Una de las fascinaciones más grandes de las redes sociales es la transmisión “libre” de noticias y apreciaciones. Nos indignamos y espantamos ante noticias que no salen en los medios y servimos de correa de transmisión con la vana esperanza de que nuestro “me gusta” y “compartir” vaya a cambiar el mundo.
Creo
que las batallas en el ámbito epistémico se juegan casi en victorias pírricas.
Ganar implica muy poca ventaja. Denunciar por internet, el ciberactivismo, a
menudo sólo aspira a conseguir romper el pensamiento único, simplemente dar una
voz discrepante ante la avalancha de consignas. Por eso, de vez en cuando, me
meto en los comentarios para ser disonante, un poco la voz que clama en el
desierto y un poco tocanarices. Con respeto, intento que sea con respeto.
En
estos últimos días he visto algunas campañas un poco sorprendentes, sobre todo
porque uno acaba en un círculo de personas que más o menos son afines. Si
estuviera en otro ámbito, con otro círculo de amigos virtuales seguramente
vería más post anti-Podemos, a favor de cientos de vírgenes o glosando las
virtudes de la copla. Pero somos lo que somos y nos juntamos con quienes nos
juntamos.
He
visto una campaña, digo campaña
porque recoge firmas y porque ataca desde diferentes frentes, sobre el impuesto
de sucesiones. Por lo visto, no lo he comprobado, en Andalucía se pagan más
impuestos de sucesiones que, por ejemplo, en Madrid. Sabía que Madrid lo había
bajado porque cuando el gobierno del PP lo propuso, en Estados Unidos, ni la
facción más ultraliberal se había atrevido. Esta tasa grava la transmisión de
una riqueza que el sujeto no ha sudado, que corresponde a sus progenitores. El
argumento a favor de su supresión tiene que ver con que el padre ya ha pagado
por esa riqueza. Y es cierto, pero también lo es que el descendiente no ha
merecido cobrarlo, no se debe a su trabajo, su esfuerzo, su inteligencia a la
hora de invertir, sólo en sus genes (y a lo mejor, ni eso, en los casos de
hijos naturales desconocidos). Este es un impuesto que se aplica a partir de
cierta cantidad, 500 000 euros, creo. Por eso veo que es un impuesto que
redistribuye la riqueza de la clase alta y su supresión beneficia a los más
ricos. Quizás tú puedas heredar una casa de tus padres, que será vieja y
necesitará reparaciones, unas acciones o un dinerillo ahorrado, que es ínfima
ventaja frente a la que ha tenido Patricia Botín o tendrá la descendencia de
Amancio Ortega. ¿Por qué vamos a quitarlo? Dejaremos de ingresar de los
impuestos de las grandes herencias lo que mermará las arcas del Estado, menos
para sanidad, pensiones, educación…. Lo sorprendente es que lo pidan personas
de todas las clases sociales. Incluidas las más bajas.
También
me ha sorprendido una horrible fotografía en la que supuestamente un terrorista
del Estado Islámico aparece con una cabeza cortada en la parte de la izquierda,
y sonriente con sus hijos en la derecha. El texto identifica ambos varones y
denuncia que ahora es refugiado en Austria, o Alemania, en Europa en suma. Es
una campaña xenófoba contra los refugiados, muy en consonancia con las
declaraciones de algunos miembros del PP que dejaban caer, como si no
quisieran, que entre los refugiados habrá muchos terroristas. La verdad es que
no sé cómo se han podido conseguir dos fotos de una misma persona en dos
contextos tan diferentes. ¿No resulta sospechoso? A mí sí. La primera foto, la
truculenta, es de una calidad mediocre y el protagonista luce una barba típica
de los árabes. Y es lo que más se reconoce en la segunda. Además, la sonrisa
satisfecha parece decirnos, ¿veis?, he conseguido colarme en vuestro mundo, vuestra
solidaridad es estúpida y me ha permitido vivir de vuestras ayudas. Pues
asumimos la fotografía y nos indignamos ante esos asesinos despiadados que
impunemente se aprovechan de nuestra buena fe. No quiero mostrar la imagen,
pero la prensa
ya ha denunciado esos montajes.
Como un
largo post
que cuenta que un amigo de un amigo que trabaja en el INEM conoce el caso de un
norteafricano que está solicitando una ayuda. Después de una parrafada con todo
lujo de detalles nos enteramos que ha trabajado seis meses y lleva viviendo de
nuestra ingenuidad más de año y medio. Y pretende seguir así. Imagino que, por
pura probabilidad, algún inmigrante ha conseguido algún subsidio. Lo dudo mucho
por la dificultad de conseguirlos para todos. Seguro que también hay quienes
viven de la picaresca en todos los ámbitos. Estas historias son las que se
repiten en los círculos neoliberales, en las cadenas de radio y prensa digital
para que todos asintamos. Verdad, yo conozco uno que no quiere trabajar y
prefiere cobrar el paro. Y encima es un moro. Eso sí que no puede ser, tenemos
que dejar de dar esas ayudas y que espabilen… que no pueden vivir siempre de la
sopa boba. Y así nos indignamos y nos vamos volviendo, no indiferentes al
sufrimiento del paro, sino que pasamos al lado oscuro de la ira contra los que
son como nosotros. De nuevo los más poderosos han conseguido quitarnos nuestros
derechos, empeorar nuestras condiciones laborales, y encima nos enfrentan unos
con otros, como si la culpa de perder sueldo y lo que en justicia nos
pertenecía fuera, causado por estos pícaros. No, definitivamente no. Pícaros
los ha habido siempre y especialmente los vemos en las altas esferas. Son ellos
los que dan el pelotazo de millones de euros, ¿cuántas ayudas de cuántos meses
se sacan de cuatro millones de euros? Pues no, preferimos indignarnos con los
cuatrocientos de un parado de origen marroquí. Despiertan nuestra xenofobia y
nuestro rencor y lo redirigen para que ellos no se vean afectados. Conozco un
estudio británico, citado por Anthony Giddens, que valoraba el montante de
ayudas conseguidas de manera fraudulenta entre los trabajadores. Por cada libra
que cobraban de más, había diez libras de ayudas que no se pedían.
Y, para
trivializar un poco, por internet también he visto un artículo del Huffington
Post, en el que podemos aprender mucho de la vida a través de ocho frases
del personaje Sheldon Cooper. Este simpático físico sufre el llamado síndrome
de Asperger, un cuadro del espectro autista. La redactora pretende que tengamos
como modelo a alguien que tiene una especie de minusvalía. Como si el objetivo
de la humanidad fuera comportarse como autistas, considerándonos interesantes
sólo a nosotros mismos, rechazando las convenciones sociales que no entendemos,
arrogantes, incapaces de intimar con nadie, tristes porque los demás son
estúpidos. Un modelo de ciudadano no solidario, incapaz de serlo. Ese es el
ideal de hombre al que damos un “me gusta” y compartimos con la típica sonrisa
de “me río porque es verdad”.
Tenemos
que estar alerta con estas campañas, con estos movimientos que pueden parecer
razonables. Y quizás lo sean. Puede que sus imágenes estén trucadas, o que los
datos, simplemente, estén falseados, por eso tenemos que filtrar, actuar con
prudencia y razonando a qué le damos nuestro asentimiento. Quizás acabemos
trabajando para el enemigo y ayudando a justificar un mundo cada vez más
injusto, sin que nadie alce la voz para denunciarlo.
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