Investigando
cuáles son las herramientas de las que se valen los seres humanos en sus
humanas debilidades para ocultar y mantener en secreto sus pequeños o grandes
tropiezos, ansias, pecados, o redundantes debilidades, tropecé asimismo con una
variedad importante. Un secreto no es, como podría pensarse apresuradamente,
algo que no se puede decir. Si esa imposibilidad fuera cierta, no habría
secretos, ni averiguaciones, ni espías, ni programas del corazón. La ignorancia
o la sabiduría. Ahora bien, si pudiendo, más aún, debiendo decir, callamos,
entonces sí que nos encontramos con un secreto.
Un
secreto tampoco consiste sólo en el silencio. Ni siquiera en un silencio
compartido, o un murmullo ajeno. Un secreto puede andar a pie limpio en el bar
y embarrarse hasta las cejas en la declaración de hacienda. No todo lo que
callamos es secreto, los olvidos, mal que le pese al sabueso vienés de Freud, a
veces son simplemente olvidos, menudencias, intrascendencias, cotidianidades
sepultadas con otras menudencias, intrascendencias y cotidianidades.
Mentiras
y secreto se contraponen en la geométrica mente de Greimas. En su hermosísimo
mecanismo de relojería, mentira es lo que parece ser pero no es, mientras que
el secreto es lo que es, aunque no lo parezca, precisamente porque no lo
parece. Ay, Algirdas Julius Greimas, ¡cuantísimas veces hacemos que no parezca
una cosa porque parece ser lo que no es! ¡Cuantísimos secretos se salvan por la
mentira oportuna! Encubrimientos, embozos, ocultamientos, máscaras,
maquillajes, camuflajes colaboran en el éxito de ocultar un secreto
precisamente porque muestran. No es el desvelamiento sino la conciencia de que
hay un velo que desvelar. Revelar un secreto es abrir el velo a un confidente para
volverlo a cubrir rápidamente con un trapo acaso tenue.
Y ¡cuán
satisfechos nos quedamos cuando las altas instancias de investigación convocan
una rueda de prensa para hacer público un secreto! Hemos detenido un peligroso
grupo terrorista, hemos descubierto el funcionamiento de la célula cancerosa,
hemos averiguado las veleidades íntimas de un cantante. El secreto convertido
en espectáculo, lo que debe estar oculto sale a la luz y brilla con neones de
Broadway.
Hay
quien, con toda la tranquilidad del mundo le contesta a la santa esposa cuando
ésta le urge a referir sus andanzas nocturnas, que sí, que ha estado con otras
hembras fermosas haciendo gala de proverbial y acrobática destreza sexual.
Entonces, la santa, que además de santa, quizás esa es la causa de su santidad,
es ingenua y confiada, le mira con condescendencia, anda, pasa, pasa para
dentro que ya te castigarán las náuseas el estómago, la sequedad la boca y la
garganta, y los latidos del corazón sentidos y amplificados en las sienes. Y el
caso es que era verdad verdadera que la noche de autos, en el suyo propio
efectuó complicadas maniobras en el aparcamiento subterráneo con mujer conocida,
a partir de entonces, en el sentido bíblico.
Decir
la verdad puede ser eficaz manera de ocultarla. Y decir muchas verdades,
ciertamente, contribuye. La pereza, la falta de atención, el apabullamiento
informativo sin duda actúan en sinergia para elaborar una densa urdimbre en la
que perderse y cubrir de olvido, encubrir con olvido. Estrategia esta no al
alcance de todos los bolsillos, pues requiere controlar canales y sobre todo,
tener qué contar. La mancha de mora con otra verde se quita cobra en este contexto
dimensión distinta. Mancha de escándalo con escándalo verde, recién recogido,
de la huerta a la mesa, se quita.
Esta
semana tenemos los escándalos de los usuarios de tarjetas, negras para más
señas, que ni tributan ni tienen límite. Usadas por sujetos cuyos sueldos
solucionarían varios años de más de uno. De cualquier tamaño, y formación. Del
PP, del PSOE, de IU, sindicatos y patronal. Unos muchos, otros muchísimo,
indignantes todos. Pero terminan por ir ocultando los de la semana pasada.
Aquella fueron estrellas la familia Pujol, que aunque resuenan, ya no alcanzan
la misma intensidad informativa.
El
rigor informativo no es más que el rigor mortis
de la noticia. Una vez pasada la edición de la noche no hay noticia, y se
acumulan en la Dead Letter Office,
como las cartas sin destinatario. La actualidad informativa se nutre de
destapes, pero en pocas ocasiones terminamos de saber cómo terminan, si en la
cama con un si te he visto no me acuerdo, o si la película acaba en boda. Como
en las comedias románticas, las decisiones judiciales son rupturas a mitad de
metraje. Condenados hoy, pero quién sabe si mañana estarán absueltos o pasado
mañana, indultados. La táctica da resultado cuando las denuncias se acumulan
hasta tapar nuestro horizonte.
¿Quién
se acuerda ya de Urdangarín y Torres? ¿Se habla de su majestad el rey Juan
Carlos? Los problemas de Fabra son meras brumas en el mar. Apenas recordamos
los escándalos de las preferentes, pero Afinsa y Forum Filatélico han pasado en
el monte del olvido. Bárcenas es casi historia, como lo son las sospechas
relacionadas con los cónyuges de Cospedal o de Ana Mato. La operación Pokémon
es cuestión de hemeroteca, como las barbaridades de la CAM o de Caixa Cataluña.
Los EREs en Andalucía hacen olvidar Mercasevilla y el caso Malaya es asunto de
Cine de Barrio.
Poner
los ejemplos casi es cuestión de archivo, no se encuentran en la memoria de
trabajo de los que andamos preocupados en los quehaceres cotidianos y vamos del
corazón a nuestros asuntos. Y cuando un secreto pasa al olvido, deja de ser
secreto. Un secreto te exige una cierta conciencia, un cierto trabajo para
ocultar, o al menos, para no dejar en evidencia lo que procuras que continúe
velado. Un olvido no necesita nada más.
Los
escándalos se vuelven secretos por publicidad, por audiencia, por saturación,
porque no paran de aparecer nuevos. En estos tiempos en los que no tenemos que
acordarnos ni siquiera de los números de teléfono, los escándalos y los
escandalosos se olvidan de una semana para otra. Es tan corta la indignación y
tan largo el olvido…
No hay comentarios:
Publicar un comentario