miércoles, 4 de mayo de 2022

Reseña de Carmen Canet: ‘Monodosis’. Trea. 2022



Hemos tenido la fortuna –nunca se sabe si favorable o desfavorable– de que coincidan en el tiempo tres entregas de los aforismos de Camen Canet. Este Monodosis cuya salida se complicó con el confinamiento viene muy cerca de la publicación de Cipselas y del volumen conjunto con Ricardo Virtanen en Interruptores. Para los que somos aficionados al aforismo y especialmente a los de la autora almeriense afincada en Granada, es una gratísima noticia, digna de empacharse porque ya sabemos que luego se irán revisando con tranquilidad, con la pausa necesaria y se degustarán en diferentes ocasiones. Estas “mini-recetas para cocinar y pespuntar la vida” nos van a acompañar seguro durante mucho tiempo. Y es que Carmen Canet está en estado de gracia, entregando lo mejor de su larga carrera.

Hagamos caso a las recomendaciones “médicas” y distingamos las tres partes del volumen, la Dosis: “recomienda alguna toma necesaria para vivir”; la Monodosis: “ir recuperando a nuestra Historia y en nuestras historias” y la Sobredosis: que coincide con momentos difíciles de este mundo. La primera parte, como decimos, es la titulada Dosis y se encuentra, a su vez, dividida en apartados. Esas pequeñas cosas contiene aforismos que posan su mirada en lo más cotidiano, los elementos materiales –y no tan materiales– que hacen posible nuestra vida: “Esos objetos que dan silencios a una habitación”; “La cama es la bandeja del cuerpo”; “Con gafas escuchaba mejor”; “La fotografía es el insomnio de una imagen”. En la tradición de las más poéticas greguerías Carmen Canet nos señala que  “La niebla es una anestesia para el paisaje”; “El sueño es el preludio de un nocturno en clave de sol y luna”; “El aforismo es un pensamiento que te roza”. Porque, como bien dice, su misión es “Transformando la realidad a través de la ternura”.

El siguiente apartado, La vida es, contiene algunos consejos, advertencias y señales que, como hizo Gracián en su momento, pueden servir de orientación en estos tiempos inciertos: “Los aforismos deben tener esa dosis imprescindible que insufla vida”; “La vida es el arte de ganar nuestra propia apuesta”; “La vida se parece a una hipoteca, se paga a plazos”; “La vida me cubre con hojas de libro”; “La vida es un borrador que no se puede pasar a limpio”. No solo por el sentido del humor, en estos aforismos advertimos ya que se trata de uno de los libros con mayúsculas de Carmen Canet, y lo seguimos comprobando en Necesario el amor, donde se mantiene el tono sapiencial y burlón de los aforismos: “Menos tú, todo está en internet”; “Amar no es necesitar”. La poesía implícita en la escritura se advierte en las imágenes (“Los inviernos del corazón”) y en los juegos de palabras tan caros a la autora (“Le llevaba por la calle de la ternura”).

Monodosis es el segundo capítulo y De mujeres, el primero de los epígrafes: “La feminidad es un arma que se puede malinterpretar. Pero el que se equivoca ya viene confundido”; “Casada: mujer cansada”. La reivindicación es una de las actitudes más sensatas y necesarias para la igualdad, tanto en la decisión hacia el futuro (“Había decidido no remendar más”), como en el recuerdo del pasado (“¡Tantas mujeres con luz que la Historia ha convertido en sombras!”).

Una de las señas de identidad de Carmen Canet son los aforismos dedicados a autores y autoras, jugando hábilmente con los títulos, los caracteres y la personalidad de éstos. Estos homenajes incluyen, sin nombrarlos a Machado, Quevedo, Rubén Darío…:   “Lo breve, si es breve, debe ser menos corto. ¡Brevedad pero no en todo!”; “Érase un aforismo a una nariz pegado”; “Los aforismos retratan levemente el ala leve de sus allegados”. En otros casos, ya se nombra directamente a los referidos: “Buscaba el amor tan torpemente como Salinas. Luego pedía perdón”; “Carmen Laforet y su destreza en narrar sobre todo y sobre nada”; “Hay ríos de agua sin prisa: Ana María Moix”. En esta línea, se añaden aforismos que giran en el campo de la escritura, de la lengua y la literatura, De gramática parda se titula: “Cuando las palabras te tocan y les abres”; “Toda proposición no tiene que ser subordinada. Puede ser coordinada”; “Morir de amor es una metáfora lapidaria”; “La lectura nos pasea”; “Cuando construyes y habitas un poema, jamás te pueden desahuciar”. Descubrimos en ellos el sutil sentido del humor de la autora: “Tuvo un accidente gramatical”; “los verbos copulativos son ser, estar y al parecer”; “Decir “hasta luego” es más cercano que “adiós”, “a Dior” es más elegante”.

En cambio, Sobredosis, presenta un tono más serio, donde sale a relucir el sufrimiento, el que se conecta, además con la situación trágica de la pandemia. El tiempo. La soledad. El silencio es el acertado título con el que se agrupan estos aforismos: “Solidaridad: como había tanto paro, el mundo decidió también pararse”; “Cuando los virus se coronan en nuestras vidas”; “En la vida lo que más nos une es la soledad”. Fueron momentos muy difíciles y eso se tuvo que filtrar a la hora de valorar este presente en el que“También son duros los exilios interiores”; “El dolor debería hacer ruido”.

Más allá de la coyuntura, los aforismos describen personalidades muy concretas (“Tenía arrugado el corazón y el alma. La piel tersa”; “Paseaba solo por las habitaciones. Las calles estaban celosas”), los riesgos (“Hay cierta soledad que es adictiva”) y también alguna de las necesidades y soluciones (“En los libros también hay calle y parques para pasear, ciudades para visitar y grandes viajes”). Con una retranca más que lúcida, Carmen Canet concluye: “Menos mal que nos queda la utopía y el cuento de la lechera”.

En suma, Monodosis, es un canto de esperanza hacia lo cotidiano, a los sentimientos que surgen del día a día, el que no separa corazón y mente, sino que asume las dimensiones poliédricas de la vida. Con gran oficio supera las urgencias a las que las redes sociales no tienen acostumbradas. Esto es literatura con mayúsculas, aunque tenga pocas palabras, y tenga como vocación servir de botiquín de primeros auxilios.

 

 

 

 

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