Las
noticias se están convirtiendo en algo que me sienta mal a la salud. Y no sólo
porque sean malas, que lo son por definición, sino porque están mucho más que
tendenciosas, tergiversadas, manipuladas… Comienza uno escuchando el telediario
o un debate y empieza a hervir la sangre: ¡cómo se atreve a decir semejante
sandez! ¡Cómo puede tener tanta cara dura! ¡Cómo son capaces de ser tan malos
periodistas! ¡Pero si se les nota el plumero!
Da
igual la cadena, las públicas y las privadas, las de una tendencia o las de la
otra, todas están comenzando a tomar la deriva de considerar al espectador como
una mente simple a la que hay que poner las cosas muy claritas. Lo malo, lo
bueno, a quién odiar y por qué. Te mastican los argumentos para que el
televidente no tenga ni que pensar. Es tan burda la manipulación que podría dar
risa si no fuera tan grave.
Reconozco
que en los tiempos en los que empezó el fenómeno Podemos fueron muy divertidos.
La irrupción de un nuevo actor político los había cogido a contrapié y
empezaban a decir tonterías, a apuntar a derecha e izquierda para desacreditar
algo que no se sabía muy bien qué era. Ahora la cosa está más estabilizada,
Podemos, Ciudadanos, Pedro Sánchez, el neoPP… el tablero está claro y las
reglas también.
Los
acontecimientos de Grecia, la supuesta bajada del paro, los problemas con
Cataluña, el calentamiento global, la Púnica… cualquier asunto está ya tan
embarrado que da asco. No se puede uno aclarar con nada. La web de desmentidos
de la alcaldesa Carmena, por ejemplo, ¿de qué se trata? Según unos, del control
de la Rusia comunista, según otros, de lo mismo que tiene la Comisión Europea.
Los periodistas quejosos de que se les desmienta, otros periodistas orgullosos
de que los primeros se lleven un rapapolvo. Pero, ¿de qué va? Imposible de
saber, como imposible de saber qué pasó con el Pequeño Nicolás.
Los
canales informativos convencionales no se ocupan de multitud de temas que son
fundamentales, como el Tratado de Libre Comercio. Procuran centrarse en cosas
tan importante como los niños de patio de colegio que cuelgan o descuelgan el
busto del rey emérito. O el revuelo que se ha formado con la llegada a los
ayuntamientos de activistas algo más radicales. Ocupan capillas universitarias,
orinan en la calle, ¡postporno! A ver cuándo se acostumbran a que la gente
tiene un pasado combativo más allá de las conferencias y congresos de partido,
más allá de los cursillos de cristiandad y los scouts. Además, ¿no se supone
que los héroes de la Transición habían sido antifranquistas y habían sufrido
persecución de los grises? Esto es todo una estrategia de la distracción.
Los
canales alternativos no son tampoco mejores. Es verdad que gracias a las redes
sociales puede uno informarse de otros puntos de vista, de otras publicaciones,
de otras denuncias. Pero, ay, están también totalmente tergiversadas cuando no
totalmente falsos. Rumores y bulos sobre alcaldes de uno y otro signo, que si
van a dar 600 euros a los emigrantes, que si han quitado el dinero de las
guarderías… Todo es válido para desacreditar al contrario. Y si no, prueben a
buscar páginas de “anti”: “antipodemos”, “antiPP”, “antiPSOE”… No importa
contrastar la información, esto es la guerra.
Se
trata de no ver y no oír. Porque no hay forma de llegar a la verdad y porque
sienta mal al estómago.
Pero
creo, sinceramente, que lo peor es que tampoco se puede hablar. Hay que callar
por ley. Si desde este blog defiendo mis ideas republicanas, ataco a la
institución monárquica, simpatizo con los que silban en los partidos, hago
patente los engaños y el abuso que han permitido que la fortuna personal haya
aumentado generosamente… si pongo por escrito toda estas cuestiones me expongo
a que me denuncien.
El caso
del concejal Zapata ha sido un aviso a navegantes. No se habían movilizado para
detener a los que amenazaban a Ada Colau antes de ser alcaldesa, a Pilar Manjón
o a los integrantes de Podemos y sí que lo hacen ahora porque se fomenta el
odio, dicen. Y dejan caer las similitudes con los nazis. En cambio, en los
juicios contra grupos neonazis, no pasa nada porque hay defectos de forma o se
anulan las escuchas. En el fondo ya lo sabemos, todos son nazis menos los
nazis.
La
llamada Ley Mordaza clama al cielo. Dicen por el internet que la ONU ha pedido
a España que la retire. Realmente no me lo creo, ojalá. El caso es que cualquier
persona normal no puede permitirse tener unos abogados que hagan desestimar las
posibles denuncias por parte de un fiscal que se empecina en ver normal que
unas esposas desconozcan los negocios turbios de sus maridos mientras que otras
esposas de otros maridos sí que deben conocerlos.
El
problema, como estamos viendo, lo tienen quienes denuncian los abusos de los
cargos públicos. Como en el caso Gürtel, como en tantas ocasiones en las que la
víctima se hace con la cruz de las consecuencias. Denuncias un caso de horas
extras y el culpable es el denunciante, no quien realiza las irregularidades.
No ver,
no oír, y callar.
El gran
Baltasar Gracián, acostumbrado como estaba a un mundo de mentiras y
ocultaciones, siempre es un buen consejero. Siempre prudente cuando prefería
ser loco con los locos que cuerdo a solas y recomendaba no ser de vidrio en el
trato ni con los amigos.
La
desilusión es lo que acaba uno teniendo. El desencanto y la frustración es lo
que buscan.
La
desobediencia es lo que nos queda, echarnos la manta a la cabeza y confiar en
que el mundo pueda retomar un rumbo que queda ya muy lejano. Pequeños y grandes
espacios de resistencia. Desconectar y usar de nuestro sentido de la realidad,
no abandonar la lucha, sino dejar de oír al coro de vociferantes voces que
dirigen las discusiones y mastican las opiniones ready-made.
Aunque
sólo sea por salud.