Con el subtítulo ‘Breviario de luces y sombras’ se presenta un volumen escrito a cuatro manos por Carmen Canet y el madrileño Ricardo Virtanem. No es la primera vez que la almeriense se embarca en un proyecto compartido, precisamente con el editor Javier Bozalongo tiene Cóncavo/Convexo (Esdrújula ediciones, 2019). En aquella ocasión cada uno daba una vuelta de tuerca al aforismo del otro, en esta se van combinando aforismos sobre diferentes caras de los temas, luces, sombras… El asombro no es sino la respuesta ante una sombra imprevista. Y no hay sombra sin una luz que la provoque. Las luces del asombro es la primera parte de este volumen. Carmen Canet propone unos aforismos de gran lucidez: “La aventura de la vida comienza dando luz. Se llama alumbramiento”; “La vida es de una claridad imprevisible. No se ve venir”; “Hay miradas, risas y caricias que iluminan más que la luz”; “Los miedos con la claridad se atenúan”; “Se encendía con los besos”. Con el sentido del humor tan característico de la autora que descubre las contradicciones en los intersticios: “Demonios con luces: Luzbel, Lucifer…”.
Por su parte Ricardo Virtanen propone más bien un sentido de definición: “Qué luz tenaz aquella que siempre te recuerda”; “Claridad: el humo de una corazonada”; “Una luz cultiva una herida en los ojos. Melancolía”; “La claridad, río sucio que nace para ocultar”; “La claridad: esos pájaros transparentes”. Todo ello con un sentido lírico extraordinario: “Bajo la claridad, en poesía, se siente en inferioridad numérica”.
A una sombra de distancia es el siguiente asalto. En la conversación, Carmen Canet confirma que “Las sombras tienen su figura, su textura, su boceto, incluso su murmullo y su rima”. Además juega conceptualmente con las posibilidades léxicas de la sombra: “La sombra es el diálogo a tinta china de nuestro cuerpo”; “El asombro es la sombra de la sorpresa”; “Las sombras son los sueños derramados del cuerpo”; “A veces las sombras son como un rayo que no cesa”. Y dejar constancia, como se hace en todo el volumen, de las contradicciones de la luz y la sombra, tomándolas en sentido literal y en el figurado: “Al hilo de la luz, las sombras se tejen mejor”; “Escribía, entre otra cosas, para dejar su sombra”. Ricardo Virtanen, por su parte, ahonda en los pasajes líricos: “Las secretas sombras de mi conciencia nacen muertas”; “Sombras sin cuerpo, lo que fuimos”; “Sombras que se envenenan de lluvia y se evaporan”; “Me sobran sombras humanas”. También en las definiciones: “Sombra que vuela: la desesperanza”.
Claroscuros. Oscuroclaros incide en el carácter contradictorio, en este caso de las posiciones intermedias. Carmen Canet entiende el aforismo como un método de pensamiento, una forma de llegar al conocimiento de lo que tenemos tan cerca que casi pasa desapercibido. Y un género tan exigente, que requiere una depuración extrema, una destilación de las esencias puede convertirse en sus manos en una ocasión para la reflexión y el discernimiento. Cuando hace explícito un aforismo como: “El faro unas veces da luz y otras no, pero siempre guía”, quizás no está descubriendo nada que no supiéramos, pero acierta a darle el sentido en el que quizás no habíamos caído, la razón última. Otros ejemplos: “Dentro de un libro vive la sombra del escritor. Afueras la luz del lector”; “Insomnio: cuando el cuerpo de la noche se tapa con las sábanas del día” o en la plegaria tan Goethe: “¡Por favor, enciende la luz, que me oscurezco!”. Ricardo Virtanen, que también ha cultivado el ensayo –y la música– parte de una posición similar, resaltando el elocuente oxímoron que da la luz y la sombra:“La claridad enturbia”; “La luz, ola que ensombrece”; “La oscuridad no nace del vacío, la luz, sí”. Y, aplicándolo como analogía, también encontramos “Esos seres vacíos que tienen muy pocas luces”.
La última sección es marca de la casa, son los Homenajes con luces (Canet) y en la sombras (Virtanen). Se recogen aquí aforismos sobre aforistas como “Baltasar Gracián nos dejó la estela de su pensamiento a través de un héroe discreto y su oráculo luminoso” y el malogrado “Miguel Catalán, otra lucidez huyendo del tiempo en busca del tiempo”. Y se revisitan desde “Franz Kafka: Toda metamorfosis contiene restos de luz” a “Ángel Crespo: Traductor de la claridad del tiempo y de la vigencia de los clásicos”. En las sobras, Ricardo Virtanen insiste en “Baltasar Gracián: ¡Qué leve es la sombra que nos contiene!”, y añade a “Federico Nietzsche: Sombra que se niega a sí misma”; “María Zambrano: Su pensamiento espera a la sombra la eternidad” y “Carlos Edmundo de Ory: La sombra surgió de un parto lunar”, asumiendo en el estilo del propio aforismo el carácter de los aerolitos.
Está meridianamente claro que el arte del laconismo sigue en su alza, tanto en número como, sobre todo, en la calidad de los volúmenes que se están publicando. Ya sea en la lucidez, en la claridad, en el hallazgo de lo excepcional o en la escenificación de lo cotidiano, el mano a mano de Carmen Canet con Ricardo Virtanen es una delicia que se paladea y que invita a volver. Metáforas, analogías y símbolos son los que intuimos en estos aforismos tan exigentes que dan vueltas a conceptos que han resultado esenciales en la cultura occidental. No hay más que recoger la disputa entre la Ilustración, la herencia de las luces, y las advertencias que Adorno y Horkheimer hicieron de la Dialéctica del Iluminismo y retomaron los filósofos postestructuralistas de la posmodernidad. Ambos autores consiguen abrir senderos sin dogmatizar, abrir interrogantes para que llegue la luz a los claros del bosque y sepamos cuándo es necesario el refugio ante el calor sofocante dentro de la umbría y cuándo hay que apagar la luz con el interruptor para las buenas noches.