Diego Medina Poveda y Javier Gilabert se han propuesto, a través del testimonio poético de la pandemia y confinamiento, recaudar fondos para Médicos del Mundo España. Este proyecto consiste en una colección de sonetos a cuatro manos, Diego desde Nantes y Javier desde Granada, a veces, incluso, escrito en parejas. Prólogo de la profesora Remedios Sánchez, ilustraciones de María Gómez.
Diego Medina Poveda es poeta y profesor, finalista de Adonais 2019 y 2020 (En vecindad, no en compañía; Todo cuanto es verdad, 2020). Tiene publicados Las formas familiares (2010), He visto la vida más humana (2015), A pesar del frío (2017), Urbana Babel (2009), Mar de Iroise (2017). Dirige la colección Monosabio de poesía y narrativa del Ayuntamiento de Málaga. Javier Gilabert, publicó PoeAmario (2017), En los estantes (2019), AMaría (2020), y aparece antologado en Granada no se calla (2010), del que fue organizador; Caballo del Alba (2018) y De la sierra al trigo (2019). Coordina de la revista Lumbre y es colaborador de SecretOlivo. Su labor profesional la desarrolla como maestro de primaria.
La introducción es de Remedios Sánchez, con un brevísimo y muy interesante recorrido por la historia del soneto: “A la meditación ante un mundo inédito y cómo se refleja eso en el discurso de la vida”. A continuación se suceden los sonetos con las ilustraciones intercaladas de María Gómez. La estructura del soneto, aun con sus variantes, tiende a una musicalidad clásica y da pie a imbuirse en los recursos de los grandes sonetistas barrocos, el último de los poemas puede ser un ejemplo muy elocuente de esos ecos. Eso no quiere decir que se trate de fórmulas estereotipadas o que los poemas pierdan fuerza, al contrario, hay una voluntad de traer al oído contemporáneo una métrica que sobradamente ha demostrado su versatilidad.
La experiencia, en parte traumática, del confinamiento debido a la pandemia del covid19 ha dado la oportunidad para reflexionar sobre los acontecimientos y cómo estos han ido afectando a la vida cotidiana, a la percepción de la realidad y a las expectativas de vida. Un poco como en una las fases del duelo que proponía Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, encontramos entre los versos los rasgos del dolor: Por más que la impotencia te desgarre” (Soneto del poeta confinado). La perplejidad ante los acontecimientos y a cómo la población hemos ido adaptándonos no ha dejado impasible: “Afuera no hay ni un alma; mientras todo, / tu sangre de palabras, centinela, / recrea una ciudad llena de vida” (Soneto del poeta confinado). Una necesidad de completar esta experiencia con un espacio para la reflexión, dice Javier Gilabert: “Procede, pues, eliminar el ruido, / deja de lado estorbos, la maldad, / cualquier cosa que sobre es lo que fuiste” (Soneto del nuevo amanecer). La voluntad de superación es una constante en los poemas, cuya intención, sin duda, es sacar las enseñanzas y la positividad: “Pudiste haberte hundido y del subsuelo / lanzaste las raíces a la vida, / pudiste, intoxicado de guarida, / perderte en otro mundo paralelo” (Soneto de la supervivencia).
En otras ocasiones, los poetas describen la sensación del confinamiento: “El ritmo de los días se ha parado” (Soneto del silencio impuro); “Sentirse del paisaje su gemelo” (Soneto del regreso necesario de Diego Medina) “que la rutina del confinamiento / a nuestra relación no la amodorre” (Soneto del amor rutinario también de Diego Medina); “Vivimos proyectando la experiencia / de un presente mejor que nunca llega /…/ Si queremos vivir, ¿por qué no vamos / a sembrar con los ojos bien abiertos / los surcos del vacío de conciencia” (Soneto del aquí y ahora).
El clima de crispación que acompañó la pandemia prácticamente desde los inicios del confinamiento aparece entre los versos: “Se abren las carnes, rasgan vestiduras, / gritan con fuerza en púlpitos dorados, / insultan, muestran dientes afilados, vomitan odio, añoran dictaduras” (Soneto de los miserables); “Construyen una verdad donde el rencor / no quepa entre sus grietas, de tan hondo. / El odio ha de cavar su propia fosa” (Soneto de la nueva verdad de Javier Gilabert).
Los últimos poemas reflexionan sobre la posibilidad de aprendizaje, sobre los cambios que la experiencia han operado en nuestras vidas, concretamente en la percepción personal de los autores sobre sí mismos y sobre el resto de las personas: “Aún me reconozco y sin embargo / intuyo que no soy igual que antes. /…/ No encuentro en mi interior las mismas cosas; /…/ Un discreto desorden se discierne / como si hubiera estado de mudanza. // Percibo las sutiles diferencias / aunque no soy capaz de darles nombre” (Soneto del cambio de Javier Gilabert); “Si todo sigue igual, cuando esto acabe, / si nadie aprende nada y nada cambia, / si prima el egoísmo que ahora manda, / no quiero formar parte de esta nave” (Soneto del después distinto); “Me hace falta del viento una caricia / y de la tierra un beso por segundo: / me hace falta un planeta más humano” (Soneto de la mera alabanza de aldea de Diego Medina).
“No vuelves del dolor: es más bien una huida” (Javier Gilabert)
Un proyecto muy interesante no solo por su carácter benéfico, sino por sus cualidades poéticas intrínsecas, dejando testimonio de uno de los momentos cruciales en la experiencia de la Humanidad.
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