Aunque pudiera despistar a un lector descuidado, este no es un libro para mirarse el ombligo. Ni por el título ni porque fuera a caer en el lastimero género de la poesía confesional cuando la conmiseración vale más que el oficio de poeta. Ombligos y universos es el segundo libro de poemas de Julia Navas que ya avisaba de la madurez poética que ha emprendido a la par que desarrolla su talento en la narrativa. “De mi ombligo / a tu uni-verso. / De tu universo / a mi ombligo /…/ Entonces el UNIVERSO / es infinito” (Ombligos y uni-versos). Esa es la clave, desde lo más íntimo, lo más cercano a la tierra, a la biología esencial hasta el Otro, el único y, a la vez lo más genérico, el Universo. Entre esas dos coordenadas se van a mover los poemas.
Julia Navas puede adoptar una mirada crítica, de las que no teme bajar al barro y denuncia a quienes pretenden nadar y cuidar la ropa: “Quieres tocar sin dejar huellas, / cardenales en mis brazos. /…/ Quieres pisar charcos febrilmente, / sin mojarte los zapatos” (De soslayo). Salpican las páginas poemas de denuncia, como Ablación. Y, sin caer en el panfleto, despierta la conciencia, poética también, de quien se acerca a sus versos: “El viento, el mar, son apátridas / por mucho que nos empeñemos / en denominarlos y atrapar / lo ilimitado, lo que fluye incesante. // Son apátridas y el odio /…/ Es apátrida la sensación de desamparo, / de soledad y de tristeza // Son apátridas la alegría y el gozo / de cada caricia y mirada / de lo compartido y lo negado, / de lo hermoso y de lo abyecto” (Apátridas).
En el otro extremo están los afectos íntimos, los que rozan la piel: “En la redondez de los cuerpos / se aloja la geometría de los sentimientos. / Aristas que separan intenciones, / ángulos que acogen extremidades. / Manos, ardor y reproches” (Despertar). Porque, “No importa. Desde mi ombligo, / desde mi Universo / seré capaz de inventar / otra nueva vida” (La habitación vacía).
En medio, están los falsos poetas que escriben de espaldas a la vida: “Juventud, divina petulancia. / Poetas de metáforas / de palabras esdrújulas” (Poetas). Ella encuentra la poesía en lo cercano: “La mancha me sonrió. / Bonita sonrisa –me dije–. / Y no rechazó la invitación / de continuar el viaje juntos” (La Carretera); “Lo sublime es efímero, / épico hasta lo ridículo” (Sublime). Puede dedicar poemas a sus referentes musicales, como The Velvet Underground. Y es consciente que es de que la labor del poeta incluye desde la mirada (“Frente a un paisaje ya conocido, / nuevas emociones, / pasos, miradas”, Ciudad; “Es agotador buscar la línea recta, / situar los ojos a la misma altura, / pero ese balanceo, quizás sea la única razón / que nos mantiene, aún, vivos”, Espacios) hasta el cuidado del lenguaje (“Todo es demasiado. / Nada, una sima vacía. / Dame un trozo de tu todo, / ocupa un espacio de mi nada”, Todo y nada).
Acoge lo cotidiano en sus palabras porque no se vive en el vacío: “El sábado en un barrio / tiene algo desolador” (Barrio triste); “Habrá que empezar a dejarlo / ya que, del resto de los venenos, / no podemos prescindir / –me digo con otro cigarrillo en la mano”. Y hay premura por tomar partido: “Metástasis silenciosa y brutal / es la duda” (La duda); “Redimida, sola fuente a todo / lo que me rodea, / yo elijo” (La loba).
Encontramos poemas donde el amor se acaba: “El desamor es una flor / marchita y crujiente / que se deshace en tus manos” (Desamor); “El frío acaba llegando / y la pasión queda atrapada / en un pedazo de hielo / derretido, finalmente, / es el cómodo estado / de la indiferencia” (Estados); “Patios de luces, se llaman. / Yo los llamo / patios de sombra”. No pierde por ello la esperanza: “Y sin embargo, seguimos temblando / expuestos al fraudulento azar, / a la ilusión inventada, patética / de emociones ya vividas” (Juegos ya conocidos). Ironiza sobre su imagen: “Mi falta es corta / porque alarga mi silueta / y me gusta verla / estilizada frente al espejo” (Mi falda corta). Y demuestra, sobre todo demuestra, la imperiosa voluntad de seguir adelante: “La humildad / la tengo guardada en los bolsillos” (Autoprotección); “Soy esa que pasea sin rumbo / la que se dirige con paso firme al abismo. / No soy la que quiero ser” (¿Quién soy?); “Un paso hacia adelante / y después de otro / no siempre llevan al mismo destino” (Cambiar); “Irremediablemente, / nacer / otra vez / de nuevo” (Nacer).
Este es un poemario de tránsito, emocional, consciente y filosófico, pero sobre todo vital que la aleja del ensimismamiento y la embarra en la vida, propia y de quienes la rodena. Termina el poemario con un manifiesto de apertura: “Trato de no hablar / de mi ombligo. / Mi ombligo me aburre /…/ Quiero un ombligo grande, / universal. /…/ Y así, por fin, / olvidarme de mi ombligo” (Ombligo). En fin, una buena manera de adentrarse en el universo poético de Julia Navas.