miércoles, 28 de junio de 2023

Reseña de Julia Navas: ‘Ombligos y Universos’. Canalla Ediciones. 2016

OMBLIGOS Y UNIVERSOS por JULIA NAVAS MORENO – Blogs de Culturamas

 

Aunque pudiera despistar a un lector descuidado, este no es un libro para mirarse el ombligo. Ni por el título ni porque fuera a caer en el lastimero género de la poesía confesional cuando la conmiseración vale más que el oficio de poeta. Ombligos y universos es el segundo libro de poemas de Julia Navas que ya avisaba de la madurez poética que ha emprendido a la par que desarrolla su talento en la narrativa. “De mi ombligo / a tu uni-verso. / De tu universo / a mi ombligo /…/ Entonces el UNIVERSO / es infinito” (Ombligos y uni-versos). Esa es la clave, desde lo más íntimo, lo más cercano a la tierra, a la biología esencial hasta el Otro, el único y, a la vez lo más genérico, el Universo. Entre esas dos coordenadas se van a mover los poemas.

Julia Navas puede adoptar una mirada crítica, de las que no teme bajar al barro y denuncia a quienes pretenden nadar y cuidar la ropa: “Quieres tocar sin dejar huellas, / cardenales en mis brazos. /…/ Quieres pisar charcos febrilmente, / sin mojarte los zapatos” (De soslayo). Salpican las páginas poemas de denuncia, como Ablación. Y, sin caer en el panfleto, despierta la conciencia, poética también, de quien se acerca a sus versos: “El viento, el mar, son apátridas / por mucho que nos empeñemos / en denominarlos y atrapar / lo ilimitado, lo que fluye incesante. // Son apátridas y el odio /…/ Es apátrida la sensación de desamparo, / de soledad y de tristeza // Son apátridas la alegría y el gozo / de cada caricia y mirada / de lo compartido y lo negado, / de lo hermoso y de lo abyecto” (Apátridas).

En el otro extremo están los afectos íntimos, los que rozan la piel: “En la redondez de los cuerpos / se aloja la geometría de los sentimientos. / Aristas que separan intenciones, / ángulos que acogen extremidades. / Manos, ardor y reproches” (Despertar). Porque, “No importa. Desde mi ombligo, / desde mi Universo / seré capaz de inventar / otra nueva vida” (La habitación vacía).

En medio, están los falsos poetas que escriben de espaldas a la vida: “Juventud, divina petulancia. / Poetas de metáforas / de palabras esdrújulas” (Poetas). Ella encuentra la poesía en lo cercano: “La mancha me sonrió. / Bonita sonrisa –me dije–. / Y no rechazó la invitación / de continuar el viaje juntos” (La Carretera); “Lo sublime es efímero, / épico hasta lo ridículo” (Sublime). Puede dedicar poemas a sus referentes musicales, como The Velvet Underground. Y es consciente que es de que la labor del poeta incluye desde la mirada (“Frente a un paisaje ya conocido, / nuevas emociones, / pasos, miradas”, Ciudad; “Es agotador buscar la línea recta, / situar los ojos a la misma altura, / pero ese balanceo, quizás sea la única razón / que nos mantiene, aún, vivos”, Espacios) hasta el cuidado del lenguaje (“Todo es demasiado. / Nada, una sima vacía. / Dame un trozo de tu todo, / ocupa un espacio de mi nada”, Todo y nada).

Acoge lo cotidiano en sus palabras porque no se vive en el vacío: “El sábado en un barrio / tiene algo desolador” (Barrio triste); “Habrá que empezar a dejarlo / ya que, del resto de los venenos, / no podemos prescindir / –me digo con otro cigarrillo en la mano”. Y hay premura por tomar partido: “Metástasis silenciosa y brutal / es la duda” (La duda); “Redimida, sola fuente a todo / lo que me rodea, / yo elijo” (La loba).

Encontramos poemas donde el amor se acaba: “El desamor es una flor / marchita y crujiente / que se deshace en tus manos” (Desamor); “El frío acaba llegando / y la pasión queda atrapada / en un pedazo de hielo / derretido, finalmente, / es el cómodo estado / de la indiferencia” (Estados); “Patios de luces, se llaman. / Yo los llamo / patios de sombra”. No pierde por ello la esperanza: “Y sin embargo, seguimos temblando / expuestos al fraudulento azar, / a la ilusión inventada, patética / de emociones ya vividas” (Juegos ya conocidos). Ironiza sobre su imagen: “Mi falta es corta / porque alarga mi silueta / y me gusta verla / estilizada frente al espejo” (Mi falda corta). Y demuestra, sobre todo demuestra, la imperiosa voluntad de seguir adelante: “La humildad / la tengo guardada en los bolsillos” (Autoprotección); “Soy esa que pasea sin rumbo / la que se dirige con paso firme al abismo. / No soy la que quiero ser” (¿Quién soy?); “Un paso hacia adelante / y después de otro / no siempre llevan al mismo destino” (Cambiar); “Irremediablemente, / nacer / otra vez / de nuevo” (Nacer).

Este es un poemario de tránsito, emocional, consciente y filosófico, pero sobre todo vital que la aleja del ensimismamiento y la embarra en la vida, propia y de quienes la rodena. Termina el poemario con un manifiesto de apertura: “Trato de no hablar / de mi ombligo. / Mi ombligo me aburre /…/ Quiero un ombligo grande, / universal. /…/ Y así, por fin, / olvidarme de mi ombligo” (Ombligo). En fin, una buena manera de adentrarse en el universo poético de Julia Navas.

 

domingo, 25 de junio de 2023

Reseña de Alicia Louzao: ‘Nadie dirá que estuvimos aquí’. Liliputienses. 2023.

NADIE DIRA QUE ESTUVIMOS AQUI | ALICIA LOUZAO | Casa del Libro


Alicia Louzao está apuntalando una posición sólida en el panorama nacional a la que contribuye este V Premio de poesía Centrifugados / Puebla de San Gil. Su obra comienza a publicarse con Manual para la comprensión del insomnio (El trasbordador, 2019), El circo volador (Versátiles, 2020), Las niñas que no queríamos ir a la escuela (Liliputienses, 2021), La tierra de los fracasados, El mejor poema del mundo. Jovellanos poesía 2021 (Nobel, 2021), Babilonia Dream (BajAmar, 2022), Diario del año de las moscas (Lastura, 2022) y Maigallo (La imprenta, 2023), el Tarot poético realizado con Júlia Sánchez. Su poesía bebe de muchas fuentes, que comienza con citas de Kavafis y C. Tangana, que hibrida con maestría y descaro la cultura más académica con los sueños y la realidad más cotidiana y prosaica. Un talento extraordinario para fijar las imágenes y desarrollar casi un argumento con la lógica aplastante de David Lynch.

El andamiaje es un trasunto de la Odisea que comienza con la Llegada a Ítaca. Lleno de experiencias y de referencias, de connotaciones poéticas, musicales, cinematográficas, como este La reina de la noche: “La reina de la noche y el dedo en el mapa / que mueve sobre la hoja y despierta el agua que surge de la tierra / y abre los dedos en una especie de camino por donde circulan los desaparecidos /…/ cuando está triste, / agita el mapa con una tela fina sobre los cuerpos”. Aprovecha todo el potencial del anacronismo, de la tensión entre la alta cultura y los bajos fondos: “No se salvarán los monstruos / esperando el camión de la basura, pues de ahí dicen que vienen los que no son naturales aunque realmente nunca están despiertos /…/ Y esa gente que ya murió escribiendo sobre la fortuna, / que es una rueda, / que los nobles no oyen, / que los campesinos desconocen, / que llega la Muerte como el que llega a una fiesta / vestido de plata y de cristal” (El último hombre vivo). Concretamente, los versos que encabezan los poemas pertenecen a Heroidas de Ovidio, que también conecta con la metáfora del viaje, pues fueron escritos antes de su destierro.

Cuando titula la segunda sección, Penélope se da cuenta de que no importa demasiado, la autora está desafiando la imagen tradicional de un arquetipo femenino: “Podría ser granitos de arena en la espiga de un ojo. / No importa en absoluto”. Y así seguirá en varios momentos del poemario: “Que duerman. / Que solo duerman. / Que nadie les cuente que los dientes a veces llegan hasta la lengua y allí se clavan como metralla en los bolsillos de un muerto que no supo escapar” (Nana para el niño que pide leche).

La gran ventaja de la poesía de Alicia Louzao es disfrutar de las imágenes tan poderosas: “Con la oración en los ojos. Con el cristal en el pecho. / Tenía que suceder algo malo” (El viaje). Y lo fructifica para descargar la crítica, la reflexión y el lirismo: “La niña en el viento buscando cobijo, / como si los fenómenos atmosféricos solucionaran el estómago vacío. La falta de verduras. La bolsa de plátanos. Las seis horas de siesta un martes por la tarde. Las manos en los cables” (El punto impreciso)

“Esto podría ser un cuento. Pero no lo es. Érase una vez una mujer de pelo verde y puntas amarillas

Compró unas tijeras para recortar la sombra-maldita-sombra que lleva a rastras por el suelo y que antes era pequeña como un puño y que ahora le recuerda la nubosidad en los ojos, la arritmia, la falta de apetito, las hemorragias. Como piedras que le salen por la boca” (Historia de la mujer que llora)

La última parte está titulada como el volumen y supone la resolución del conflicto, aceptando los dos planos, el real y el del sueño, la realidad y el deseo, las certezas y los miedos: “Andas sueños sueltos / como gritos que se escapan de las espinas y las bocas. / Andan sueños sueltos / desatinadas formas de sombras en el agua, / que también sueñan /.../ Los sueños son torpes pero llevan zapato cómodo. Se cosen su nombre en la chaqueta para que nadie los olvide” (Producción onírica y significados).

Los versos de Alicia Louzao desafían la comprensión literal de sus palabras, el mensaje se transporta como un conocimiento que tiende a lo intuitivo, y, en ese sentido, es meridiano. El extraordinario nervio sensorial se apoya en lo táctil tanto como en la imaginación, en la tradición como un río alimentado de afluentes diversos: “Los hijos y el olivo. / Y aquí tranquilos, / como si fuera nunca a pasarles nada. Como si todos los años que vienen fueran el mismo. El baúl de los tesoros. Las sorpresas del desierto. Las naves de extraterrestres. Las visitas de la tarde. Y el ruido /…/ Duermen como hijos de la tierra que realmente no piensan en ningún momento del descanso / que alguna vez será posible / que se quemen todas las cosas bellas” (Los hijos de la tierra). La amenaza a la belleza como forma de dominación y el recurso a la poesía como arma de combate.

Numerosas referencias están basadas en la mirada de la niñez como intuición sensible y comprensión inmediata. El viaje de la Pubertad es más concreto: “La casa se te pega a la espalda. Hay un ruido como de niños que celebran que no volverán a sufrir las matemáticas en la tercera hora de los jueves. Un ruido de cristales y de personas que se quedaron fuera. Tú y los números y las pertenencias. Te agarran a la maleta, / a los nombre propios, / a la casa que salpica debajo de tu ropa: / Párpados o mapas. / Los ojos fuertemente cerrados”. Este último verso referencia intuitiva a los eyes wide shut de Kubrick confirma que la realidad avanza en diferentes niveles y que la poesía es la manera más efectiva de tejerlos todos. Este viaje, con o sin retorno, es un grito frente al olvido, una batalla entre la memoria y el sueño, ese que nos hace dudar de la realidad que pudimos existir.

viernes, 23 de junio de 2023

Reseña de Pedro Teruel: ‘Donde la nieve, ahora’. Boria Ediciones. 2023

 Donde la nieve, ahora - Boria Ediciones

Con prólogo de José Daniel Espejo, Pedro Teruel dedica este libro al añorado David González, “Un día antes había nevado en el desierto del Sáhara”. Anteriormente había publicado Se me hace tarde (2017), Al principio fue el pero (2019, plaquette).

Verano es la primera parte que funciona como presentación y premonición: “La nieve se acerca. // Dos seres bailan en el salón / de casa. Afuera / donde el verano, / arden los últimos restos de la tarde. // El mundo va a acabarse”. Las distintas voces: “Ellos hablaban del azul. / Yo de lo ingobernable” (En el mar, por la tarde). El planteamiento se acerca a la placidez de cuando la vida es fácil, los peces saltan y el algodón crece: “solo calmada con la imagen / de tu cuerpo dormido y / la seguridad de que, / si existiera Dios, en ese instante / querría cambiarse el pellejo / conmigo sin otra condición / que quedarse allí, en silencio, / observando y observando / la viva imagen / del amor; la vida imagen / que solo se te permite / vivir / un par de veces / a lo largo de tu vida” (Lotería).

En un momento dado, porque es un momento decisivo, comienza el argumento: “Ven a casa, hoy, ahora, / y cuando rompamos la vajilla / –será por el frenazo del mundo / al quedarnos de frente–/ celebraremos a golpe / de escoba y recogedor / la única dicha que nos pertenece: / nos tenemos. // Nada que ver con la libertad, / pero, ay, amor: // cuánto se le parece” (12 de julio). Diferentes circunstancias se van acumulando (“La pobreza llama a la puerta / de los seres. También la pobreza / tiene forma de nieve”) hasta que “Toda una casa en ruinas / solo con sus labios y dientes. // Yo, planeando el beso / en la cocina, gozando / –como el primer día– / de su bola de demolición” (Centenarios).

La segunda parte incluye la perplejidad de encontrar Muertos en la nieve: “Antes de la orfandad, / uno de los seres / desprecien a su padre. // Días después de la muerte / en la nieve, la desea / el infierno, la ira, / la condena eterna. // Esas palabras serán / cristales de frío / en su boca / para siempre”. Los fantasmas habitan el mismo territorio que los vivos y marcan a menudo sus trayectorias y conforman sus deseos y casi su esencia: “Ni ellos preguntan sobre el hombre / ni yo respondo sobre el padre. // Me preguntan por mi parte y charlamos / como quien habla de los muertos” (La plática); “Mamá, quitaste. / Y en ese instante / habría dado toda mi existencia / -hijo destrozado, hijo en ruinas- / por haber sido capaz de / acurrucarte -madre niña- / con el amor que tus / labios gritaron / aquella nace / por última vez” (Madre).

“Me visitan los fantasmas

a los pies de mi cama.” (Yo soy Cole Sean)

Lo terrible es que ese sufrimiento no es único, hay sufrimiento que sirve como espejo y que produce una desolación que compartimos: “Ha muerto la madre de mi amiga / como murió la mía tiempo atrás / y son un desierto sus armarios” (Desierto). Frío es la sensación abrasadora resultado: “La mirada y las flores me habitan. No // pertenezco a los hombres y, sin embargo, / qué opacidad en la tarde; / qué brazo tan retorcido; / que carencia de existir” (19 de octubre).

La última sección es inevitable, el Invierno: “La nieve llega. // Todos los cuerpos acaban / sepultados por ello. // La nieve de la muerte, / de la pobreza, del silencio”. Donde la nieve, ahora es la constatación de que es inexorable la llegada del dolor: “Hay un dolor dispuesto a habitar la casa. / El dolor del querer «así». Visceral y maternal. / El dolor del amor. El frío que llega /…/ En ese momento la única lucidez / que está dispuesto a asumir / es que querer “así” era, en efecto / esperar la nieve” (Un día tendrá que nevar).

El símbolo de la casa resume lo íntimo: “Acuérdate de casa / cuando marches y dejes / tras de ti esta puerta nuestra /…/ Se quedan aquí los dramas / y reproches aún no expresados, / un lamer de heridas muy manido: / un loco del sexo con amor” (Casa).  Frente a ella, la intemperie de los desechos: “Todo el amor ha quedado / al lado del container / convertido en basura, / poniendo fin a nuestra historia, /…/ Un montón de basura / que ya es un tesoro / para esos extraños” (Basura).

A pesar del dolor Pedro Teruel no se deja vencer, es consciente de la fragilidad de la vida, pero también de la circularidad del tiempo. El argumento se inicia con un hecho puntual, un punto esencial, pero, al final todos acabaremos en el mismo invierno. Sin embargo después del invierno viene el renacimiento: “No me asusta la espera. / Porque el frío un día quebrará / mi caparazón hostil, mis uñas / de cemento serán barro / y podré volver a mirar / al sol” (Lejos). Lo que hay que evitar es abandonar la lucha y la esperanza, pues las consecuencias pueden ser radicales: “El ser que se queda / a vivir en la nieve / será un monstruo / o será un dios”.

“Donde la nieve,

que me sigue y que me entierra;

que me abrasa y me deja apartado;

donde la nieve ahora,

un hombre solitario.

 

Apartado y atrapado.

 

Un hombre solitario, apartado

 

y atrapado”

martes, 20 de junio de 2023

Si no se puede bailar, no es mi poema. Reseña de Alexandra Peraza Marchese: ‘Las bragas del Diablo’. La Gallofa cartonera. 2023

 

Nadie dijo nunca que el tono confesional en un poema debiera ser lastimero, igual que no tenga que caer en la ñoñería lo que pretende ser un desgarro, pero tampoco es habitual usar un tono de desvergüenza y provocación en los poemarios de amores perdidos y tristeza.  No solo Bukowski y sus émulos están autorizados a usar el estilo áspero. Ya teníamos a Ballerina Vargas Tinajero (María Hidalgo) o a Eva Vaz y ahora sumamos a Alexandra Peraza Marchese.

Nacida en Tenerife (1991), trabaja como profesora de secundaria y se define como “Tauro, adora las charlas interminables con sus amigos, bailar reguetón y drum, los días de playa y el vino tinto y el café a partes iguales”. El título puede ser un homenaje a Las babas del diablo, el relato Cortázar que inspiró Blow up de Antonioni. Este poemario es una muestra elocuente de la hibridación entre la poesía y la música. Cada poema se titula como una canción que define el mood sentimental. En la playlist se combinan todo tipo de canciones y autores: Rosalía, Sabina, Extremoduro, Kase.O, De Pedro, Ozuna, Bad Bunny, Chris Brown… El pasado y sobre todo el presente de quienes disfrutan la música con el cuerpo.

La primera sección está dedicada a N, mi amor sabinero. Son poemas de amor perdido: “Si yo hubiera sabido / que me ibas a doler / en el alma, / que me harías pernoctar entre tantas camas / y  que, después de ti, nada volvería a ser igual” (Love). Alexandra Peraza va exponiendo de manera casi impúdica los sentimientos contradictorios de este desengaño. Así confiesa que “No tengo una dignidad de esas de / feme fatal sofisticada” (Como el sol 2011), y luego que “Estoy triste y estoy cachonda, / lloro por todos lados /…/. Riégame la boca / con palabras de esperanza, / méteme los dedos / en las heridas / muérdeme la carne / donde está más viva” (Segundo movimiento: lo de fuera). En su poesía hay mucho de sexo descarnado: “Rescatada, encantada, soy tu puta / de guarda. La que anda persiguiendo / tus sueños húmedos” (Veneno); “Pornhub es mi pastor, soy yo ganado. / Los besos son tanques de mi batalla, / unas bragas en llamas mi estandarte, / tetas al aire sin cota de mallas” (Dream days). Pero, sobre todo, hay en las entrañas un deseo y una pasión con ánimos cambiantes: “Corazón becario, amor precario /…/ Mi deseo se pavonea al final del verso, / esperando abierto a ser besado” (Otra cama). Tampoco tiene ninguna compasión contra ella misma: “Confieso, in media res, que soy cabra loca” (Afterglow); “Soy un remake de bajo presupuesto” (Pienso en tu mirá).

La segunda parte funciona como una especie de interludio y es un homenaje a Nacha Pop, Lucha de gigantes. Se reconoce una voz poética muy consistente, que no duda en aprovechar la sorpresa de utilizar un lenguaje casi obsceno: “Este miércoles sabe mucho a domingo, / a semen seco, cerveza y nostalgia; / las paredes pesan y me fuma el hastío. // Esta vez, cielito mío, estoy centrada” (Journée de merde). No hay mejor resumen que confesar que “Leo a Kundera, escucho a Robe” (La corriente). Esa es una de las claves del estilo, la mezcla de la cultura más convencional con el desgarro lírico de Extremoduro.

A, mi alumno aventajado es la última sección. Los momentos de diálogos con sí misma con las quejas a ese Él: “A ver cómo te explico. / En mi cabeza hay otra cabeza, dando cabezazos. / Mi versión beta está corrupta. /…/ Ya no quiero guerras ni bailar con fantasmas, / quiero que temas mi ausencia, / que te pongas triste y cachondo / leyendo esta mierda” (Mixed emotions); “Confieso, / no tengo la garganta más profunda que el alma, / me daban arcadas su polla gorda y sus dramas” (El sueño). La poeta reelabora la rabia y el resentimiento en beneficio del poema: “Pero era también un recuerdo edulcorado / que me hace escribir más y mejor” (La jodiste); “Me paso la poesía por las bragas / y, agazapada, relamo los pomos de tus puertas. / En mis sueños más oscuros, me abres / los cerrojos y las piernas, derrumbas / mis cimentadas penas y, embriagada, / cierro los ojos, aprieto un botón / y me duermo en la cama” (Under the influence).

Este es un amor que se resiste a desaparecer, el vínculo tóxico resurge y se sumerge: “Tengo dos certezas: mañana abriré ocho veces / tu chat y, por suerte, no estoy embarazada. Siempre te escribo / cuando empiezo a sangrar” (Enseñar a bailar). Alternan los momentos de hundimiento con aquellos en los que parece alzarse, pero no: “Las cosas que hacemos en nombre del amor / son francamente vergonzosas /…/ Un plan perfecto, sin fisuras, / salvo / que no estabas” (Hey mor). Como admite en el último poema, no hay solución posible: “Malas noticias: el doctor me dijo que moriría / de amor” (Vértigo).