Esta es una apuesta desafiante –aunque no la primera de Ana Patricia Moya y Elena Román. Recoge poetas de más de 40 años como respuesta a la predilección por parte de los medios y editoriales por las poetas jóvenes. Una suerte de discriminación nada sutil que atenaza el panorama poético que consigue visibilidad. El prólogo corre a cargo de Marisol Sánchez Gómez quien sitúa a las seleccionadas dentro de una generación X y, como rasgos de estilo, que no escriben como un hombre, pero tampoco tratan de “cumplir expectativas tradicionales sobre «escritura de mujeres»”. Se incluyen profesoras, guionistas, escritoras, actrices… Los ejes temáticos más habituales son “el intento de autodefinición del yo personal y poético a través de la reflexión sobre la verdad emocional, los recuerdos familiares y la meditación sobre el origen, (…), reflexiones sobre el establishment literario, la importancia de las predecesoras y las experiencias personales femeninas (…) la lucidez de la ira, la soledad (…) o la naturaleza”. Un conjunto heterogéneo de voces que reivindica precisamente esa heterogeneidad. La disposición es estrictamente alfabética.
Comienza con ADA MENÉNDEZ: “Salgamos de nuestros lunes, / vivamos en la clandestinidad de este viernes”; “Mi propia grandeza colmaría / un vaso vacío”; “La tristeza me vuelve egoísta, / una egoísta muy / muy hermosa”. Continúa ALEJANDRA VANESSA: “De los labios agrietados de mi abuela / nacieron mis primeros secretos”; “Este vientre inútil nunca será un hogar”. Los poemas, en su mayoría inéditos, tienen un marcado carácter reivindicativo, desde el compromiso. ALICIA ES. MARTÍNEZ JUAN: “Un niño construye un mundo / busca miedo. / Por cada miedo construido / destruye 327 mundos / también el suyo”; “Profesionalizar la poesía / al menos / la poesía anticapitalista / Convertir a los poetas en obreros”. Cuando decimos reivindicación hablamos de la vida cotidiana, de la reflexión, o desde el combate más explícito. ALMUDENA LÓPEZ MOLINA: “Es difícil saber por qué cantan / los pájaros”; “Quisiera conocer el nombre de todos los árboles /…/ pero yo no sé su nombre / y no los toco”; “No hay horizontes, / solo llegada y encuentro”. ANA ELENA PENA: “Soy un robot al borde del colapso, en bucle, Stepford Wife / “me dice puta sin ser yo nada de eso”; “Acabará en lágrimas, / me decía mi madre”; “saber / de una puta vez / de qué va esto / del amor y de la vida”.
La trayectoria y el compromiso de las autoras es patente, como en el caso de ANA PÉREZ CAÑAMARES: “Dijeron: todo lo puede el amor / (y también que es frágil / como esqueleto de insecto /…/ Nunca el amor fue orquesta, sino eco / una lluvia fina en vez de saetas / catedral excavada por hormigas /…/ motor de la marea que habrá de ahogarse”; “Sobre qué escribiríais si hubierais escrito. / De qué daríais fe, hacia qué lado / inclinariáis la batalla y la parábola”; “Las palabras son bajas de una guerra / que perdemos cada día contra el mundo. / Que no se deja cantar, solo se canta”. O de ANA VEGA: “Y a través de este fluir desordenado siento cómo mis extremidades se convierten / en ramas de hojas secas y es una corteza dura se transforma mi cuerpo entero. / Tomo así consciencia del despertar que me empuja hacia la nada / y también ese contacto ardiente y firme con la tierra /…/ Hay un miedo innato a la muerte y un gusto inusitado por provocarla con cierta lentitud, / convertirse en dioses tal vez o confundir el poder que supone infringir daño en el otro con dominar la guadaña y lo que implica / No por ello seremos dueños del tiempo”; “Cómo enfrentarse entonces al mundo / de otro modo, más allá de una traducción / dolorosa y exacta de ésta”.
Al final de la selección de cada autora, nos encontramos una pequeña reseña bio-bibliográfica y un cuestionario quizás algo caprichoso, pero resulta más que significativo de la personalidad y la orientación vital y poética de las participantes. BEGOÑA ABAD: “Todo eso y saberse vida sin fin a pesar de los pesares, / salir indemne cuando alza el vuelo la golondrina”; “Igual defiendo mi nacimiento y a los que me nacieron en la extrema pobreza, tan natural entonces, que ellos vivieron sin queja, pero que yo llamé ya injusticia”; “Me produce ternura la manera de “salvar” el mundo que tenemos las mujeres”. Después CARMEN CAMACHO: “pondremos claro a mikael orson y a ursula von der leyen al feng shui la bauhaus la proxémica y al mismito baudrillard // quién manda en esta casa”; “Qué poco dura hoy, / cuánto el ayer, / nunca mañana”. CARMEN DEL RÍO BRAVO: recupera un directo a la mandíbula con el poema Me dijiste puta, además de varios inéditos: “hecho polvo / haciendo polvo / golpeando como una hostia en la cara / a mano abierta”; “Blasfemo contra todos los dioses / tampoco respeto a las diosas”. Desafiante, continúa EVA VAZ: “¿Cómo vivir y morir al mismo tiempo, / con la misma poca disciplina de un bebé?”; “Quiero mi cuerpo libre de restos. / No más fracaso en mi cuerpo. / Que me lo arranquen”. Y después INMA LUNA: “Bajo esta luz cualquier paso es sensato / las manos acarician a la máscara neutra”; “Cualquier pared con vocación de piedra / me hace guiños / yo sé que yo quería ser feliz”; “(Se podría pensar que un agujero es lo contrario de una piedra, / no es así, un agujero pesa como un fardo)”.
Ohdiosas es una antología en la que los poemas tienen valor por sí mismos, además del testimonio. Ejemplos como ITZIAR MÍNGUEZ: “El miedo que daba / internarse / en tu palidez / sin marcas / el miedo a perderse / a helarse / a no salir viva de allí / y que no encontraran / mis restos / muchos años después / cuando nadie pudiese / reconocer / mi cadáver”; “ahora un día / el verdadero comité / el de expertos en destruirlo todo / a reírse de las ocurrencias / de estos ecologistas titiriteros / mientras personas sin complejos / de sus másteres adquiridos / a precio de oro / en universidades privadas”. Y la enorme JULIA NAVAS: “No hay urgencia en visitar el nido del añoso árbol: / todo rezuma tristeza y abandono, / incluso aquellos bailarinas de rafia plastificada / que bordaste con tus manos cuidadosas / hoy resultan pantomimas de torpes trazos, / figuras cansadas sobre el fieltro que las sostienen / mientras a mí ya no me auxilia nada”; “Por qué no caemos al vacío del universo / con nuestra inmundicia y nuestra chatarra”; “No oscilar, no zozobrar, no transgredir / en un ejercicio de demente resistencia”.
Es necesaria la pugna por la visibilización que, como desgraciadamente experimentamos, permite la perpetuación de una visión instrumental de las mujeres. Contra ese estereotipo se revuelven con ironía las integrantes de este volumen. Como MARÍA ELOY GARCÍA: “hay veces que citar a proust / es como ponerse un wonderbrá /…/ un wonderbrá talla pequeña / y una cita de proust en francés / aunque ninguna se te ajuste”; “hemos sido abril todo el tiempo posible / y tocamos la tierra ojo sabiendo a ciencia cierta / que volveremos a ella hechos trizas”; MARÍA JESÚS FUENTES: “Cada día / recojo los restos. / No suelo quedarme de noche / porque no me compensa del peligro / con la recogida de cuatro envases”; “No podré añorar lo que no tuve. / Si la demencia alcanzara / las copas oscilantes de los sauces plateados, / no regresaré a la niñez”.
Esas son las coordenadas en las que se mueven las poetas, cada una, insistimos, dentro de una visión poética heterogénea, personal, con diversidad temática y formal. MARÍA MONJAS: “En esta desescalada / a veces me siento como el burro / de la fábula / del burro y la zanahoria / con el agravante / de que a mí / no me gustan las zanahorias”; “Existen miles de historias / no contadas /…/ María, acuérdate de recordar”; / de ahí el fracaso / de la espera / de la expectativa / de ese fin de fiesta / en el que el edificio de enfrente no te permite ver / los fuegos artificiales”. Ya se denunciaba desde los años 60 que lo personal es político, y en estas páginas se asume esa dualidad de manera radical. ROXANA POPELKA: “meses más tarde: / decide montar una banda / crecer sin padre / padre por entregas / a low cost father / desenlace: y se despidió / y se va / y se deja el pelo largo”; “pero tú sabes perfectamente que estoy hablando / de cómo era lo más parecido al sexo en los 40”.
SONIA SAN ROMÁN quizás puede resumir perfectamente la filosofía que subyace: “Esto no es un poema, / tampoco es un consuelo, / esto no es una pipa, / no es una manzana”; “La niña tonta, abuelo, / aprendió de tu lengua / que el cielo raso de enero trae hielo / y escarcha, y que los ajos / hay que plantarlos siempre / con la luna menguante. / Ay, pero el aire, abuelo, / eso siempre sopló sin mi permiso”. Y TXUS GARCÍA cierra la selección con el espíritu abierto a la esperanza: “Podríamos fundirnos ahora, / pero solo nos volatilizamos. / Encontramos planetas fértiles, donde / pasar la noche y crear nuevas especies /…/ Esto es hacer el amor contigo: / detonar bombas de antimateria”; “Me hiciste causa de tu rabia”.
Isabel Bono se encarga del epílogo en el que se resume el compromiso con la poesía y con la vida: “Y ninguna salvarían el fuego porque todas saben que el fuego se salva solo”. Ha sido el ímprobo trabajo de Ana Patricia Moya y Elena Román, poetas ambas, el que ha conseguido reunir este desafío al establishment cuya desvergüenza no vamos a recordar ahora.
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