Catedrático emérito de la UCM. Fragmentos de una autobiografía imposible (1983), La palabra y su habitante (2003), En las márgenes de.... (2006), Mirador del Berbés (1989), Fragmentos de un sueño (1993), El bienio aciago (1997), El año de los tulipanes (2003), Elegía por la muerte de Julienne Danielle (2020), además de las obras como crítico literario y traducciones de Baudelaire, Mallarme o Rimbaud. El libro de las negaciones es un ejemplo de lírica apofática. Una lista de conocimiento a través de la renuncia: “Dijiste no a la ebriedad de los sentidos / sin poder afirmar tu fe en la ebriedad del pensamiento /…/ Dijiste no a la ebriedad de los sentidos, / a cualquier ebriedad” (Preámbulo).
El Primer movimiento es De las situaciones heredadas, apuesta por una renuncia: “¡Qué hacer cuando la noche ha perdido ya su enigma / y en lugar de su oscura y honda melancolía de ausencias y deseo / brillan las luces cegadoras (un nuevo Sinaí) / de los escaparates / de las salas de fiesta, con su enorme liturgia, sin recelos, de voces y silencios, / del salón de la casa / donde el padre, cansado, ajusta su sonrisa postiza, /antes de celebrar con sus nietos la gran fiesta de cumpleaños”. Se desarrolla una epistemología radical: “No existe ya locura, / pues ya no existe el Elegido / (aunque siga existiendo el Condenado) / y tú tampoco puedes elegir”. Más que un descreimiento es una purificación: “El mar es la perfecta formulación de una ausencia presente”; “¿Para qué buscar en la letra el temblor de las cosas?”.
Los paisajes que aparecen en los poemas incluyen Vigo, las islas Cíes: “De momento estoy aquí, / sobre una atalaya mínima, perfecta en su humildad de maizales y eucaliptos”. El siguiente escalón es un interludio en el que se habla De la negación de las Historias, tanto en como ciencia como narración personal: “¡Este esplendor de la vida no me basta!”. En ciertos momentos concretos la visión mística es más clara: “La plenitud del ser es la presencia; / por eso Dios, de ser, es / El que es”; “No sé cuál puede ser la redención del Hombre”. También en el siguiente interludio, Negando la revelación marina: “El mar no es Dios, ni morada de dioses / profundos, cenagosos, / deseos enfoscados en angustias // solo es agua / aunque inmenso es su abrazo y en su coito, / solo es agua”; “El mar no es principio ni fin; /.../ El camino”. La metáfora del mar y las islas tiene gran tradición, porque ningún hombre es una isla: “Una isla, en medio del océano –incluso si su arena se allega a algunas playas del cercano horizonte–/ No es una mujer perdida, tumba sobre los brazos gigantescos de algas a la deriva”. Javier del Prado aprovecha todos los recursos expresivos que ofrece este campo: “Y la playa no es / unas nalgas tendidas a la caricia que huye sigilosa por la deriva azul de todas las añoranzas de paraísos perdidos, / donde las hembras de hombres adoptan aptitudes de panteras; / en un lienzo de granos infinitos / para morirse en él, / de amor, / mientras dure la brisa”.
“la conciencia de ser,
ese es el pecado”
En el segundo interludio se cuestionan alguno de las formas a priori de la sensibilidad, Del don del espacio y de las cosas: “El que piensa que las cosas no existen / como serán en sí, / singulares /.../ ese / solo sabe de libros, / de manuales de circulación / y de semáforos /.../ y no sabe de Historia” (Afirmación del sí). Lo conecta con la desconfianza hacia los medios por los que nos acercamos a la realidad (“en eufemismo informativo, / de la sangre, / de la hambruna, / de la muerte: / de la vida / que excelentes profesionales de la imagen apaciguan”) o incluso al propio lenguaje (“Es preciso matar el referente, / preciso, al menos, / liberarse de él”).
De la emergencia del sí y del abrazo es la tercera parte, en la que se posa la mirada como hizo Pablo Neruda en sus Odas elementales, pero sin el entusiasmo lírico del chileno. Habla de un “Olor plural” (Oda al olor), percibe los detalles (“Esta hoja de este árbol es tan solo una hoja. / Es esta hoja / como aquella flor era aquella flor”), anticipa el paisaje (“Dijiste sí a los nombres de los lugares, de los pueblos, de los ríos, de las montañas marrones, verdes, azuladas, blancas”, Oda al sí de los lugares con nombre; “La ciudad se borró / y fue su cuerpo, de nuevo un absoluto / que anulaba pinturas, ¡Boticelli!”, Oda al hotel). Así, entre lugares y no lugares se va desgranando el cuestionamiento de la realidad: “Has dicho sí a la tierra / de tierra” (Oda a la tierra). Titula Tercer indulto al asombro que surge Del sueño y el despertar: “Un sueño siempre es un sueño, dijiste al despertar /.../ Yo quise ser niño. / Yo quise coger amapolas en los campos, para, con ellas, / dibujar mejillas”.
La cuarta parte y final son directamente los Poemas del NO. Las negaciones son una forma de resistencia, de depuración personal, social, afectiva y epistemológica: “Has dicho no a tu ciudad, / no a tu patria /.../ No quieres regresar /.../ Y tengas que quitar, / única afirmación que salva tu existencia, / amor, fuiste amor / en el amor de Ella”; “Te has negado a Toledo, / su belleza /.../ Dijiste no a Toledo / porque Toledo te nació negándote”. El no va más allá de lo más terrenal, porque “Dijiste no a la vida, para encontrar la Vida / y era incapaz, ahora, de decir no a la vida, para aceptar la Muerte”. Solo una afirmación: “Y nadie me creyó, cuando lo dije / Solo Ella”.
El volumen finaliza con un ruego, casi una oración escatológica en todos sus sentidos:
“La otra vida no es vida
(La eternidad no es vida)
/.../
La otra vida es, tan solo, una palabra escrita,
por lengua mentirosa
/.../
¿Cómo asumir al hombre, sin el Hombre, al verbo sin el Verbo?
¿Ser solo el bulto enamorado de existencia,
mientras dura el vaivén de tu cuerpo,
excremento?”
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