jueves, 14 de septiembre de 2023

Reseña de Luis Felipe Comendador: ‘Como regar el agua’. Poesía Garvm. 2022

 


Luis Felipe Comendador es un veterano luchador de la poesía, entendiéndola como una verdadera lucha. El prólogo de Luis Alberto de Cuenca pone en valor ese compromiso que no ha vacilado a lo largo de los años. Tampoco abandona el sentido del humor y la ironía: “Cierro los ojos / y veo trapiello / escribiendo diarios sin decir /…/ Y me agringo de pronto / y me suda la mano como un onán de nada /…/ Esto sí es muerte, me dije, / una muerte digna, / una muerte capaz de dejarte muerto, / de dejarme muerto”. La trayectoria del bejarano lo sitúa en una posición relevante en las letras españolas. Desde el inicial Versos giróvagos (1992) pasando por Paraísos del suicida (2001), Con la muerte en los talones (2004), Aráñame (2005), Fadueña (2005), El gato solo quería a Harry (2006) Tour de France (2015), Mañana no será nunca (2017) o Galería de estrafalarios (2021).

Es posible que en este volumen hay más acidez, algo de amargura, cierta inevitabilidad: “A qué mentir ya / si pasados los sesenta / sigo en esta ciudad / pequeña / estrecha / incierta / como un pájaro inquieto / que ha perdido el norte”; “Ser distancia, / y luego olvido / y luego nada. / Nada”. No es óbice para mirar al pasado con cierta sorna (“Conocí a varias chicas preciosas / -hubo roce- / y volví hasta mi pueblo, sin más, / como el libre que busca cadenas”) y con honestidad casi brutal: “Claudico a ratos, / pero solo a ratos, / porque ya hasta me da pereza claudicar /…/ Hablo hilando ideas / y soy capaz de escribirlas, / dibujo como me sale de los cojones / y cuando quiero”.

Regar el agua es algo inútil, como intentar, a estas alturas, cambiar de esencia: “Me gustaría ser otro, / un otro decidido a dejar el mantel puesto en la mesa / para que los pájaros se sacien con los restos”. Ni siquiera con los afectos más íntimos: “Es el deseo decirte ‘que te quiero’ / con los ojos lánguidos / con la boca abierta / con la mano húmeda / y un temblor de cebra / cruzando el Zambeze”.

A pesar de todo este pesimismo, Luis Felipe Comendador no pierde el ánimo combativo: “No seas servil, / no dejes que te pastoreen, / no te disculpes por temor, / no te dejes morder en las rodillas, / o en las ingles, / y no huyas, jamás huyas /…/ porque eres fuerza y forma, / porque aún era capaz de la humedad caliente”; “No temas, / porque en el futuro solo está segura tu muerte / y el resto está por hacer”. Advierte con sabiduría y sin caer en los panfletos: “No va a ser fácil, / pero sabes que al fondo / está la luz que templa / ha de darnos la fuerza precisa y consistente”.

“Todos raudos de sí

y hacia sí,

del otro

y para el otro”

Tampoco evita el sarcasmo y los juegos, con las imágenes, con las referencias: “Hojas secas alfombrando este otoño / hasta el gris pasajero de mañana, / hojas secas con ese olor a laca / de las peluquerías de los sábados /…/ Hojas secas tan Faulkner, / tan alzheimer, / tan banjo, / tan de los apalaches”; “Y de pronto el viento / como ‘La noche estrellada’ de Van Gogh / o como el mismo céfiro / soplando a la Venus Botticelli /…/ Este viento que me acaricia entero, / que me tapa los poros, / me universa, / me llena de un contigo / que me encanta”.

Puede ser este un volumen sobre el fracaso vital, o, al menos, un balance contable que dibujan una identidad definida: “Me gustan, / no te asombres, / porque esas justas taras / son más que yo mismo, / son mi fruto y no el de otros, / son mi gasto / y nunca la genética que juega a la lotería”. Es una especie de manifiesto personal, una concesión a lo confesional dentro de la trayectoria de un poeta que es más que el ingenio y versos rimados: “Sí, soy sensible también… / ¿O qué creías? /…/ Soy sensible a la luz desacertada / que toma dirección hacia mis ojos /…/ Y me dejo engañar si me aparece / (y me gusta dejarme/…/ Soy sensible / porque me faltas y me sobras, / porque tiemblo al leer / si es de Oliveiro, / porque me sé desnudo bajo el vientre /…/ Soy sensible y, / cómo no, / asquerosamente vulnerable, / como cualquier vencido. / Espero que en el trozo del camino / que me queda / haya una o dos almas / que me acompañen”.

Luis Felipe Comendador transforma la biografía en combate, lo confesional es una forma de entender la crítica al mundo. Como siempre, una rebelión contra todo, comenzando por la propia historia.

 

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