si desnudo de metáforas la palabra, me quedas tú” (Un paseo por la niebla); “Por el desagüe se pierde la tristeza y, cuando menos te lo esperas, la memoria te traerá la ternura dormida sin heridas” (Los domingos no se madruga); “En invierno coseré los botones que nos atan. Me quedare ronco de tanto hablarte. Me quedaré mudo contemplándote” (Postales); “Cuando la esperanza se ha lanzado al agua como último recurso de supervivencia, es la vida la que te sorprende, se acerca a tu espalda y, sin palabras, se siente a tu lado. Te hace compañía como viejos amigos”. Dentro de la cual hay algunas notas emotivas, como la dedicada a su abuela o a Manuel, de la librería gaditana Manuel de Falla. Los paisajes incluyen su Benalup natal, la cercanas Cádiz o Conil, así como los viajes, en especial Barcelona.

Desnudos son textos más cortos, casi aforismos: “Era la sonrisa que ata mi corazón al mundo” (Eres); “El silencio se compone de palabras que no han roto aún en la orilla de una boca, como el desafío constante de unas olas por besar los pies de la arena” (Los silencios delas olas). En cambio, La piel de los latidos es más decididamente erótico: “No era otoño y, sin embargo, dejaste que la ropa danzara fuera de tu cuerpo hasta quedarte sin horas, con la belleza desnuda” (¿Cómo explicar tanta luz a oscuras?); “El amor no es un traje de fiesta que ahora el cuello de la esperanza, sino una corbata a la que le deshaces el nudo” (El amor); “Ojalá la vida me muerda con tus labios”. Son textos de amor y deseo: “Me has hecho pájaro. Me has hecho nube. Y no conozco más cielo que tus mejillas”;  “Me quedo con el corazón de roca de quienes no se dan por vencidos en la batalla. El corazón de niebla que conoce la ternura” (La tarde encendida).

Antes de terminar con un poema de Eva María Márquez Roldán, Alejandro Pérez Guillén, se arriesga valiente: “Sabré vivir en el fuego”. Que así sea.