A mediados de los cincuenta, el lingüista John L. Austin
acertó a proponer que no siempre los enunciados sirven para describir la
realidad, a veces podemos hacer cosas con las palabras. No es lo mismo decir “la
ventana es verde” que “te prometo que lo haré”. En este segundo caso, por el
mero hecho de pronunciar las palabras estamos prometiendo. A este tipo de
enunciados los llamó enunciados performativos. Así podemos jurar, amenazar,
incluso absolver los pecados o casar a una pareja. Decían antiguamente que las
palabras no hieren, pero está claro que se puede delinquir por ellas. Así lo ha
decidido la Audiencia Nacional con respecto a Cassandra, una tuitera que se
dedicó a repetir chistes sobre el atentado de ETA al almirante y probable sucesor
de Franco, Luis Carrero Blanco.
Al parecer, ni el fiscal, ni el
instructor, ni el tribunal advierten diferencia entre un chiste y la
humillación a las víctimas. Más de uno se ha acordado de la escena de la
lapidación en la película La vida de
Brian, cuando acaban apedreando al sacerdote que leía la acusación de
blasfemia por ser blasfemo también. Quizás deberían haber estudiado más los
actos del habla y saber distinguir cuándo se está bromeando y cuando se tiene
intención de hacer escarnio, buscar el dolor o amenazar. Es la libertad de
expresión lo que está en juego.
Más adelante, el propio Austin,
Searle y otros lingüistas, aceptaron que no siempre los enunciados son tan
claros. Con el ejemplo que ponía mi maestro Emmánuel Lizcano, si yo digo: “hace
frío” a alguien que está junto a una ventana abierta, no estoy poniendo en
palabras una realidad constatable, estoy pidiendo de una manera amable que
cierre la ventana. No son actos enunciativos todos los que parecen tales. Por
eso en las películas de mafiosos, los malos no amenazan, simplemente, “enuncian
las consecuencias” de no pagar al sindicato del crimen por la seguridad.
Y es por eso por lo que el
dichoso autobús no enunciaba inocentemente las cualidades biológicas de niños y
niñas, su intención era performativa, se trataba de excluir la transexualidad e
insistir en un modelo heterosexual para los seres humanos. Algunas autoridades
así lo entendieron y prohibieron la marcha del autobús, pero a ninguna se le ha
ocurrido imponer penas de privación de libertad, ni siquiera multas. Yo me
conformaría si también se le denegara la calificación de utilidad pública a la
organización. La libertad de expresión es poder proponer algo en la arena pública
y exponerte a que te critiquen los demás.
Tampoco es un enunciado constatativo
una pintada de Falange en la sede de Podemos. Sí lo hubiera sido quizás, en un
periódico, o en una red social. “La Falange presente” sirve como amenaza por el
contexto donde ha sido realizada la pintada. Estamos rayando la libertad de
expresión al lindar con la amenaza subyacente.
A la teoría de los actos del
habla respondía el sociólogo Pierre Bourdieu. No basta con decir “os declaro
marido y mujer” para que una pareja esté casada. Quien pronuncia el enunciado
debe estar investido de la autoridad para hacerlo y en el contexto y la
intencionalidad para tal: un juzgado o una iglesia en la ceremonia
correspondiente. Un minuto antes en la misma sala, con los mismos actores, no
tendría la misma validez. Tiene que hacerse conforme a los códigos adecuados.
Por eso no es lo mismo contar un chiste con los judíos como tema que repetirlos
para argumentar sobre la teoría del humor. Volvemos a blasfemia de La vida de Brian.
En el caso de la tuitera es
difícil hallar la intención de humillar a las víctimas en general, sobre todo
si comparamos unos chistes anticuados con las declaraciones que suelen o solían
hacer los protagonistas de ciertos actos de la izquierda abertzale, o las
barbaridades que se pueden leer en los foros de las noticias referentes a las
víctimas de la guerra civil. Tampoco se ha caracterizado Cassandra por una
actividad cercana a la banda terrorista, más bien, cerca del humor negro y de
la ironía extrema. Ni siquiera su público era tan amplio como para que se
corriera el peligro de que sus comentarios abonaran un sentimiento de desprecio
casi-hegemónico, como el que pueden recabar los chistes sobre mariquitas o
gangosos.
Cuando escuché la noticia supuse
que los abogados apelarían, pero por lo visto no confían en una absolución
total futura, se conforman con modular la multa y la inhabilitación. La
cuestión es muy grave. Y no creo que se trate, como dicen algunos, de que las
unidades dedicadas a la lucha antiterrorista tengan que cubrir su expediente y
por eso investiguen a todo dios. De la treintena de condenas por enaltecimiento
de terrorismo, algunas sí que tienen más pinta de amenazas que otras. En este
caso, no.
Quienes ven en Cassandra a
alguien despreciable, con mal gusto, incluso que tengan prejuicios por su
transexualidad, no deben olvidar que los razonamientos no se basan en
cuestiones ad hominem: por muy
desagradable que sea un cantante, un famoso, un político, si no ha cometido
delito, no va a la cárcel. No se aumenta la pena de su delito por su
desfachatez o su vocabulario procaz, o su mal gusto al vestir. Me gustaría
saber quién ve un peligro para la democracia unos chistes que llevan rondando
desde 1973, o quién se ha sentido humillado al respecto. No llegan a 20 tuits
repartidos en varias ocasiones, eso no es ni una mísera campaña de
desprestigio. Hay quien pretende justificar la desproporcionada pena porque
ella misma se lo ha buscado, por intentar hacerse famosa. ¿Qué clase de
razonamiento moral es ese? ¿Podemos entonces multar y encarcelar a cualquiera
que cometa una infracción si va a un talent
show? Cassandra tenía la intención de prepararse las oposiciones para
profesora de secundaria, que tendrá que posponer por la condena. ¿Debo también
descalificar a los profesores amantes de los toros, a los beatos, a los futboleros
porque van a inculcar unos valores distintos a los míos? El que en el mismo
centro puedan convivir béticos irredentos, con capillitas, con hippies, con
fanáticos del orden y conversos al emprendimiento es lo que hace grande a la
escuela pública. Todas las voces están, y todas intentando enseñar matemáticas,
ciencias sociales, economía, educación física o plástica.
La burla, el escarnio o la humillación
son cuestiones en las que influye mucho el contexto y quién las hace. El humor
negro sabe que lo que dice está mal y es una barbaridad, cuenta con la
desaprobación de la audiencia y pretende incomodarla, mientras que el que hace
chistes de tartamudos suele esperar comprensión por parte de sus oyentes. Una
burla de un alumno a escondidas a un profesor es lo normal. Una burla de un profesor
en público a un alumno es una humillación que no se debe permitir. El escarnio
hacia los discapacitados puede ser disculpable en una reunión de amigos, nunca
en una ley o en un documento oficial. Son montones, desgraciadamente, los
políticos que se han permitido frases machistas, y ahí siguen. Luego dicen que
la inquisición está en el feminismo y la ideología de género. Pues que yo sepa,
el feminismo no ha metido en la cárcel a algunos alcaldes ni los ha
inhabilitado para cargos públicos.
Actos de habla y libertad de
expresión. Avisamos estamos.
Muy buen artículo, en el que vas dando cumplido razonamiento de las consecuencias de determinadas actuaciones. Desde mi punto de vista y pese a que considero los tuits de esta chica de mal gusto, la condena es del todo desproporcionada, pero estamos viviendo situaciones, a todos los niveles, cuyo tratamiento es desproporcionado a lo mucho o a lo poco. Estamos siendo observadores de cómo delincuentes que han robado a las instituciones públicas, no son juzgados, y si lo son, son puestos en libertad con fianza o incluso sin ella. Tómese como ejemplo el caso "Noos", y también muchos más macrojuicios, con causas que se alargan en el tiempo y cuyos delitos prescriben, curiosamente, con lo que los encausados o investigados, salen a la calle sin más. En definitiva, esta joven ha sido chivo expiatorio, algo que es terriblemente triste, pero tal y como están las cosas es mejor no tocar temas sobre los que existe tanta sensibilización social como las víctimas del terrorismo. Esa es mi humilde opinión.
ResponderEliminarTienes toda la razón, esta condena disparatada indigna mucho más cuando vemos la laxitud con la que se tratan asuntos mucho más graves que nos atañen a todos. Sólo sirve, creo, para que algunos se sientan a gusto con las persecuciones y tengan donde agarrarse a una justicia cada día más injusta.
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