martes, 28 de diciembre de 2021

Maestro, ¿tú sabes que el padre de Pablo Iglesias era de ETA?


Esta revelación me la soltó una alumna de 4º de ESO justo después de enterarse de que el fundador del PSOE también se llamaba Pablo Iglesias. Tuve que explicarle que no era de ETA sino que habría pertenecido al GRAPO, que era otro grupo antifranquista que cometió atentados y que el padre fue juzgado por repartir pasquines. Otro alumno, pero esta vez de 2º me preguntó hace algunas semanas por qué en Venezuela había tanta mortalidad. Como entraba dentro del temario, aprovechamos para buscar los datos que ofrecía el apéndice estadístico del libro de texto y resultó que la República Bolivariana de Venezuela tenía uno de los índices más bajos de mortalidad de su entorno. En el fondo da todo igual, porque en el imaginario social de este país nuestro todo se hace una bola inmensa que se transmite de manera acrítica dentro de las familias de padres a hijos. En una valla de un solar a la entrada del pueblo aparecieron hace meses unas pintadas “Coletas, rata”. Me pregunto qué habrá en el discurso y la imagen de la marca Podemos para suscitar un odio tan radical e incluso violento.

No recuerdo una reacción similar para cualquier otro grupo o personaje político salvo contra las feministas. Ni siquiera cuando alguno de los alumnos califica a Vox como fascistas lo hace con tanta inquina, para empezar, porque apenas entienden lo que es el fascismo. Es verdad que más de una vez he escuchado la cantinela de que el rey no hace nada y hay que aclarar que la función de Jefe de Estado tiene su miga y que los republicanos lo que piden es que sea elegida por los ciudadanos, no que deje de existir.

Da muchísimo que pensar que, tras cuarenta años de democracia,  nuestros vástagos hayan optado por una visión tan maniquea de la sociedad y la política como la que interesa a la ultraderecha. La mayoría de los alumnos se muestran tolerantes con los homosexuales que hay en sus clases y el insulto “maricón” es un vestigio del pasado que resiste cada vez más vacío de significado, pero sin embargo sus discursos calcan la idea de la discriminación del heterosexual, los “normales”. Las actitudes xenófobas están cada vez más toleradas socialmente. Cuando empecé a trabajar era extraño que algún alumno fuera abiertamente racista, procuraban disimularlo, hacer socialmente aceptable su desprecio.

También se acompaña con una aceptación casi unánime del capitalismo de mercado, en el que la propiedad privada es sagrada y los impuestos un robo que hace el gobierno –no el Estado– para “los políticos”, una casta que puede englobar desde el concejal de un pequeño pueblo hasta el presidente de la nación. Si es una empresa privada, entonces no se toca, puede hacer lo que considere oportuno. No es de extrañar, los medios y los debates públicos transmiten esa idea general.

Quizás sea porque ciertas actitudes como un ecologismo de salón o unas clases “en” valores llenas de buenas intenciones hayan vaciado de contenido crítico, pero me da la impresión de que no es tanto el fallo del mal llamado buenismo como de una ofensiva general que incluye muchas guerras particulares, inconexas entre sí, incluso contradictorias, que se mezclan para crear un ambiente de rechazo total a cualquier forma de progreso que incluya una mentalidad que tenga en cuenta la sociedad en su conjunto.

El rechazo violento a cada uno de los miembros de Podemos dentro y fuera de los medios puede tener que ver solo tangencialmente con el odio muy violento que las feministas sufren en las redes sociales o en los comentarios de las noticias de la prensa digital, y seguramente todo va con un rechazo visceral al independentismo –y viceversa–, y, a la vez, puede que confluya con los intereses electorales de cierta parte del PSOE y todo lo que está a su derecha. Me niego a pensar en una conspiración conservadora todopoderosa que maneje a jueces para que persigan a coños insumisos, a abogados que denuncien libros de temática LGTBI, periodistas que busquen o inventen trapos sucios sobre Venezuela, políticos insensatos que tachen de terroristas a la izquierda y legiones de tuiteros que se levanten cada mañana con una orden del día que les fije objetivos para trolear. Ayer tocaba Susana Díaz, ahora Yolanda.

Me preocupa muchísimo la violencia verbal de ciertos portavoces y aún más la de los que desde sus tribunas en los medios levantan bulos y crean estados de opinión tan agresivos, pero lo que me tiene aterrorizado es que está calando el mensaje en gente a la que la política les tiene más o menos sin cuidado y que saltan como resortes contra el Coletas, la ministra de igual-da, o la Barbie obrera.

Siempre he tenido la confianza en que las personas son capaces de expresar en las urnas una sabiduría que a los analistas muchas veces se les escapa. Esa, creo, es la esencia de la democracia. Un gobierno de un signo es reemplazado por otro si la gestión ha resultado ineficaz en algún sentido tan importante que justifique la inercia del voto. Una ilusión que renace ante un nuevo proyecto o un voto de castigo pueden concluir con gobiernos que resulten contra nuestros intereses, pero había una razón que explicaba el cambio de tendencia.

La tendencia que estoy observando, y para eso las clases son un testigo anticipador, es que la sociedad se está volviendo demasiado tolerante con los prejuicios del fascismo que ciertos grupos políticos azuzan cuidándose siempre de que aparezcan muy tenuemente en los documentos oficiales. El “a por ellos”, tristemente, es la anticipación del “a por nosotros”.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Reseña de Solange Rodríguez Pappe: ‘De un mundo raro’. InLimbo. Narrativa. 2021

Solange Rodríguez plasma un mundo raro e inquietante en su nuevo libro de  cuentos | Libros | Entretenimiento | El Universo


Solange Rodríguez Pappe nació en Ecuador en 1976, además del activismo cultural y los talleres de escritura creativa, es importante su labor como docente. Lo más importante que aporta a la escudería de InLimbo es la mezcla del terror con lo fantástico y la ciencia ficción. A diferencia de otros volúmenes de la colección en la que lo tenebroso se escondía entre las cortinas de lo cotidiano, Solange Rodríguez nos lleva de la mano sin miedo a través de otros mundos y nos avanza cómo nuestra civilización ya convive con otras de más allá de las estrellas más allá de la literatura apocalíptica y de catástrofe. Más que adecuado titular este volumen De un mundo raro. Entre sus libros se pueden encontrar publicados por toda Iberoamérica: Tinta Sangre (Ecuador , Gato Tuerto Producciones, 2000), Dracofilia, (Ecuador,  Quelonio, 2000), El lugar de las apariciones (Ecuador, Edino, 2007), Balas perdidas (Perú, Casa Tomada, 2010), Fantasmas entre letras (Colombia Caza libros, 2011), Caja de magia, (Nicaragua, Parafernalia 2013), Episodio aberrante (Suburbano, ebook, 2014), La bondad de los extraños, (Ecuador,  Cadáver exquisito y La caracola, editores, 2014).

El libro está dividido en varias secciones numeradas. En la primera narración nos da cuenta de cuáles son sus parámetros como escritora:

“Hacer literatura era un asunto de coincidencias involuntarias y por eso los creadores éramos personas deambulando ciegos por reincidentes pasajes oscuros que otros ya recorrieron” (Una poética)

Los personajes que pueblan estos relatos tienen mucho de humano y juegan con una perplejidad sorprendente. Son capaces de asumir situaciones extraordinarias con una naturalidad que luego se atranca en su cotidianeidad. Una pequeña sorpresa ante un autobús que transporta fantasmas, la aceptación de los fantasmas con resignación “yo no creo en fantasmas, pero los veo”, dice uno de los protagonistas de Una poética, como se suele decir de las meigas, que no existen, pero haberlas, haylas. Las interacciones entre individuos son tan extrañas como las interacciones entre especies que aparecen en otros relatos: “Si algo me enseñó ella fue a no temer a los muertos y lo hizo de la peor manera” (Noche de difuntos).

Podemos ver historias con fantasmas, pero no necesariamente de fantasmas, no son un fin en sí mismos. El argumento no versa sobre su existencia, sino que se incorporan como personajes o ambiente. En realidad, el topos preferido es el umbral, el límite, los espacios liminares de encuentro:

“Para irnos desperezando le cuento que he leído sobre ese momento tierno del despertar que es un sitio umbrálico donde se tocan lo posible y lo imposible (ya revisé, no existe esta palabra. Yo creo que es una forma de puente entre la imaginación y el mundo). Es ahí cuando se deben contar en voz alta las cosas para que no se pierdan” (La noche del hombre salvaje)

En los relatos encontramos grandes dosis de humor negro: “Quería impresionar a su novia y se le fue la mano con unas pastillas que no matan, pero a las que resulta que era alérgico” (Compañero de viaje). Y también de lo que podríamos denominar humor sci-fi: “¿Cómo podría compararse ese derroche erótico con los sudores de un hombre de la Tierra? Han quedado debilitados por tantas enfermedades y en los encuentros se desgasta mucho” (Una luz inolvidable). Y así se van colando temas mucho más serios, como las relaciones sexuales y dolorosos como pueden ser los feminicidios. En el fondo todo es buscar el punto de vista para ver con perspectiva el mundo en el que vivimos

Hay muchos retazos de Cortázar, mucha conexión, en el ambiente, en el punto de vista, en el mood, como se puede ver en La profundidad de los armarios. El estilo de Solange Rodríguez Pappe está cuidado hasta el extremo para metamorfosearse según la necesidad del argumento, puede ser naif, casi pueril, en los ojos de un extraterrestre, puede ser barroco como un fantasma, puede ser brillante y afilado, pero, sobre todo, es bellamente poético, de esa rara poesía que solo la ciencia ficción heredera de Ray Bradbury es capaz de poner en palabras y hacer tan difícil de explicar. “Gestamos desde el barro una nueva especie”, con esta frase termina uno de los relatos y podría pertenecer a cualquier poema sugerente y profundo.

La imaginación de mundos alternativos que pueden ser perfectamente el que tenemos delante permite una indagación espiritual que trascienda el mero acontecimiento narrado. De eso se han aprovechado muchos escritores de novelas de anticipación para simular una profundidad de cartón piedra. En cambio, la autora nos sumerge, porque esa es la palabra, en un rosario de universos en miniatura, que pueden caber en unas pocas páginas, para sacudirnos de las estrecheces mentales y revisar con gusto las posibilidades y el asombro, el miedo y la angustia. Tiene a su favor el combinar con estilo la alegría y el terror, los referentes y la simbología heredada de la tradición más apegada al folklore como la tradición de los relatos de viajes espaciales. No nos debe extrañar que sus personajes sean tanto humanos como no humanos, inhumanos, subhumanos… que deambulan por espacios interiores, exteriores, imaginados o predichos.

“Puede que ahora yo sea Uno, pero mientras haya hombres habrá sótanos”, me dije para mí misma esperando haber detenido, por un tiempo al menos, el arribo de la calamidad doméstica” (Calamidad doméstica)

De nuevo podemos disfrutar de una serie de relatos en los que el escalofrío se va colando en los huesos mientras disfrutamos de una hermosa literatura en cada página. Un mundo raro que, a fin de cuentas, es el nuestro.

martes, 21 de diciembre de 2021

Reseña de Yasmina Álvarez Menéndez: ‘Vivir en tus orillas (Versos desde Null Island)’. BajAmar. 2021

Vivir en tus orillas (versos desde Null Island) - Yasmina Álvarez Menéndez  -5% en libros | FNAC


Puede parecer osado comenzar presentando a alguien como actriz, profesora y poeta, pero esas son las facetas principales de la actividad de Yasmina Álvarez Menéndez. Anteriormente, también en BajAmar había publicado su primer poemario, Versos que nunca os dije (2018) y ahora se lanza a un proyecto mucho más conceptual. La isla como metáfora puede tener muchos objetivos, pero sobre todo transforma el paisaje en un estado mental y poético donde radicar los versos.

En la primera parte, Orilla norte, la autora nos va situando en el tiempo además de en ese espacio denominado Null Island. El transcurso de los años (“Cumplo años como una vieja costumbre”, A media vida) engarza con la memoria (“Y la memoria, siempre la memoria, / el agua fresca que te mantenga vivo”, Aviso a navegantes) como una especie de mapa del futuro (“Aún es pronto para que os deis cuenta / pues cargáis todo el futuro en vuestra espalda”, En una onda). Una referencia al mito de Sísifo o al personaje de Lázaro no hacen sino plantear lo redundante del ciclo de la vida –y de las vidas–: “Sísifo o Lázaro, ya poco le preocupa. / Tan solo tira, cae, / se levanta y anda” (Malabarista). Dentro de esa línea, recordemos que temporal, suceden los eventos que, tristes en su mayoría, no hacen sino dibujar un paisaje a su vez en el ánimo, el rostro y la identidad: “Floreceré en sus piedras el poema / y será –tú bien lo sabes– cicatriz / para la herida abierta del invierno” (Esperanza); “Llevo la tristeza pegada a los días. / Sujeta a mis pies como una sombra, me impide dar un paso hacia el mañana” (Sombra). En resumen: “Con cada ausencia envejezco / y se me visten de luto las arrugas” (Duelo). La despedida es una elegía sabia, que se contrarresta con la ironía de Promesa cumplida: “Lo incumpliré todo. Lo prometo”.

“Jamás me fue devuelta la luz, jamás el tiempo” (Fracaso)

AMARras, son una serie de haikus que funcionan como un intermedio en ese periplo en el que Yasmina Álvarez se encuentra inmersa, una especie de remolino emocional en el que lo físico pasa a tomar protagonismo: “Bajo mi vientre, / donde todo comienza: / besos, espuma”; “Verano arriba / calientas mis orillas: / lengua salada”; “En la penumbra / me dibujan tus manos. / Soy lienzo en blanco”. Un despliegue de sensualidad como cualidad esencial de lo amoroso.

La última parte, Orilla sur, es más intensa y probablemente la más interesante. El deseo se hace protagonista y los poemas van oscilando entre la celebración y la tristeza. Puede intuirse un elemento más sexual en algunos versos “me voy abriendo a ti. /Soy ya océano” (La gota que te colma) con la misma naturalidad con la que se apropia del famoso endecasílabo de García montero (“Tú me llamas, amor, –yo cojo el coche…–“. Y, como en el primer poemario del granadino, se puede recurrir a la estética noir: “Podrían condenarte, así que dime entonces / si debo deshacerme de las pruebas / o si te las entrego definitivamente / para que te sirvan, siempre cómplices, de alegato de defensa / (Evidencia).

Además del momento dulce de la experiencia amorosa, hay un poso de lamento ante lo que se pierde: “dime que no es cierto que la vida deba seguir como si nada. / Dime que, aún sin tristeza, notarás mi ausencia” (Viaje de ida). Un diálogo íntimo en varios poemas en los que se cuestiona, se pide, se pregunta, se inquiere: “No eres turista. / Soy tu casa: habítame” (Avant); “Enséñame a vivirte desde esta trinchera / en la que debo protegerme del fuego enemigo” (Mensaje desde la trinchera). Quien recibe esas palabras debe responder e imaginar que “Habría sido otra si en el tiempo del juego y la inocencia / hubiera advertido el grito de tus años ya vividos / rompiendo las esferas de todos los relojes” (A destiempo). La queja amorosa va discurriendo en la lírica (“Me desdices cuando me nombras”, Con nombre y apellidos) y desemboca en un lamento: “Que, aunque muchos fueron los que me habitaron en tu ausencia, / a ninguno concedí saciar la sed en mis fuentes / y mi piel empedrada dejó resecos sus labios/…/ Ocúpame de nuevo. / Solo para ti seré ya mujer-ciudad en ruinas” (Mujer-ciudad en ruinas).

Renace el amor, antes en la añoranza que en el acto: “En la pequeña grieta / que se forma en mis labios para dejarte paso /…/ Ahí justó ahí, cabría un poema” (Inventario (ampliable) de lugares en los que cabría un poema); “Aguardo tu llegada con cada amanecida / y te reservo desde siempre para entonces / los primeros destellos del sol sobre el océano” (Vivir en tus orillas). Y es el deseo el que revive en la memoria: “Me desabroché la vida desde abajo / y una vez despedazado el traje, / enhebró el deseo y con solo una puntada / me bordó en su cuerpo para siempre” (Tirar del hilo). Es la palabra dicha, el poema incluso, quien deja testimonio del paso del amor entre los cuerpos: “Lo que quiero decirte / tiene que ver con tus ojos, / pues solo en ellos me encuentro / y solo a ellos acudo cuando se nombran los míos” (Dicho queda).

Por último, la geografía cobra protagonismo. “Me duelen algunas ciudades”, dice en Dolor urbano y en Como habitantes de Null Island recuerda: “Todo lo que no es: / eso somos”. Termina el poemario con la reivindicación del amor como destino (“Mi boca en tu boca / es un marzo que despierta / una flor que anuncia el fruto, / el muecín llamando al rezo”, Abocada) y como recuerdo (“¿Qué me quedará de ti, además del silencio, / cuando todo pase?”, Después del silencio).

Yasmina Álvarez Menéndez termina de redondear un paseo que juega con la elegía y la nostalgia a la vez que con el disfrute y el amor que fue y será, se mezcla la esperanza con la memoria y con las huellas que la piel deja con la piel traducidas a palabras.

 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Reseña de Víctor M. Díez: ‘La tarea contraria’. Liliputienses. 2021.

LA TAREA CONTRARIA | VICTOR M. DIEZ | Casa del Libro


Nacido en León (1968) ha colaborado en prensa, catálogos de pintura, libros de viajes y otros. También es actor y autor teatral, agitador cultural, en solitario o en colectivo, como el dúo antro-poético-musical, ‘caja baja’, junto a Rodrigo Martínez. Entre su producción poética se destacan: Evaporado va, Oído en tierra, Ser no representable, Voz fuera de campo, Funeral celeste, Discurso privado, Todo lo zurdo, Maldito baile obligatorio, que es una antología publicada también en Liliputienses.

Esta entrega se divide en varias secciones bien diferenciadas. La primera, encabezada por una cita de Kafka (“con cada bocado visible, se recibe también un bocado invisible, con cada vestido visible, también un vestido invisible”), se denomina precisamente El bocado invisible. En ella el paisaje adquiere una dimensión protagonista, no tanto como un decorado, sino en la interacción con las personas y los ancestros que precedieron: “Por muy lejos que digas, nunca dirías / ese lugar que le convierte / en un vecino sin casa. / Alguien que desconoce su lejanía / y se empeña en volver /…/ La bahía es un cuenco imaginario que gorjea / alcohol de alambique en la boca de los marineros /…/ Aquí hay un idioma salvaje que no se ha de decir, / se ha haciendo” (El bocado invisible). Una relación peculiar en la que se mezcla lo puramente material con el significado profundo y casi mítico de las acciones y los objetos (“Lo que algunos tren de la aldea como una ofrenda / se vacía ante el portal en un mientras tanto. / Ni incienso ni mirra, solo hortalizas / y matanza de los antepasados /…/ Todo es de un barro invisible”, El Ejido), conformando todo ello un magma no tangible pero muy presente.

Más que hablar de un imaginario que acompañe al terruño, Víctor M. Díez, prefiere trabajar la página como una parcela, esperando a que entre los surcos vaya surgiendo la palabra y el poema: “Alguien que estará dibujándote ahora, / tan despacio, tan lejos, tan mal / que te reconocerías a primera vista /…/ El poema es un agujero raquítico, pero / al que gusta venir a mirar. Como un pozo / de aquellos, como una caseta derruida” (Falso culpable). Los materiales cobran vida en cuanto encarnan lo más primitivo, lo más esencial: “La madre debería ser de arcilla/…/ Madre necesito salir un momento / del maniquí. El ojo, glup, del padre / se hace más constante. / Una mano amorosa le acaricia el agua / alrededor. Él flota elegante / en su barquilla” (Madre madera). Materia y alma se complementan y muestran una relación muy física, como en el elocuente verso “A quién desdice el mar, a quién engulle” (Había una voz).

En estos paisajes rurales ancestrales se desenvuelven los personajes, con una bruma de deterioro: “Yo sé que te sientes como el despojo / de un ingenuo antiguo que detestas. / Perseguido por una lengua deslavazada, / hecha girones; sin capacidad de amar / lo que tú amas” (Sombra de ti); “Quizá solo seamos ya / esas monedas abandonadas que se ven al fondo / de la vasija sellada, / cuando picas en el cristal grasiento” (Aún suena). Es entre este horizonte, está la figura del poeta y “Quien zurce el poema sabe ir a buscar / alambre entre las zarzas y madera en el escombro” (Cabaña rara).

“Todo está casi nuevo a ojos tiernos, pero no” (Miedo motor)

En la segunda parte, Disfraces, adopta la personalidad de otros poetas, Juan de Yepes, Lezama Lima, Pizarnik, Emily Dickinson, Vladimir Holan, Else Laska Schüller, Ceba, Schüller  o Blas de Otero. A Juan de Yepes le dedica Noche ninguna: “Ayer tarde me hice anciano /…/ Mi bondad está en los huesos y son escombro, / si lo frenas, mi justicia y mi belleza”.  Lezama Lima es el protagonista de (Caleidoscopio): “El fulgor amarillo de la siesta / remonta en el arcoíris frutal / de nuestras sienes”. Víctor M. Díaz consigue enfundarse en la piel de cada poeta como si fuera un heterónimo.  Emily Dickinson está perfectamente recreada (“Amarillea el sol ––no se detiene la quietud–– de todo –– /…/ Todos a una –– hordas indómita–– Aquí, Aquí); como Pizarnik (“Ardiente, pecadora eterna / me lancé al agua del poema constante / pero sigo flotando contra mi voluntad”, Orfandad). El interés de estos poemas no es solo la revisitación de los poetas, también son interesantes por sí mismos: “El hilo de coser de la morfina sube a los labios / como sierpe que anudase los jardines prohibidos” (Encaje); “La paz es un juego de niños / que se te mete en los huesos” (Tabas).

La mano cortada es la última parte y puede considerarse como un poema poliédrico, con múltiples referencias y jugando con el lenguaje y sus connotaciones: “Escribe solo la mano cortada /…/ La mano tonta escribe la palabra obvia”; “La mano lenta del mago manco / te va esculpiendo contra la culpa”. Entre los procedimientos utilizados hay algunos más cerca del surrealismo (“Escribe sola la mano cortada / A mano vuelta escribe su coartada”; “si se dejase besar la mano dormida”),  tanto como juegos de palabras (“La manecilla, el manubrio. / Manojo y manilla. Los maniluvios / de quien tira la piedra y esconde / el pasamanos”), como los de barroco (“La mano que mide, la mano mediana. / La que pasa por Tassis y Peralta / será, de Corte, Villamediana”; “La mano muda que habla / con la boca pequeña”).

“Revolotea para decirte: casi, casi…

A fin de cuentas,

bien se lame, la mano cortada”

Un breve pero intensísimo poemario de un poeta siempre interesante.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Reseña de Víctor López Zumelzu: ‘Si tan solo esto que te digo fuera dinero o sexo’. Liliutienses. 2021

 Liliputienses (@Liliputienses1) / Twitter


Víctor López Zumelzu, poeta, crítico y curador, nació en Chile y en la actualidad vive en Madrid. En su obra encontramos Los Surfistas (Vox, 2006), Anleitung, um sich in der Stadt zu vertieren (Lanzallamas/Latinale, 2009), Guía para perderse en la ciudad (Ripo, 2010; Vox, 2012; Liliputienses, 2014), Erosión (Alquimia, 2014), Mi hermano (Vox, 2015), La forma de tu mano (Cuaderno de tiza, 2015), Bocetos de plantas y animales (Liliputienses, 2017), Los surfistas y otros poemas (Aparte, 2018), Un tiempo anterior al frío (Lux/Vox, 2019), Conozco el mundo solo por la forma (Aparte, 2020). El certero adagio machadiano que define la poesía como palabra en el tiempo no puede dejar de tomar cuerpo en la poesía de Víctor López Zumelzu, una palabra hija consciente de su tiempo en el que parece que todas las pasiones, todos los deseos pueden reducirse, como señala el título, dinero o sexo. La necesidad de la escritura se traduce en el lenguaje propio de la economía para hablar de los afectos más salvajes  “Así es que traficamos en nuestra piel / el deseo sin historia ni explicación / & a pesar de esta niebla que nos asfixia, fingimos. / Aquella es la bondad del mar. // ¿Acaso no todo está bien?” (Mi padre intentó dejar de beber), y, a su vez, el espinoso erotismo del capital se encarna en la vida humana más cotidiana.

“si tan solo pudiera distinguir

el sonido de las palabras

antes de que este idioma

se derrumbe, los vasos se quiebren

/…/

Es eso lo que quisiste decir

: ¿Qué la naturaleza del dinero

es flexible al deseo?

¿Qué para que esto ocurra

alguno de los dos tenía que pagar?”

Una experiencia que debe trasladarse al papel a través de un lenguaje que se revuelve: “Conoces aquel momento / en el que casi todos ya se han ido /…/ & su mente se vuelve a papel blanco / casi transparente, / sin que nada, ni nadie / pueda definir ese momento / ni tampoco algo que pueda encerrar en el lenguaje / lo que no ha sido nombrado”.

La imperiosa necesidad de describir el mundo abruma: “La historia es como un mosaico rojo brillante / visto a través de un caleidoscopio”. En contraste, nos lleva la mirada a lo más radicalmente concreto, como en el gran poema Este hueso negro tuyo: “Toda la tierra se movía / al lado de este hueso / bajo una bandera desgarrada / flameando con la esperanza / que este conjunto de escombros / que este conjunto de huesos / se convierta algún día / en un santuario inmóvil / un lugar que marque / camino del sol al entrar / en el amanecer humano”. No podemos vivir de las renuncias y la impersonalidad, “Uno no puede comer / su propio corazón” nos recuerda López Zumelzu. Tampoco podemos confiarnos en el lenguaje: “Las palabras no son mapas” (No todo es caos). El deseo es el motor, la energía que dota la voluntad, esperanzada y rabiosa: “dime qué es lo que quieres & traeré a los perros con sus dientes blancos que cuidan el jardín” y se revuelve la mirada hacia el presente, a los noticiarios y al mundo más allá de los jardines y las estancias: “Un nuevo tema para debatir hoy / la historia de las lágrimas / el nazismo. Los bombardeos / en Teherán. La soga al cuello / de Sadam Hussein”. El poeta va oscilando entre una mirada más hacia la intimidad (“Solo lilas, hermosas lilas sin rostro. / Tumbas infinitas cavándose. / Sonidos oscuros que alguna vez enviaron cuernos / a través de la niebla. /Muchas cosas terribles se dijeron”; “Un corazón es solo tierra / un latido es un parpadeo / un largo parpadeo es un grito / & toda la noche estoy gritando / al lado tuyo oscura novia / junto a fantasmas creando una suave melodía / en mi oído diciendo / : estoy aquí déjame entrar”, Antigua novia de silencio inflexible), y la observación perpleja del exterior: “En este país una gota de sangre / es una palabra / un torrente sanguíneo una oración” (Soñé que tenía tres hijos);  “todo lo que compras dejará de existir” (Santiago dejará de existir).

El deterioro de las condiciones materiales se filtra en los afectos, “La muerte es un espejo quemado” y muestra un paisaje podríamos calificar de postindustrial: “Allá en un edificio lejano nos acostamos / nos sacamos la ropa al lado de un campo de tiro infinito / donde las masas devoran y devoraban / los sueños comunitarios de nuestros antepasados” (Se suponía que íbamos a morir); “Queridos recolectores de basura / queridos traficantes de órganos por internet / queridos vendedores de droga en las fronteras / ¿puedes escuchar la voz suave de Anne Carson ¿ /…/ Extremistas brasileños, votantes de Jair Bolsonaro / también ustedes pueden escuchar los versos / de esta mujer delgada con cabellos blancos”. La muerte ha sido siempre el tema sobre el que giran los poemas, su cercanía, su presencia amenazante sobre el amor, el contraste con la belleza del mundo. No podemos dejar de verla y de asimilarla sin dramas: “Al igual que vos yo también / una vez estuve enamorado / & aunque no lo creas no morí /../ No morí aunque la muerte está en todas las cosas que viven”.

Hay mucho juego con el campo semántico de la economía: “Es verdad deseo cosas. Necesito cosas. / UN mercado libre que no resguarde el exceso” (No voy a llorar como Josep Brodsky); “Estimado cliente lo llamamos después de hacer el amor para ofrecerle cómodas cuotas en sus lágrimas”(Estimado cliente, lo llamamos). Contrasta en la poética con un lirismo soterrado como en el precioso poema dedicado a su sobrino: “Querido sobrino, mi prima me dijo que / como soy poeta te escribiera algo hermoso”.

El sujeto se encuentra atenazado entre la voz del mundo (“& aunque hemos escrito de todo esto / el mundo sigue insistiendo / y con su voz que en los espejismos del tacto”) y el deseo: “¿En qué nos hemos convertido ¿ a personas alegres que escuchan detrás de las paredes canciones sobre la angustia?”. López Zumelzu habla de una derrota, el fracaso en la construcción de un universo afectivo y sexual lejos de interferencias, de la amenaza del capital y de la amenaza de la rutina: “Antes aquí había un hogar / o al menos alguna vez lo hubo”; “El relato de otro durmiendo al lado reemplazó nuestras relaciones sexuales”. En otras palabras, “nosotros aprendimos a crear / nuestra propia oscuridad”.

“A la distancia cuando los automóviles se detienen

aún puedo escuchar tu tibio corazón cantando

en mi cama como un pájaro negro”

Un hermoso poemario donde la tristeza y la rabia se destacan delante de un paisaje de capital enfurecido.