No puedo dejar de recordar con afecto la figura de Manuel J. Helices, Vilela. Maestro en la más genuina acepción de la palabra, se ha decidido a reunir un nutrido conjunto de poemas, en una edición que adapta la tradicional portada de un cuaderno de colegial. En parte desafío y e parte homenaje. Son un conjunto de décimas, haikus y pareados tomados como reto formal para dar una mirada cargada de emoción a la realidad que nos rodea.
El primer bloque está dedicado A cuenta del real corona-virus: “conviene ocupar las horas / con propuestas creadoras / y el mejor divertimento” (Décimas y virus COVID); “Fases en confinamiento, / disputas al parlamento…/ –protestas sin mascarillas / y enseñas rojas y amarillas– /… con insultos. / Lo lamento!” (Malditas disputas víricas). El segundo fija su atención en los Territorios. Encontramos una evocación del famoso poema de M. Machado. “Preñadas de luz y cal, / fuentes sonoras y pozos; / de los cielos, lindo trozo. / Precioso arte ornamental” (Patios andaluces). En un activista incansable sobre la ecología, no podían faltar décimas dedicadas a la naturaleza, especialmente la local: “Asfalto, ¡no! ¡Moratoria!” (Doñana); “De espuma, encaje y bordados, / de sol y luna, un brocado. / Agua y fuego, en un abrazo” (Atardecer.es); “Para el campero mayeto. / Su huerta y terreno, expropiados / para extranjeros soldados” (Al mayeto).
Vilela homenajea a nombres importantes de la literatura como Gloria Fuertes, Almudena Grandes. Y se acerca con ironía a la Cocina (“Desnatada y sin lactosa, / ¡bah! No es leche, es otra cosa”, ¿Qué comemos?), con ternura a la Cultura (“Atiende esta dulce nana. / Ea… perfuma el jazmín / duerme en tu nido, querubín” (Nana), con conciencia social en el séptimo bloque: “Cien obreros peleones / –mil parados (mirones) en balcones– / contra tan bajos salarios / Muchos viven en precario” (Uno de mayo); “Esencial en la docencia: / –elegí este noble oficio/ y a los veinte era novicio– / con licencia, con paciencia, / y mucho más, la con-ciencia” (A los docentes); “Se te olvidó hasta soñar” (Mal de Alzheimer). Así da un repaso a la telebasura, las guerras, la moda…
No huye tampoco de la nostalgia (“En la orilla los chiquillos. / De agua y arena, unos castillos”, Al verano) ni de adentrarse en las reflexiones de Filosofía básica: “No hay instrumento más perfecto: / alivian dulces caricias, / pactos sin firma propicia, / útil para mil efectos, / lenguaje más que un dialecto” (A las manos). Se atreve con pinceladas de una historia del siglo XX mientras que dedica poemas llenos de emoción a sus nietos, a sus hijas, su mujer, su padre.
Tras las décimas, recoge redondillas de propina, a la manera de M. Machado: “Encanto de pueblos blancos / en el tejido rural. / Como lunares de cal, / colgados entre barrancos”. Nos dice que Hay poesía en… el vértigo de un cantil, / la cola de una cascada, / las luces de la alborada, / la breve flor más sutil”. El volumen se completa con una serie de proverbios y sentencias (“Yerma que no mece cuna, / nana canta a la luna”; “Si flaquea tu cartera, / tu ética se adultera) y haikus : “Noche, reposa / mi espíritu revuelto / a ti, mi alcoba”; “Luna es testigo; / un ojo que se cierra y / nos hace un guiño”; “Olas y gaviotas: / en el aire, cabriolas. / El viento sopla”.
El Cuaderno está lleno de emoción y cariño, de ejercicios de estilo y homenajes a aquellas cosas, lugares, paisajes y personas que nunca deben faltar en el corazón de un hombre. Un abrazo, Vilela.
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