miércoles, 29 de marzo de 2023

Reseña de Ana Pérez Cañamares: ‘Los siete pareceres’. Baile del Sol. 2022

LOS SIETE PARECERES | ANA PEREZ CAÑAMARES | Casa del Libro


No es la primera vez que la poeta Ana Pérez Cañamares se entrega a los aforismos, recordamos con admiración Ley de conservación del momento (Isla de Siltolá, 2016). Los siete pareceres, además, coincide en las librerías con un libro singular a medio camino entre la novela y el testimonio, La mujer singular (La moderna, 2022). En este caso la autora ha querido reunir los aforismos en varios vectores de acuerdo a distintas fases de la vida. La primera, El bebé, tiene como subtítulo, La inocencia. Son numerosos los que tienen como objeto los animales, símbolo muy claro de este subtítulo: “Para qué inventamos a los ángeles, si ya teníamos a los perros”; “Soy la mascota amaestrada de mis gatos”; “Los humanos enjaulan a los pájaros por envidia de alas”. Además, se incluyen otros llenos de lirismo: “El tiempo acaricia las mejillas de las piedras”; “La primavera se muestra en tráilers antes de estallar en cinemascope”.

La segunda fase, la que simboliza el idealismo es El colegial. Son sentencias en las que comenzamos a observar al mundo con la tempestuosa mirada de la adolescencia que descubre las emociones: “La tristeza a veces es una forma de ser presuntuoso”; “El amor quiere examinarse de anatomía”… Y uno de los que más me ha emocionado: “Mi obra favorita de Nietzsche es la lágrima que derramó por el caballo maltratado”.

El siguiente es el apartado de la pasión, que no debemos reducir solo al sexo, al contrario, es el momento de la poesía tal como la entiende Ana Pérez Cañamares, el compromiso a pie de calle: “Ser poeta es un cargo público y revocable”; “Poetas, recitad vuestros poemas como si fueran vuestra defensa frente a un consejo de guerra”; “La poesía debiera ser más conversación que discurso”. No es el discurso ingenuo o idealista, sabemos que “La poesía no consigue derrocar al emperador;  pero puede recordarnos que está desnudo. En ese caso el poema es una revolución que triunfa en nuestra conciencia”. Entre las líneas vemos la tremenda lucidez de quien desconfía de uno mismo: “Los aforismos, tomados de uno en uno, pueden parecer universales. De ciento en ciento, delatan la ideología de su autor”.

El soldado es la sección donde se aborda más claramente el motivo de la Lucha: “Dadme un columpio y moveré el mundo”; “Las críticas, hacia arriba. Las burlas, al espejo. Hacia abajo, solidaridad”; “España es una suma de los clubs de fútbol en lo universal”. Inteligencia e ironía siempre están presentes en cualquiera de los géneros que cultiva Ana Pérez Cañamares: “De las cárceles invisibles también se sale. Pero cuesta más encontrar la puerta”. El juez explica la necesidad de templanza imprescindible para esta sabiduría de la que hablamos: “De dos formas llega la sabiduría: con el lento discurrir de la nube con el fogonazo del relámpago”; “La mayoría de los juicios que emitimos sobre los demás se basan en el error de confundir los despistes con afrentan”. Una mirada entre la filosofía y la sociología, de profundo conocimiento del ser humano: “Los derechos que no se comparten son privilegios”;  “Vacación: libertad condicional de los inocentes”.

La sabiduría, sin embargo, la autora la sitúa bajo el título de El viejo, el paso del tiempo bien aprovechado: “El cansancio es una marquesina de autobús plateada en medio de una calle sin salida”; “Hay enfermedades que vienen a salvarnos del delirio de la omnipotencia”. Como aprendimos de Hegel, el vuelo de la lechuza siempre es al atardecer. Termina esta extraordinaria colección de aforismos con una equidistancia entre la vida y la muerte: “La vida: breve recreo en medio de la aburrida celda que es la eternidad”.  Es imprescindible retorcer los sentidos para advertir lo que realmente subyace, seres, estares y pareceres, siempre con la lucidez que contiene lo cotidiano: “La eternidad cae toda en domingo por la tarde”.

domingo, 26 de marzo de 2023

Reseña de ‘OhDiosas’. Selección de Ana Patricia Moya y Elena Román. Ediciones RaRo. 2023

El blog tardío de Elena Román: OhDIOSAS


Esta es una apuesta desafiante –aunque no la primera de Ana Patricia Moya y Elena Román. Recoge poetas de más de 40 años como respuesta a la predilección por parte de los medios y editoriales por las poetas jóvenes. Una suerte de discriminación nada sutil que atenaza el panorama poético que consigue visibilidad. El prólogo corre a cargo de Marisol Sánchez Gómez quien sitúa a las seleccionadas dentro de una generación X y, como rasgos de estilo, que no escriben como un hombre, pero tampoco tratan de “cumplir expectativas tradicionales sobre «escritura de mujeres»”. Se incluyen profesoras, guionistas, escritoras, actrices… Los ejes temáticos más habituales son “el intento de autodefinición del yo personal y poético a través de la reflexión sobre la verdad emocional, los recuerdos familiares y la meditación sobre el origen, (…), reflexiones sobre el establishment literario, la importancia de las predecesoras y las experiencias personales femeninas (…) la lucidez de la ira, la soledad (…) o la naturaleza”. Un conjunto heterogéneo de voces que reivindica precisamente esa heterogeneidad. La disposición es estrictamente alfabética.

Comienza con ADA MENÉNDEZ: “Salgamos de nuestros lunes, / vivamos en la clandestinidad de este viernes”; “Mi propia grandeza colmaría / un vaso vacío”; “La tristeza me vuelve egoísta, / una egoísta muy / muy hermosa”. Continúa ALEJANDRA VANESSA: “De los labios agrietados de mi abuela / nacieron mis primeros secretos”; “Este vientre inútil nunca será un hogar”. Los poemas, en su mayoría inéditos, tienen un marcado carácter reivindicativo, desde el compromiso. ALICIA ES. MARTÍNEZ JUAN: “Un niño construye un mundo / busca miedo. / Por cada miedo construido / destruye 327 mundos / también el suyo”; “Profesionalizar la poesía / al menos / la poesía anticapitalista / Convertir a los poetas en obreros”. Cuando decimos reivindicación hablamos de la vida cotidiana, de la reflexión, o desde el combate más explícito. ALMUDENA LÓPEZ MOLINA: “Es difícil saber por qué cantan / los pájaros”; “Quisiera conocer el nombre de todos los árboles /…/ pero yo no sé su nombre / y no los toco”; “No hay horizontes, / solo llegada y encuentro”. ANA ELENA PENA: “Soy un robot al borde del colapso, en bucle, Stepford Wife / “me dice puta sin ser yo nada de eso”; “Acabará en lágrimas, / me decía mi madre”; “saber / de una puta vez / de qué va esto / del amor y de la vida”.

La trayectoria y el compromiso de las autoras es patente, como en el caso de ANA PÉREZ CAÑAMARES: “Dijeron: todo lo puede el amor / (y también que es frágil / como esqueleto de insecto /…/ Nunca el amor fue orquesta, sino eco / una lluvia fina en vez de saetas / catedral excavada por hormigas /…/ motor de la marea que habrá de ahogarse”; “Sobre qué escribiríais si hubierais escrito. / De qué daríais fe, hacia qué lado / inclinariáis la batalla y la parábola”; “Las palabras son bajas de una guerra / que perdemos cada día contra el mundo. / Que no se deja cantar, solo se canta”. O de ANA VEGA: “Y a través de este fluir desordenado siento cómo mis extremidades se convierten / en ramas de hojas secas y es una corteza dura se transforma mi cuerpo entero. / Tomo así consciencia del despertar que me empuja hacia la nada / y también ese contacto ardiente y firme con la tierra /…/ Hay un miedo innato a la muerte y un gusto inusitado por provocarla con cierta lentitud, / convertirse en dioses tal vez o confundir el poder que supone infringir daño en el otro con dominar la guadaña y lo que implica / No por ello seremos dueños del tiempo”; “Cómo enfrentarse entonces al mundo / de otro modo, más allá de una traducción / dolorosa y exacta de ésta”.

Al final de la selección de cada autora, nos encontramos una pequeña reseña bio-bibliográfica y un cuestionario quizás algo caprichoso, pero resulta más que significativo de la personalidad y la orientación vital y poética de las participantes. BEGOÑA ABAD: “Todo eso y saberse vida sin fin a pesar de los pesares, / salir indemne cuando alza el vuelo la golondrina”; “Igual defiendo mi nacimiento y a los que me nacieron en la extrema pobreza, tan natural entonces, que ellos vivieron sin queja, pero que yo llamé ya injusticia”; “Me produce ternura la manera de “salvar” el mundo que tenemos las mujeres”. Después CARMEN CAMACHO: “pondremos claro a mikael orson y a ursula von der leyen al feng shui la bauhaus la proxémica y al mismito baudrillard // quién manda en esta casa”; “Qué poco dura hoy, / cuánto el ayer, / nunca mañana”. CARMEN DEL RÍO BRAVO: recupera un directo a la mandíbula con el poema Me dijiste puta, además de varios inéditos: “hecho polvo / haciendo polvo / golpeando como una hostia en la cara / a mano abierta”; “Blasfemo contra todos los dioses / tampoco respeto a las diosas”. Desafiante, continúa EVA VAZ: “¿Cómo vivir y morir al mismo tiempo, / con la misma poca disciplina de un bebé?”; “Quiero mi cuerpo libre de restos. / No más fracaso en mi cuerpo. / Que me lo arranquen”. Y después INMA LUNA: “Bajo esta luz cualquier paso es sensato / las manos acarician a la máscara neutra”; “Cualquier pared con vocación de piedra / me hace guiños / yo sé que yo quería ser feliz”; “(Se podría pensar que un agujero es lo contrario de una piedra, / no es así, un agujero pesa como un fardo)”.

Ohdiosas es una antología en la que los poemas tienen valor por sí mismos, además del testimonio. Ejemplos como ITZIAR MÍNGUEZ: “El miedo que daba / internarse / en tu palidez / sin marcas / el miedo a perderse / a helarse / a no salir viva de allí / y que no encontraran / mis restos / muchos años después / cuando nadie pudiese / reconocer / mi cadáver”; “ahora un día / el verdadero comité / el de expertos en destruirlo todo / a reírse de las ocurrencias / de estos ecologistas titiriteros / mientras personas sin complejos / de sus másteres adquiridos / a precio de oro / en universidades privadas”. Y la enorme JULIA NAVAS: “No hay urgencia en visitar el nido del añoso árbol: / todo rezuma tristeza y abandono, / incluso aquellos bailarinas de rafia plastificada / que bordaste con tus manos cuidadosas / hoy resultan pantomimas de torpes trazos, / figuras cansadas sobre el fieltro que las sostienen / mientras a mí ya no me auxilia nada”; “Por qué no caemos al vacío del universo / con nuestra inmundicia y nuestra chatarra”; “No oscilar, no zozobrar, no transgredir / en un ejercicio de demente resistencia”.

Es necesaria la pugna por la visibilización que, como desgraciadamente experimentamos, permite la perpetuación de una visión instrumental de las mujeres. Contra ese estereotipo se revuelven con ironía las integrantes de este volumen. Como MARÍA ELOY GARCÍA: “hay veces que citar a proust / es como ponerse un wonderbrá /…/ un wonderbrá talla pequeña / y una cita de proust en francés / aunque ninguna se te ajuste”; “hemos sido abril todo el tiempo posible / y tocamos la tierra ojo sabiendo a ciencia cierta / que volveremos a ella hechos trizas”; MARÍA JESÚS FUENTES: “Cada día / recojo los restos. / No suelo quedarme de noche / porque no me compensa del peligro / con la recogida de cuatro envases”; “No podré añorar lo que no tuve. / Si la demencia alcanzara / las copas oscilantes de los sauces plateados, / no regresaré a la niñez”.

Esas son las coordenadas en las que se mueven las poetas, cada una, insistimos, dentro de una visión poética heterogénea, personal, con diversidad temática y formal. MARÍA MONJAS: “En esta desescalada / a veces me siento como el burro / de la fábula / del burro y la zanahoria / con el agravante / de que a mí / no me gustan las zanahorias”; “Existen miles de historias / no contadas /…/ María, acuérdate de recordar”; / de ahí el fracaso / de la espera / de la expectativa / de ese fin de fiesta / en el que el edificio de enfrente no te permite ver / los fuegos artificiales”. Ya se denunciaba desde los años 60 que lo personal es político, y en estas páginas se asume esa dualidad de manera radical. ROXANA POPELKA: “meses más tarde: / decide montar una banda / crecer sin padre / padre por entregas / a low cost father / desenlace: y se despidió / y se va / y se deja el pelo largo”; “pero tú sabes perfectamente que estoy hablando / de cómo era lo más parecido al sexo en los 40”.

SONIA SAN ROMÁN quizás puede resumir perfectamente la filosofía que subyace: “Esto no es un poema, / tampoco es un consuelo, / esto no es una pipa, / no es una manzana”; “La niña tonta, abuelo, / aprendió de tu lengua / que el cielo raso de enero trae hielo / y escarcha, y que los ajos / hay que plantarlos siempre / con la luna menguante. / Ay, pero el aire, abuelo, / eso siempre sopló sin mi permiso”. Y TXUS GARCÍA cierra la selección con el espíritu abierto a la esperanza: “Podríamos fundirnos ahora, / pero solo nos volatilizamos. / Encontramos planetas fértiles, donde / pasar la noche y crear nuevas especies /…/ Esto es hacer el amor contigo: / detonar bombas de antimateria”; “Me hiciste causa de tu rabia”.

Isabel Bono se encarga del epílogo en el que se resume el compromiso con la poesía y con la vida: “Y ninguna salvarían el fuego porque todas saben que el fuego se salva solo”. Ha sido el ímprobo trabajo de Ana Patricia Moya y Elena Román, poetas ambas, el que ha conseguido reunir este desafío al establishment cuya desvergüenza no vamos a recordar ahora.

 

jueves, 23 de marzo de 2023

Reseña de Sandra Bruno: ‘Humanosis’. Olé Libros. Poesía Iter. 2022

HUMANOSIS | SANDRA BRUNO | Casa del Libro


Segundo poemario de Sandra Bruno y es reseñable la madurez poética que alcanza. Un tema arriesgado, temático y con muchas aristas, una forma nueva de entender la especie humana como una metáfora existencial: “Nosotros, los humanos, / hemos mutado sin pedirlo a otra especie sin piel, / con los huesos empapados en incertidumbre / y los ojos llenos de presente ahogado / en un lago de proteicas condiciones” (Humanos sin piel).

Despojando a los humanos de sus particularidades, comienza por Sin piel: “No siempre la tragedia ocurre en cerros umbríos; / a veces se manifiesta añiles revueltos / entre olas coléricas llevados por su pasión” (Avalanchas de espuma). La primera parte es una declaración de deconstrucción: “En un cuarto de baño se concentra / todas las partículas de caricias / y las burbujas de cabio / que se esconden tras cada hueco / abandonado en simulacros de silencio” (Cuarto de baño); “Debajo del río de oro que traspasa mis cortinas / descubro una piel, mi piel, una piel inexistente, / traslúcida como el agua del río entre colinas / que acuna palabras de amor en papel transparente” (Piel inexistente). El proceso descrito va más allá de lo meramente material, incluye los elementos de la memoria y la sensibilidad: “Se ha alargado el invierno sin permiso, / ladrón de belleza y de su perfume, / ogro que devora sin escrúpulos / los frutos de una época que no le pertenece” (El cerezo);  “Donde no hay foto no hay recuerdo, / ni mármol para esculpir los pliegues insumisos del pasado” (Posos del pasado).

Sandra Bruno va ahondando precisamente en esa memoria que tanto nos define: “Se avecinan días sin calor y noches sin hogueras, / las estrellas se están apagando en nuestra soledad / El mundo ha vuelto a su esencia pura y descarnadas / en esos pasillos caliginosos de viaje de ida sin vuelta” (Desolación). Dedicado a las víctimas de la pandemia, el poema Emoción, condensa esa intención: “Me cuentas, me comentas / que dicen por ahí que nadie es más, / que más es uno multiplicado por el universo / de las que tienen alma, / de los que lloran en silencio, / de los que nunca sin nada a cambio, / de los que dan sin fondo, / de los que llaman: / humanos”.

La transformación de los humanos, sección Crisálida, incluye numerosas citas de José Hierro, Cernuda, Ángel González, Josep M. Rodríguez, Brines, Emilio Prados, Rosalía de Castro, Aleixandre. Son poemas donde el lirismo es más intenso: “De verme así, los alisios se han quedado sin aliento” (Verano sin aliento); “los besos mudos se han despedido del verano” (Los besos mudos); “Marcharse para pocas a su hora / el reloj atrasado de la alegría” (Marcharse). Llena de apelación a los sentidos, se recrea en lo oceánico: “El olor a mar lo llena todo, / no se pinta ni se dibuja” (Olor a mar); “Hacia el límite imposible del mar con el cielo / se funde nuestra vista de pájaros asustados, / con los oídos presos de altavoces redentores / que nos avisan que los tiempos han cambiado” (Geometría de playas). Un mar literal, simbólico y como metáfora: “Ahora están tan lejos de mí como esos instantes / en los que te miraba fijamente a los ojos” (Mar de instantes).

Por último, Sombra sin alas, va adentrándose en lo que no está presente, los Fantasmas (“Fantasmas del presente se pasean en nuestra calle, / no tienen cara, ni sonríen / solo miran desde adentro con faros de luz incandescente / los restos de alquitrán que corren por su sangre”), la ausencia (“La arena ya no me pertenece”; “El beso que no te di, te lo devolveré / mejor hecho, más redondo, en un paquete”, El beso que no te di). Son los poemas que ponen de relieve este proyecto de Humanosis: “Quizás no te hayas dado cuenta… / pero el ser humano ha mutado / de piel, boca, mano / y estirpe” (No solo); “De nosotros, los humanos, quedan rescoldos / de lo que fue nuestra esencia / entre lágrimas cristalizada / donde yace, presos, los fantasmas / de una generación tatuada / con la sangre fresca de su asombro” (Tatuaje)

“Mas albergo esperanza en alcanzar

otros bellos horizontes, otras sales

en esta extraña mutación  nuestra

hacia lo borroso, nuestra antítesis:

humanosis”

Un documento que atestigüe el ser humano como enfermedad y la enfermedad que asoma al ser humano al que se urge a mutar, no siempre con la certeza de que sea para mariposa.

 

martes, 21 de marzo de 2023

Reseña de Pedro Sánchez Sanz: ‘Refugio en el vuelo’. Chamán Ediciones. 2019

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Este sevillano afincado en Jerez de la Frontera tiene una sólida trayectoria. Refugio en el vuelo es el poemario que publicó en Chamán en 2019 y en él continúa la indagación sobre las profundidades del ser. Se embarca en, como titula la primera parte, una Construcción de un refugio: “Somos el gesto y el silencio / que afianza el aire que nos arropa, / la mano que navega en libertad / las aguas en tumulto /…/ Somos exploradores / inaugurando un mundo propio, hecho / de retazos de un yo desheredado” (Gesto y silencio). La intemperie es el hogar del ser, abierto a las inclemencias del tiempo: “Yo, solo un hombre, / me entrego a mi destino, / jugada de dados incierta” (Yo, solo un hombre); “quizá rozar una luz más amable / al final del trayecto, que es incierto” (In itinere).

Sánchez Sanz apuesta por la belleza: “Al contemplar sus luces derramadas / (El rostro, el mar, el pétalo) / supimos que la belleza era inútil, / ofrecimos la boca, / que era beso y palabra, / y ya su caricia fue ceremonia” (De cómo vencimos a la belleza). Una belleza construida de palabras: “Escribir la palabra como quien / alza la brújula, esgrime el puñal / o busca abrigo” (Manual de supervivencia); “sea quizás una palabra barroca, / redoble de tambores en las sombras, / un hogar de obligado cumplimiento /…/ El corazón reserva / rincones para todas sus cenizas” (Patrias).

Una visión de la vida como mudable, no tanto en grandes tormentas y naufragios, también en pequeños vientos que zozobran: “La vida es puro tránsito, / un vagar de domingo por la tarde / ante escaparates insulsos, / con las manos en los bolsillos” (En tránsito).

Del fuego y el agua es la segunda sección con una mirada más personal, más confesional podríamos decir, aunque los temas de los poemas puedan no ser en primera persona: “Detrás de la lluvia / se esconde la niebla, / como un animal / que olisquea el aire / ay espera que deje de sonar la tormenta” (Meteorología). Es el poeta el que está a la expectativa: “Esperar versos, olas, / alas rozas, espectros” (Compás de espera); “Mantenerse alerta con la mirada / del búho que rastrea su sustento / en plena oscuridad, / o apretar los párpados, / no contra la libertad ni la evidencia, / sino cerrar los ojos / ante el desfile, a veces amable, / indecoroso a veces, de la vida” (Ver o no ver). Pensando, eso sí, intuyendo que algo va a suceder, un presagio: “Hay una quietud que antecede al todo” (Haz y envés); “Ese fuego traspasa el aire: / un presagio, una advertencia, / luz cegadora que desvela / el animal que llevo dentro” (Los ojos del lobo). Son los últimos poemas de la sección los que se unen con el siguiente núcleo temático: “para sobrevivir / en la negación del mundo, tramar / uno nuevo con la primera gota / cayendo hacia la lengua” (Agua y fuego).

Los últimos textos ya están en prosa sin perder un ápice de lirismo. Los Peligros ambientales muestran la visión que el ego recibe del exterior: “La realidad con su estruendo de andamio derribado, / con mirada de pez que boquea, persigue al deseo de alas mojadas, que a duras penas remontará el vuelo” (Sogatira). Aunque el apoyo en la infancia y los recuerdos son siempre un pilar básico, la incertidumbre de este Refugio en el vuelo es esencia, no accidental: “No estoy seguro de estar aquí, con los pies en la tierra” (Principio de incertidumbre); “Si alguna vez obtuvo algún sincero aplauso es ya una imagen muda en un sueño sin tiempo” (Decay). Solo la muerte, como bien sabe la tradición, es lo no mudable: “La muerte, eterno secundario, aguarda por detrás de las cámaras la ocasión de mostrar su gesto aprendido en siglos de ensayo” (Filmografía incompleta); “Aceptando la suerte de los perdedores, nos retiramos con las estrellas como mudas y burlones testigos” (Caza mayor); “Ante la muerte, ¿por qué elegisteis el llanto, la sorda unción del lamento como ropaje, el rincón más oscuro de las manos para darle cobijo al desaliento” (Elegíaca).

Terminemos este Refugio con el paisaje de la ciudad, el territorio del hombre: “El rumor del silencio en medio de la ciudad, limbo habitado por un temblor, un vacío sin formas, tan solo atravesado por algún vencejo audaz / que puesta su grito al muñeco triste y nos devuelve al tiempo cruel de todos los relojes”. La tradición de la ciudad suele evidenciar lo monstruoso, lo inhumano mientras que, en esencia, la ciudad es el hábitat humano creado por humano y no por ello está ausente de vida:

“La ciudad se extiende como una niebla que dejar un rastro de asfalto, de hormigón  y ladrillo de ciudad tiene límites, dibujadas en altos edificios bien hostiles, bien anodinos, bien enfermos, con ventanas que son bocas que respiran con dificultad, puertas que son ojos de miopía y bostezo (...)Ahí es posible encontrarse, en las cuatro puntos cardinales señalados por los elementos (…) Y entonces recuerdo que la cultura japonesa se contemplan cinco elementos: el agua, la tierra, el aire, el fuego… y el vacío.” (Tierra de nadie)

Un libro intenso, de lirismo primario, de existencialismo primordial que termina de preguntarse cómo sobrevivir ante el estar-ahí del Hombre.