miércoles, 5 de noviembre de 2025

Reseña de Cuadernos de Humo, 46, 2025

Puede ser una imagen de loris perezoso y texto que dice "ANTONIA ÁLV LVAREZ AREZ İLV ÁLVAREZ MARIO ÁLVAREZ PORRO 1. JESUS BEADES SUSANA BENET JOSE JOSEÁNGEL ÁNGEL CASTILL.O VICENTE JOSÉ ANGEL CILLERUELO LUIS COLDER ÁNGEL DUQUE JOSÉ GARÉS CRESPO FERMÍN HERRERO/ VICTOR HERRERO JUAN HERRERO DIEGUEZ /CLARAJANÉS/ CLARA JANES PEDRO LÓPEZ LÓPEZLARA LARA MAROOS MATACANA MARTÍN JUAN ANTONIO MILLÓN U SERGIO MORENO JOSE LUIS MORALES MARÍA JOSÉ MUÑOZ GARCIA PABLO NÚÑEZ PRESINA PEREIRO PÉREZ-COBO T SERNA JUAN JOSÉ VÉLEZ OTERO JANE KENYON DONALD HALL YUSEF KOMUNYAKAA CUADERNOS DE HUMO CUARENTAY SEIS" 

Al cuidado de esta joya están Hilario Barrero, Carlos Medrano, Jesús Nariño, Alfredo J. Ramos y Luis P. Suárez, que siguen al pie de un proyecto exquisito y de gran profundidad lírica, una dirección sólida, con una línea estética exigente y coherente En esta ocasión, el dibujo de portada de Ángel Duque, y el del interior pertenece a Susana Benet. La nómina de poetas que participan es envidiable, se combina voces consagradas con emergentes. Esa mezcla aporta vitalidad y continuidad generacional

Comienza Clara Janés: “Tu amigo Einstein apunta: ‘Observa las estrellas, cómo insisten’. / Además, sin embargo / aconseja escuchar / a Spinoza: padecemos, dice, / «porque somos una parte / de la naturaleza / que no puede concebirse / por sí sola / sin las demás partes»”; José Ángel Cilleruelo: “Lo plantó el abuelo, / de jovencito. Era su mimado. / Pidió que lo inhumaran ahí, al pie, / pero se lo llevaron, como a todos, / al cementerio”; Fermín Herrero: “… Soy el poema / del que nunca saldré; sucede, / inmóvil, para siempre. / Lo que transcurre, mate…”; Pedro López Lara: “Un laberinto circular de cuerpos, / cuyo vertiginoso desenlace / es en sí mismo imposible o remoto”; Teo Serna: “Esperar, entonces, que la piedra sangre. Porque la sangre habla”; Vicente Herrero: “Lo comprendes ahora. Tanto estudio /…/ tanta filología / era completamente necesaria / para estar en silencio frente al mundo”; José Luis Morales: “Como el propio poeta enmudecido / no dije ausencia”; Raúl Pérez-Cobo: “Vive cuarenta y cinco metros cíclicos / en busca de una calle, un horizonte, / de sol en su ventana del geriátrico” y el premio Adonais 2024, Juan Herrero Diéguez: “Así son las palabras: / puedo pronunciar agua, pero el agua / no llega a entonces a calmar la sed /…/ También así el deseo, / que persigue al silencio de la mano / del verbo que derrama al pronunciarte”.

Siguen Pablo Núñez: “No es que las cosas pierdan importancia / por el silencio antiguo de los muertos /es que todo la tiene”; Jesús Beada: “No importa en demasía, sí que alabe / del concejal su culto lado ignoto / No fallaré. Quién lo probó lo sabe”; Luis Colder: “Sea una semilla / enumeración / de células / que se pierde / en la memoria / da la palabra / gracias”; Antonia Álvarez Álvarez: “No hay un tiempo en la luz, / todo destila / allí su arrobamiento, / su eterna y esencial incandescencia”; Juan Antonio Millán: “Cuánto polvo de mármol se ha perdido / con los vientos que asolan nuestros días”; Presina Pereiro: “Meditar en la hierba sobre la muerte de los padres / y solo ahora puedo sacarlos de su exilio, / animarlos entre brumas del otoño / de esta tierra baldía”; Sergio M. Moreno: “No hay peor compañía para un viaje / que el dolor /…/ Nada puede enseñar salvo paciencia / y nada puede dar que tú desees”; Mario Álvarez Porro: “Habitar siempre el límite / para continuar cayendo alto”; José Ángel Castillo Vicente: “Cansancio de escuchar  de mala gana / una tarde tras otra, por el balcón abierto, / la única canción que te conmueve / y el único poema que ni recuerdas ya”; Marcos Matacana Martín: “Leíamos en clase aquellos versos, / sin sospechar que un día iba a ser yo, / tratando de explicar aquel poema / quien iba a parecerles un coñazo” y José Garés Crespo: “El ponent estria els llavis quan processem una tendrá rosa”.

Tres poemas traducidos por Juan José Vélez Otero, de Jane Kenyon: “Pero a veces lo que parece una desgracia / es una desgracia: al final llega el día / y los hombres manejan el pesado ataúd / que se abre paso entre los bancos de la iglesia”; de Donald Hall: “Viejas rosas que sobreviviera /…/ y a las mujeres y a los hombres / que olía a rosas en primavera y las llamaban hermosas / como ahora las llamamos nosotras / al pasear junto al granero / en este día que declina” y Yusuf Komunyakaa: “Cogí de sus dedos / la foto deteriorada. / No hay otra manera / de decirlo: / me enamoré”.

Por último una prosa poética de María José Muñoz García: “Pero estaré feliz porque Silvia nació un Domingo de Resurrección… y nos resucitó en todos. Y entonces pensaré en la sonrisa blanca de Javier, y me dije: Todo está hecho”.

Aunque, sin duda vemos gran variedad de registros, desde formas clásicas a más novedosas, del verso libre a la prosa poética, no pierde cierta unidad temática. El número parece centrarse en la introspección, la conciencia del tiempo y la palabra como lugar de revelación. Entre estos versos nos encontramos reflexiones más metafísicas, con  poemas que giran en torno al intento de comprender el mundo y su silencio. Otros se adentran en la pérdida y evocan la muerte, el paso del tiempo y la herencia familiar o cultural, con una mirada que une lo íntimo y lo universal. Se interroga sobre el yo poético y su límite, la imposibilidad de salir del propio poema o de habitar fuera del límite: el poeta es conciencia de sí mismo, atrapado en su verbo. Y, por último no faltan poemas que, con factura impecable, aportan un tono más leve, humorístico, cáustico incluso, que recuerda que la poesía también puede mirarse a sí misma con distancia. Las traducciones de Jane Kenyon, Donald Hall y Yusuf Komunyakaa, a cargo de Juan José Vélez Otero, amplían el horizonte del número con una serena melancolía. Terminar con un texto de resurrección simbólica aporta equilibrio: de la meditación sobre la muerte al renacer espiritual y afectivo. Un volumen que celebra el poder del lenguaje poético para dar sentido a la fragilidad del ser, con una curaduría que equilibra reflexión, emoción y belleza formal.