Ha pasado el huracán de las
elecciones y, después de un merecido descanso, algunas cuestiones se me quedan
en la cabeza como para ir hablando solo. Ayer me tocó por sorteo presidir una
mesa electoral. Personalmente me venía fatal, muchos compromisos este fin de
semana, pero en fin. Un madrugón y una jornada intensa. Al final resultó mejor
de lo que esperaba. Tuve la inmensa suerte de encontrar en la mesa, a pesar del
engorro del encargo, agente muy apañada y de buen talante, como segundo vocal,
al escritor Eugenio Fernández Aguilar.
Entre
las muchas conversaciones causales que se tienen entre los miembros de la mesa
y los apoderados y la gente que viene a votar hablamos de si no hubiera sido
más sensato aprovechar esta oportunidad para dar trabajo y unas exiguas dietas,
a personas en paro en lugar de sortearlas en general. En esta afirmación que
muchos ven de sentido común yo encuentro algo desasosegante. No sabía explicar
muy bien por qué. Los sentimientos morales pueden ser muy claros sin estar
razonados en premisas y desarrollados mentalmente. Creo que el sorteo es una de
las herramientas más democráticas que pueden existir. Porque considera a todos
los ciudadanos iguales en probabilidad, y por tanto, en derechos. Eso creo que
es más importante que ese supuesto elitismo de quienes prefieren para los
cargos públicos a “los mejores”, sea lo que sea lo que quiera significar la
expresión.
Después,
con más calma lo he visto más claro. Si delegamos este engorroso deber cívico
en los “parados” o en “los pobres”, en aquellos que necesitan “ayuda”, estamos
utilizándolos para librarnos de tareas que no nos apetecen. Pasó, por ejemplo,
con el servicio militar obligatorio. En el siglo XIX y principios del XX era
habitual que se libraran los más ricos pagando una cuota. Cumplían con el deber
de servir a la patria sólo los más pobres que no pudieran pagar ese rescate.
Era progresista pedir que el servicio considerara a todos los mozos y
descartara por sorteo. Luego, más andado el siglo, fue mucho más progresista
pedir la objeción de conciencia y el fin de dicho servicio militar. Pero no se
invalida el razonamiento. El sorteo iguala a todos y todos debemos contribuir,
aunque sea un domingo en el que no podamos disponer del tiempo. Esto también es
defender a la patria.
Lo
digo, además, con conocimiento de causa. Me siento un poco orgulloso de estar
en una mesa y colaborar con el funcionamiento de la democracia.
Es
también cuestión de principios cívicos. Me gustaría saber qué opinan algunos de
los que defienden posiciones conservadoras y ven al Estado como un depredador
que les saquea a través de los impuestos sobre los compromisos cívicos. No sé
si ahora estarían a favor de un servicio militar, como sostiene Vox, o si
considerarían también que es una intromisión del Estado en la libertad
personal. Y en el caso de que no estén a favor del servicio militar, cómo
pensarían pagar un ejército profesional si no es con los impuestos. En el fondo
me gustaría saber cómo pensarían pagar las carreteras, los policías, la
administración de justicia, incluso aquellos servicios que pueden buscarse en
las empresas privadas, como la educación o la sanidad, qué opinan sobre su
financiación. Porque un cheque escolar hay también que pagarlo. Se ven a sí
mismos como personas con valores muy elevados porque van a misa diaria. Son los
mismos que meten en el mismo rasero a un comunista con un falangista en cuanto
al valor de sus ideas.
Ellos,
suelen defender que prefieren dedicar el dinero a las causas que ellos mismos
decidan. Optar por grupos antiabortistas antes que ecologistas, cofradías
religiosas antes que feministas. Por eso ven como un héroe a Amancio Ortega por
donar 300 millones de euros para material hospitalario. Según los datos
publicados, la fortuna del fundador de Zara es de unos 58.000 millones de
euros. El cálculo es sencillo. Su enorme donación es un 0’53% de su riqueza.
Aunque no contemos si posee más activos o rentas de las declaradas, es un
dinero considerable pero una proporción muy pequeña. Modestamente colaboro con
una ONG desde hace varios años y el porcentaje de mi sueldo es casi el doble
que el de la riqueza de Ortega. Y eso teniendo en cuenta que es muy poco lo que
doy y que teniendo muchos millones no te privas de nada donando cantidades
relativamente altas. No soy un héroe, no quiero agradecimientos, por eso ni
siquiera me lo desgravo del IRPF. Lo digo por poner las cosas en su sitio.
Sin
embargo, las elecciones me han dejado una gran tristeza. En las europeas yo
creo que todo estaba cantado. En las municipales la verdad es que da mucha
tristeza y rabia ver cómo se dilapida una esperanza y un capital humano tan
enorme en tan poco tiempo. Podemos ha sido una pompa de jabón, engreída y
pendenciera y que ha defraudado con sus luchas intestinas. Teniendo un enemigo
tan poderoso que ha utilizado todos los mecanismos legales y dudosamente
ilegales, debería haber primado la unidad en lugar de las deserciones y las
purgas, como les gusta decir a la prensa de derechas. Hubiéramos podido.
También
es una sensación muy agridulce ver los resultados en mi pueblo. No lo digo por
el triunfo de Javier Ruiz, creo que se lo merece y ha realizado una labor que
los roteños han sabido y querido valorar. Pero me entristece muchísimo que el
tercer partido en votos sea Vox, a 60 votos de un segundo concejal. Teniendo,
además, en cuenta el personaje que se ha presentado, no se puede decir que sea
obra de un líder carismático, significa que mis conciudadanos han preferido la
intolerancia y el rechazo a la igualdad, entre hombres y mujeres, LGTBI y
heteros, propios y “frasteros”, como se dice en mi pueblo… en lugar de valorar
la labor que Pedro Pablo Santamaría y los suyos hicieron en el equipo de
gobierno anterior. Gente honesta que estuvo siempre defendiendo al pueblo en
sus tradiciones y en sus intereses. Así nos va en toda España, en especial en
Madrid, capital y comunidad.
Vox
ha triunfado con su estilo gamberro y maleducado. Y lo ha logrado porque tenía muy
claros sus objetivos. Son un grupo de guerrilla que pretendía y ha conseguido
colocar la patita en la puerta y que esta no pueda cerrarse a sus brutalidades.
Como en el ajedrez, no es importante tener piezas en el centro del tablero, lo
importante es controlarlo, amenazarlo, impedir que llegue el rival. Así es Vox,
impedir que lleguen los demás, pataleando y vociferando, con provocaciones
calculadas y sin calcular. Para estar en el foco y desviarlo hacia la derecha,
y que, en un primer paso evitar el triunfo del PSOE, después que Ciudadanos y
el PP parezcan socialdemócratas y por último, amenazar constantemente con
romper pactos y dejar caer presupuestos si no se cumplen sus exigencias. Ya lo
estamos viendo en Andalucía con los trabajadores en la violencia de género,
después con los colegios concertados y la sanidad… Y el PP y Ciudadanos,
encantados de cumplir con unas exigencias que vienen a ser las suyas, pero
nadando y guardando la ropa teniendo a unos payasos para hacerles el trabajo
sucio.
Han
contado con el voto de muchísimos españoles, y, aunque sean muchos menos de lo
que esperaban, mi decepción es grande.
Como todo artículo que escribes, fruto de tu reflexión ante determinadas situaciones, es excelente, si bien no comparto tu opinión, no creo que hace falta que te lo diga, y particularmente, porque ese partido que nació con vocación de ser un "mesías" de la clase trabajadora se ha ido convirtiendo en una especie de estructura de lucha de poder, en la que el líder es del todo indiscutible, se equivoque o no, y ello no tendría tanta importancia como el hecho de reconocer los propios errores. Muchas de las personas que inicialmente se unieron a este movimiento fueron apartadas por disentir de lo que ha sido y sigue siendo la marca Pablo Iglesias, y creo que esa ha sido precisamente lo que ha contribuido a su fracasa. En cualquiera de los casos no comparto para nada cada uno de sus postulados y menos, por supuesto, que se posiciones de cara al independentismo, y sin lugar a dudas, de cara a apoyar a partidos como BILDU. Por lo que respecta a VOX, pienso que ya ha tenido su gloria que será efímera y también residual, espero.
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